Mensajepor pcpfori » 28 Ago 2019 13:28 
			
			
			
			CANCIÓN DEL PIRATA
Con diez cañones por banda, 
viento en popa a toda vela, 
no corta el mar, sino vuela, 
un velero bergantín: 
bajel pirata que llaman 
por su bravura el Temido, 
en todo mar conocido 
del uno al otro confín. 
La luna en el mar riela, 
en la lona gime el viento, 
y alza en blando movimiento 
olas de plata y azul; 
y ve el capitán pirata, 
cantando alegre en la popa, 
Asia a un lado, al otro Europa 
y allá a su frente Stambul. 
«Navega, velero mío, 
sin temor, 
que ni enemigo navío, 
ni tormenta, ni bonanza, 
tu rumbo a torcer alcanza, 
ni a sujetar tu valor. 
«Veinte presas 
hemos hecho 
a despecho 
del inglés, 
y han rendido 
sus pendones 
cien naciones 
a mis pies. 
«¿Qué es mi barco? Mi tesoro. 
¿Qué es mi Dios? La libertad. 
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento! 
¿Mi única patria? ¡La mar! 
«Allá muevan feroz guerra 
ciegos reyes 
por un palmo más de tierra: 
que yo tengo aquí por mío 
cuanto abarca el mar bravío, 
a quien nadie impuso leyes. 
«Y no hay playa 
sea cual quiera, 
ni bandera 
de esplendor, 
que no sienta 
mi derecho 
y dé pecho 
a mi valor. 
«¿Qué es mi barco? Mi tesoro. 
¿Qué es mi Dios? La libertad. 
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento! 
¿Mi única patria? ¡La mar!
«A la voz de «¡barco viene!» 
Es de ver 
cómo vira y se previene 
a todo trapo a escapar: 
que yo soy el rey del mar, 
y mi furia es de temer. 
«En las presas 
yo divido 
lo cogido 
por igual: 
sólo quiero 
por riqueza 
la belleza 
sin rival. 
«¿Qué es mi barco? Mi tesoro. 
¿Qué es mi Dios? La libertad. 
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento! 
¿Mi única patria? ¡La mar!
«¡Sentenciado estoy a muerte! 
Yo me río: 
no me abandone la suerte, 
y al mismo que me condena, 
colgaré de alguna antena, 
quizá en su propio navío. 
«Y si caigo, 
¿qué es la vida? 
Por perdida 
ya la di 
cuando el yugo 
del esclavo, 
como un bravo, 
sacudí. 
«¿Qué es mi barco? Mi tesoro. 
¿Qué es mi Dios? La libertad. 
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento! 
¿Mi única patria? ¡La mar!
«Son mi música mejor 
aquilones; 
el estrépito y temblor 
de los cables sacudidos, 
del negro mar los bramidos 
y el rugir de mis cañones. 
«Y del trueno 
al son violento, 
y del viento 
al rebramar, 
yo me duermo 
sosegado. 
Arrullado 
por el mar. 
«¿Qué es mi barco? Mi tesoro. 
¿Qué es mi Dios? La libertad. 
¿Mi ley? ¡La fuerza y el viento! 
¿Mi única patria? ¡La mar! 
El Mendigo
Mío es el mundo: como el aire libre, 
otros trabajan porque coma yo; 
todos se ablandan si doliente pido 
una limosna por amor de Dios. 
El palacio, la cabaña, 
son mi asilo, 
si del ábrego el furor 
troncha el roble en la montaña, 
o que inunda la campaña 
el torrente asolador. 
Y a la hoguera 
me hacen lado 
los pastores 
con amor. 
Y sin pena 
y descuidado 
de su cena 
ceno yo, 
o en la rica 
chimenea 
que recrea 
con su olor, 
me regalo 
codicioso 
del banquete 
suntüoso 
con las sobras 
de un señor. 
Y me digo: el viento brama, 
caiga furioso turbión; 
que al son que cruje de la seca leña, 
libre me duermo sin rencor ni amor... 
Mío es el mundo: como el aire libre, 
otros trabajan porque coma yo; 
todos se ablandan si doliente pido 
una limosna por amor de Dios. 
Todos son mis bienhechores, 
y por todos 
a Dios ruego con fervor; 
de villanos y señores 
yo recibo los favores 
sin estima y sin amor. 
Ni pregunto 
quiénes sean, 
ni me obligo 
a agradecer; 
que mis rezos 
si desean, 
dar limosna 
es un deber. 
