"¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
- meatonthetable
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"¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
ya os he dicho que por ciertas circunstancias de la vida puedo leer, algún día antes que el resto de los mortales los artículos de D. Arturo Pérez Reverte en el XP Semanal....
el de este domingo: "¿qué voy a hacer ahora?".
no esperéis el típico artículo de colmillo salido de D. Arturo, y en eso radica lo impresionante del mismo...
en su suavidad, en su desesperanza, en su brutal realidad de la situación actual...
la respuesta final del empleado fiel...leedlo, en serio, leedlo...
me ha impresionado su sencillez absoluta...
el de este domingo: "¿qué voy a hacer ahora?".
no esperéis el típico artículo de colmillo salido de D. Arturo, y en eso radica lo impresionante del mismo...
en su suavidad, en su desesperanza, en su brutal realidad de la situación actual...
la respuesta final del empleado fiel...leedlo, en serio, leedlo...
me ha impresionado su sencillez absoluta...
- marroyol
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Enchufao
Gracias Meat..

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- Hectorvillajos
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
No me lo perderé.
Sigo a D. Arturo desde sus tiempos de reportero, y es ACOJONANTE la evolución de este señor en su manera de escribir. Si lees algo de su primera época, como "Territorio Comanche" o "El Húsar" no tiene nada que ver con "Alatriste" , "Un día de Cólera", etc...
Ha alcanzado ese nivel de los grandes escritores: "Calidad de relato con un léxico que entiende todo el mundo, y con unas gotas de frescura que hacen muy amenas sus obras".
Chapó por D. Arturo
Sigo a D. Arturo desde sus tiempos de reportero, y es ACOJONANTE la evolución de este señor en su manera de escribir. Si lees algo de su primera época, como "Territorio Comanche" o "El Húsar" no tiene nada que ver con "Alatriste" , "Un día de Cólera", etc...
Ha alcanzado ese nivel de los grandes escritores: "Calidad de relato con un léxico que entiende todo el mundo, y con unas gotas de frescura que hacen muy amenas sus obras".
Chapó por D. Arturo

Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Con su permiso Don Arturo:
¿Qué voy a hacer ahora ?.
El segundo gintonic, Pencho se vuelve hacia mí. Hace quince minutos que aguardo, paciente, esperando que se decida a contármelo. Por fin hace sonar el hielo en el vaso, me mira un instante a los ojos y aparta la mirada, avergonzado. «Hoy he cerrado la empresa», dice al fin. Después se calla un instante, bebe un trago largo y sonríe a medias con una amargura que no le había visto nunca. «Acabo de echar a la calle a cinco personas.»
Puede ahorrarme los antecedentes. Nos conocemos hace mucho tiempo y estoy al corriente de su historia, parecida a tantas: empresa activa y rentable, asfixiada en los últimos años por la crisis internacional, el desconcierto económico español, el cinismo y la incompetencia de un Gobierno sin rumbo ni pudor, el pesebrismo de unos sindicatos sobornados, la parálisis intelectual de una oposición corrupta y torpe, la desvergüenza de una clase política insolidaria e insaciable. Pencho ha estado peleando hasta el final, pero está solo. Por todas partes le deben dinero. Dicen: «No te voy a pagar, no puedo, lo siento», y punto. Nada que hacer. Los bancos no sueltan ni un euro más. Las deudas se lo comen vivo; y él también, como consecuencia, debe a todo el mundo. «Debo hasta callarme», ironiza. Todo al carajo. Lleva un año pagando a los empleados con sus ahorros personales. No puede más.
Cinco tragos después, con el tercer gintonic en las manos, Pencho reúne arrestos para referirme la escena. «Fueron entrando uno por uno –cuenta–. La secretaria, el contable y los otros. Y yo allí, sentado detrás de la mesa, y mi abogado en el sofá, echando una mano cuando era necesario… Se me pegaba la camisa a la espalda contra el asiento, oye. Del sudor. De la vergüenza… Lo siento mucho, les iba diciendo, pero ya conoce usted la situación. Hasta aquí hemos llegado, y la empresa cierra.»
Lo peor, añade mi amigo, no fueron las lágrimas de la secretaria, ni el desconcierto del contable. Lo peor fue cuando llegó el turno de Pablo, encargado del almacén. Pablo –yo mismo lo conozco bien– es un gigantón de manos grandes y rostro honrado, que durante veintisiete años trabajó en la empresa de mi amigo con una dedicación y una constancia ejemplares. Pablo era el clásico hombre capaz y diligente que lo mismo cargaba cajas que hacía de chófer, se ocupaba de cambiar una bombilla fundida, atender el correo y el teléfono o ayudar a los compañeros. «Buena persona y leal como un doberman –confirma Pencho–. Y con esa misma lealtad me miraba a los ojos esta mañana, mientras yo le explicaba cómo están las cosas. Escuchó sin despegar los labios, asintiendo de vez en cuando. Como dándome la razón en todo. Sabiendo, como sabe, que se va al paro con cincuenta y siete años, y que a esa edad es muy probable que ya no vuelva a encontrar jamás un trabajo en esta mierda de país en el que vivimos… ¿Y sabes qué me dijo cuando acabé de leerle la sentencia? ¿Sabes su único comentario, mientras me miraba con esos ojos leales suyos?» Respondo que no. Que no lo sé, y que malditas las ganas que tengo de saberlo. Pero Pencho, al que de nuevo le tintinea el hielo del gintonic en los dientes, me agarra por la manga de la chaqueta, como si pretendiera evitar que me largue antes de haberlo escuchado todo. Así que lo miro a la cara, esperando. Resignado. Entonces mi amigo cierra un momento los ojos, como si de ese modo pudiera ver mejor el rostro de su empleado. Aunque, pienso luego, quizá lo que ocurre es que intenta borrar la imagen del rostro que tiene impresa en ellos. Cualquiera sabe.
«¿Y qué voy a hacer ahora, don Fulgencio?... Eso es exactamente lo que me dijo. Sin indignación, ni énfasis, ni reproche, ni nada. Me miró a los ojos con su cara de tipo honrado y me preguntó eso. Qué iba a hacer ahora. Como si lo meditara en voz alta, con buena voluntad. Como si de pronto se encontrara en un lugar extraño, que lo dejaba desvalido. Algo que nunca previó. Una situación para la que no estaba preparado, en la que durante estos veintisiete años no pensó nunca.»
«¿Y qué le respondiste?», pregunto. Pencho deja el vaso vacío sobre la mesa y se lo queda mirando, cabizbajo. «Me eché a llorar como un idiota –responde–. Por él, por mí, por esta trampa en la que nos ha metido esa estúpida pandilla de incompetentes y embusteros, con sus brotes verdes y sus recuperaciones inminentes que siempre están a punto de ocurrir y que nunca ocurren. ¿Y sabes lo peor?... Que el pobre tipo estaba allí, delante de mí, y aún decía: No se lo tome así, don Fulgencio, ya me las arreglaré. Y me consolaba.»
¿Qué voy a hacer ahora ?.
El segundo gintonic, Pencho se vuelve hacia mí. Hace quince minutos que aguardo, paciente, esperando que se decida a contármelo. Por fin hace sonar el hielo en el vaso, me mira un instante a los ojos y aparta la mirada, avergonzado. «Hoy he cerrado la empresa», dice al fin. Después se calla un instante, bebe un trago largo y sonríe a medias con una amargura que no le había visto nunca. «Acabo de echar a la calle a cinco personas.»
Puede ahorrarme los antecedentes. Nos conocemos hace mucho tiempo y estoy al corriente de su historia, parecida a tantas: empresa activa y rentable, asfixiada en los últimos años por la crisis internacional, el desconcierto económico español, el cinismo y la incompetencia de un Gobierno sin rumbo ni pudor, el pesebrismo de unos sindicatos sobornados, la parálisis intelectual de una oposición corrupta y torpe, la desvergüenza de una clase política insolidaria e insaciable. Pencho ha estado peleando hasta el final, pero está solo. Por todas partes le deben dinero. Dicen: «No te voy a pagar, no puedo, lo siento», y punto. Nada que hacer. Los bancos no sueltan ni un euro más. Las deudas se lo comen vivo; y él también, como consecuencia, debe a todo el mundo. «Debo hasta callarme», ironiza. Todo al carajo. Lleva un año pagando a los empleados con sus ahorros personales. No puede más.
Cinco tragos después, con el tercer gintonic en las manos, Pencho reúne arrestos para referirme la escena. «Fueron entrando uno por uno –cuenta–. La secretaria, el contable y los otros. Y yo allí, sentado detrás de la mesa, y mi abogado en el sofá, echando una mano cuando era necesario… Se me pegaba la camisa a la espalda contra el asiento, oye. Del sudor. De la vergüenza… Lo siento mucho, les iba diciendo, pero ya conoce usted la situación. Hasta aquí hemos llegado, y la empresa cierra.»
Lo peor, añade mi amigo, no fueron las lágrimas de la secretaria, ni el desconcierto del contable. Lo peor fue cuando llegó el turno de Pablo, encargado del almacén. Pablo –yo mismo lo conozco bien– es un gigantón de manos grandes y rostro honrado, que durante veintisiete años trabajó en la empresa de mi amigo con una dedicación y una constancia ejemplares. Pablo era el clásico hombre capaz y diligente que lo mismo cargaba cajas que hacía de chófer, se ocupaba de cambiar una bombilla fundida, atender el correo y el teléfono o ayudar a los compañeros. «Buena persona y leal como un doberman –confirma Pencho–. Y con esa misma lealtad me miraba a los ojos esta mañana, mientras yo le explicaba cómo están las cosas. Escuchó sin despegar los labios, asintiendo de vez en cuando. Como dándome la razón en todo. Sabiendo, como sabe, que se va al paro con cincuenta y siete años, y que a esa edad es muy probable que ya no vuelva a encontrar jamás un trabajo en esta mierda de país en el que vivimos… ¿Y sabes qué me dijo cuando acabé de leerle la sentencia? ¿Sabes su único comentario, mientras me miraba con esos ojos leales suyos?» Respondo que no. Que no lo sé, y que malditas las ganas que tengo de saberlo. Pero Pencho, al que de nuevo le tintinea el hielo del gintonic en los dientes, me agarra por la manga de la chaqueta, como si pretendiera evitar que me largue antes de haberlo escuchado todo. Así que lo miro a la cara, esperando. Resignado. Entonces mi amigo cierra un momento los ojos, como si de ese modo pudiera ver mejor el rostro de su empleado. Aunque, pienso luego, quizá lo que ocurre es que intenta borrar la imagen del rostro que tiene impresa en ellos. Cualquiera sabe.
«¿Y qué voy a hacer ahora, don Fulgencio?... Eso es exactamente lo que me dijo. Sin indignación, ni énfasis, ni reproche, ni nada. Me miró a los ojos con su cara de tipo honrado y me preguntó eso. Qué iba a hacer ahora. Como si lo meditara en voz alta, con buena voluntad. Como si de pronto se encontrara en un lugar extraño, que lo dejaba desvalido. Algo que nunca previó. Una situación para la que no estaba preparado, en la que durante estos veintisiete años no pensó nunca.»
«¿Y qué le respondiste?», pregunto. Pencho deja el vaso vacío sobre la mesa y se lo queda mirando, cabizbajo. «Me eché a llorar como un idiota –responde–. Por él, por mí, por esta trampa en la que nos ha metido esa estúpida pandilla de incompetentes y embusteros, con sus brotes verdes y sus recuperaciones inminentes que siempre están a punto de ocurrir y que nunca ocurren. ¿Y sabes lo peor?... Que el pobre tipo estaba allí, delante de mí, y aún decía: No se lo tome así, don Fulgencio, ya me las arreglaré. Y me consolaba.»
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Y con el suyo compañero meatonthetable .
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- Hectorvillajos
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo







Hacia tiempo que no lloraba.
Saludos y buenos tiros.
Un hombre no vale tanto cuanto tiene,
si no tanto cuanto ha valido su palabra.
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- Brubaker
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Laconico, genial siempre.
Ya podriamos tener algun politico asi.
Uno, ? es mucho pedir ?
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Uno, ? es mucho pedir ?

- marroyol
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo





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- Nikii
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Es lo triste de este pais, no que todo se caiga como un castillo de naipes, sino la dictadura laboral que existe, que nadie quiera contratar a una persona con experiencia, porque es mayor. Que prefieran gente joven, docil, maleable, sin cargas familiares y a la que puedan hacer trabajar mas de ocho horas por la mitad de sueldo que a un señor con años, experiencia y cargas familiares.
Eso es lo verdaderamente triste de España, la mentalidad de pueblerinos que tenemos. Espero, que seamos lo suficientemente inteligentes para sacar lo bueno de lo malo y aprendamos algo... aunque sinceramente, lo dudo mucho.
Un saludo.
Eso es lo verdaderamente triste de España, la mentalidad de pueblerinos que tenemos. Espero, que seamos lo suficientemente inteligentes para sacar lo bueno de lo malo y aprendamos algo... aunque sinceramente, lo dudo mucho.
Un saludo.
"La ventaja de ser inteligente es que se puede pasar por imbécil, mientras que al revés es imposible." - Woody Allen
Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Verdaderamente escalofriante; pero no por eso menos repetido y lo que falte, desgraciadamente.
Que Dios reparta suerte; porque justicia parece que no.
Que Dios reparta suerte; porque justicia parece que no.
- dilingues
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
No, lo triste de España, no es que nadie quiera contratar a gente con experiencia, es que la mayoría no pueden, aunque quisiesen contratar ni a gente mayor, ni a jovenes, por que la mayoría en que se ven de mantener a los empleados que tienen.
En la empresa de mi padre, no hay empleados, son socios, y aún así en que se ven de pagar su seguridad social, y sacar adelante la empresa, aguantando los impagos de muchos clientes, algunos de ellos amigos de toda la vida, que por circunstancias de esta puñetera crisis han quedado endeudados hasta el cuello. Están en la empresa perdiendo dinero, con la esperanza de que la cosa mejore, y aguantando, si hay que pasa el més con 200 euros porque el resto de ganancias se han ido para pagar deudas de la empresa, pues se pasa que remedio, y aún así las deudas se los comen, están día a día en la cuerda floja, con la esperanza de alcanzar el final de esa cuerda, pero con el mal trago diario