Y es pecado 
la riqueza: 
la pobreza 
santidad: 
Dios a veces 
es mendigo, 
y al avaro 
da castigo, 
que le niegue 
caridad. 
Yo soy pobre y se lastiman 
todos al verme plañir, 
sin ver son mías sus riquezas todas, 
que mina inagotable es el pedir. 
Mío es el mundo: como el aire libre, 
otros trabajan porque coma yo; 
todos se ablandan si doliente pido 
una limosna por amor de Dios. 
Mal revuelto y andrajoso, 
entre harapos 
del lujo sátira soy, 
y con mi aspecto asqueroso 
me vengo del poderoso 
y adonde va, tras él voy. 
Y a la hermosa 
que respira 
cien perfumes, 
gala, amor, 
la persigo 
hasta que mira, 
y me gozo 
cuando aspira 
mi punzante 
mal olor. 
Y las fiestas 
y el contento 
con mi acento 
turbo yo, 
y en la bulla 
y la alegría 
interrumpen 
la armonía 
mis harapos 
y mi voz: 
Mostrando cuán cerca habitan 
el gozo y el padecer, 
que no hay placer sin lágrimas, ni pena 
que no transpire en medio del placer. 
Mío es el mundo: como el aire libre, 
otros trabajan porque coma yo; 
todos se ablandan si doliente pido 
una limosna por amor de Dios. 
Y para mí no hay mañana, 
ni hay ayer; 
olvido el bien como el mal, 
nada me aflige ni afana; 
me es igual para mañana 
un palacio, un hospital. 
Vivo ajeno 
de memorias, 
de cuidados 
libre estoy; 
busquen otros 
oro y glorias, 
yo no pienso 
sino en hoy. 
Y do quiera 
vayan leyes, 
quiten leyes, 
reyes den: 
yo soy pobre, 
y al mendigo, 
por el miedo 
del castigo, 
todos hacen 
siempre bien. 
Y un asilo donde quiera 
y un lecho en el hospital 
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga 
mi cuerpo miserable al espirar. 
Mío es el mundo: como el aire libre, 
otros trabajos porque como yo; 
todos se ablandan si doliente pido 
una limosna por amor de Dios. 
El reo de muerte
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
Reclinada sobre el suelo 
con lenta amarga agonía, 
pensando en el triste día 
que pronto amanecerá; 
en silencio gime el reo 
y el fatal momento espera 
en que el sol por vez postrera 
en su frente lucirá. 
Un altar y un crucifijo 
y la enlutada capilla, 
lánguida vela amarilla 
tiñe en su luz funeral; 
y junto al mísero reo, 
medio encubierto el semblante 
se oye al fraile agonizante 
en son confuso rezar. 
El rostro levanta el triste 
y alza los ojos al cielo, 
tal vez eleva en su duelo 
la súplica de piedad. 
¡Una lágrima! ¿es acaso 
de temor o de amargura? 
¡Ay! a aumentar su tristura 
vino un recuerdo quizá!!! 
Es un joven, y la vida 
llena de sueños de oro, 
pasó ya, cuando aun el lloro 
de la niñez no enjugó 
el recuerdo es de la infancia, 
¡y su madre que le llora, 
para morir así ahora 
con tanto amor lo crió! 
Y a par que sin esperanza 
ve ya la muerte en acecho, 
su corazón en su pecho 
siente con fuerza latir; 
al tiempo que mira al fraile 
que en paz ya duerme a su lado, 
y que, ya viejo y postrado 
le habrá de sobrevivir. 
¿Mas qué rumor a deshora 
rompe el silencio? Resuena 
una alegre cantilena 
y una guitarra a la par, 
y de gritos y botellas 
que se chocan el sonido, 
y el amoroso estallido 
de los besos y el danzar. 
Y también pronto en son triste 
lúgubre voz sonará: 
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
Y la voz de los borrachos, 
y sus brindis, sus quimeras, 
y el cantar de las rameras, 
y el desorden bacanal 
en la lúgubre capilla 
penetran, y carcajadas, 
cual de lejos arrojadas 
de la mansión infernal. 
Y también pronto en son triste 
lúgubre voz sonará: 
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
¡Maldición! al eco infausto, 
el sentenciado maldijo 
la madre que como a hijo 
a sus pechos le crió; 
y maldijo el mundo todo, 
maldijo su suerte impía, 
maldijo el aciago día 
y la hora en que nació. 
II 
Serena la luna 
alumbra en el cielo, 
domina en el suelo 
profunda quietud; 
ni voces se escuchan, 
ni ronco ladrido, 
ni tierno quejido 
de amante laúd. 
Madrid yace envuelto en sueño, 
todo al silencio convida, 
y el hombre duerme y no cuida 
del hombre que va a expirar; 
si tal vez piensa en mañana, 
ni una vez piensa siquiera 
en el mísero que espera 
para morir, despertar: 
que sin pena ni cuidado 
los hombres oyen gritar: 
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
¡Y el juez también en su lecho 
duerme en paz! ¡y su dinero 
el verdugo, placentero, 
entre sueños cuenta ya! 
tan sólo rompe el silencio 
en la sangrienta plazuela 
el hombre del mal que vela 
un cadalso a levantar. 
* * * 
Loca y confusa la encendida mente, 
sueños de angustia y fiebre y devaneo, 
el alma envuelven del confuso reo., 
que inclina al pecho la abatida frente. 
Y en sueños 
confunde 
la muerte, 
la vida: 
recuerda 
y olvida, 
suspira, 
respira 
con hórrido afán. 
Y en un mundo de tinieblas 
vaga y siente miedo y frío, 
y en su horrible desvarío 
palpa en su cuello el dogal: 
y cuanto más forcejea, 
cuanto más lucha y porfía, 
tanto más en su agonía 
aprieta el nudo fatal. 
Y oye el ruido, voces, gentes, 
y aquella voz que dirá: 
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
O ya libre se contempla, 
y el aire puro respira, 
y oye de amor que suspira 
la mujer que a un tiempo amó, 
bella y dulce cual solía, 
tierna flor de primavera, 
el amor de la pradera 
que el abril galán mimó. 
Y gozoso a verla vuela, 
y alcanzarla intenta en vano, 
que al tender la ansiosa mano 
su esperanza a realizar, 
su ilusión la desvanece 
de repente el sueño impío, 
y halla un cuerpo mudo y frío 
y un cadalso en su lugar: 
y oye a su lado en son triste 
lúgubre voz resonar: 
¡Para hacer bien por el alma 
del que van a ajusticiar! 
A la Patria
¡Cuán solitaria la nación que un día 
poblara inmensa gente! 
¡La nación cuyo imperio se extendía 
del Ocaso al Oriente!
Lágrimas viertes, infeliz ahora, 
soberana del mundo, 
¡y nadie de tu faz encantadora 
borra el dolor profundo!
Oscuridad y luto tenebroso 
en tí vertió la muerte, 
y en su furor el déspota sañoso 
se complació en tu suerte.
No perdonó lo hermoso, patria mía; 
cayó el joven guerrero, 
cayó el anciano, y la segur impía 
manejó placentero.
So la rabia cayó la virgen pura 
del déspota sombrío. 
como eclipsa la rosa su hermosura 
en el sol del estío.
¡Oh vosotros, del mundo, habitadores! 
contemplad mi tormento: 
¿igualarse podrán ¡ah!, qué dolores 
al dolor que yo siento?
Yo, desterrado de la patria mía, 
de una patria que adoro, 
perdida miro su primer valía, 
y sus desgracias lloro.
Hijos espurios y el fatal tirano 
sus hijos han perdido, 
y en campo de dolor su fértil llano 
tienen ¡ay! convertido.
Tendió sus brazos la agitada España, 
sus hijos implorando; 
sus hijos fueron, mas traidora saña 
desbarató su bando.
¿Qué se hicieron tus muros torreados? 
¡Oh mi patria querida! 
¿Dónde fueron tus héroes esforzados, 
tu espada no vencida?
¡Ay! de tus hijos en la humilde frente 
está el rubor grabado: 
a sus ojos caídos tristemente 
el llanto está agolpado.
Un tiempo España fué: cien héroes fueron 
en tiempos de ventura, 
y las naciones tímidas la vieron 
vistosa en hermosura.
Cual cedro que en el Líbano se ostenta, 
su frente se elevaba; 
como el trueno a la virgen amedrenta, 
su voz las aterraba.
Mas ora, como piedra en el desierto, 
yaces desamparada, 
y el justo desgraciado vaga incierto 
allá en tierra apartada.
Cubren su antigua pompa y poderío 
pobre yerba y arena, 
y el enemigo que tembló a su brío 
burla y goza en su pena.
Vírgenes, destrenzad la cabellera 
y dadla al vago viento: 
acompañad con arpa lastimera 
mi lúgubre lamento.
Desterrados ¡oh Dios! de nuestros lares, 
lloremos duelo tanto: 
¿quién calmará ¡oh España! tus pesares? 
¿quién secará tu llanto?
Londres, 1829
El estudiante de Salamanca (extractos)
Está la noche serena, 
de luceros coronada, 
terso el azul de los cielos 
como transparente gasa.
Melancólica la luna 
va trasmontando la espalda 
del otero: su alba frente 
tímida apenas se levanta,
y el horizonte ilumina, 
pura virgen solitaria, 
y en su blanca luz süave 
el cielo y la tierra baña.
Deslízase el arroyuelo 
fúlgida cinta de plata 
al resplandor de la luna, 
entre franjas de esmeralda.
Argentadas chispas brillan 
entre las espesas ramas, 
y en el seno de las flores 
tal vez aduermen las auras.
Tal vez despiertas susurran, 
y al desplegarse sus alas, 
mecen el blanco azahar, 
mueven la aromosa acacia,
y agitan ramas y flores 
y en perfumes se embalsaman: 
tal era pura esta noche 
como aquella en que sus alas
los ángeles desplegaron 
sobre la primera llama 
que amor encendió en el mundo, 
del Edén en la morada.
¡Una mujer! ¿Es acaso 
blanca silfa solitaria, 
que entre el rayo de la luna 
tal vez misteriosa vaga?
Blanco es su vestido, ondea 
suelto el cabello a la espalda. 
Hoja tras hoja las flores 
que lleva en su mano, arranca.
En su paso incierto y tardo, 
inquietas son sus miradas, 
mágico ensueño parece 
que halaga engañosa el alma.
Ora, vedla, mira al cielo, 
ora suspira, y se para: 
una lágrima sus ojos 
brotan, acaso, y abrasa
su mejilla; es una ola 
del mar que en fiera borrasca 
el viento de las pasiones 
ha alborotado en su alma.
Tal vez se sienta, tal vez 
azorada se levanta; 
el jardín recorre ansiosa, 
tal vez a escuchar se para.
¿Es el susurro del viento,
es el murmullo del agua?
No es su voz, no. Es el sonido 
melancólico del arpa.
Son ilusiones que fueron: 
recuerdos ¡ay! que te engañan, 
sombras del bien que pasó... 
ya te olvidó el que tú amas.
esa noche y esa luna 
las mismas son que miraran 
indiferentes tu dicha, 
cual ora ven tu desgracia.
¡Ah llora sí, pobre Elvira! 
¡Triste amada abandonada! 
Esas hojas de esas flores 
que distraída tú arrancas
¿sabes adónde, infeliz, 
el viento las arrebata? 
Donde fueron tus amores, 
tu ilusión y tu esperanza.
Deshojadas y marchitas, 
¡pobres flores de tu alma!
Blanca nube de la aurora, 
teñida de ópalo y grana, 
naciente luz te colora, 
refulgente precursora 
de la cándida mañana.
Mas ¡ay! que se disipó 
tu pureza virginal, 
tu encanto el aire llevó 
cual la ventana ideal 
que el amor te prometió.
Hojas del árbol caídas 
juguetes del viento son: 
las ilusiones perdidas 
son hojas ¡ay! desprendidas 
del árbol del corazón.
¡El corazón sin amor! 
Triste páramo cubierto 
con la lava del dolor, 
oscuro inmenso desierto 
donde no nace una flor.
Distante un bosque sombrío, 
el sol cayendo en la mar, 
en la playa un aduar, 
y a lo lejos un navío 
viento en popa navegar;
óptico vidrio presenta 
en fantástica ilusión, 
y al ojo encantado ostenta 
gratas visiones, que aumenta 
rica la imaginación.
Tú eres, mujer, un fanal 
transparente de hermosura: 
¡ay de ti! si por tu mal 
rompe el hombre en su locura 
tu misterioso cristal.
Mas ¡ay! dichosa tú, Elvira, 
en tu misma desventura, 
que aún deleites te procura 
cuando tu pecho suspira, 
tu misteriosa locura:
que es la razón un tormento, 
y vale más delirar 
sin juicio, que el sentimiento 
cuerdamente analizar, 
fijo en él el pensamiento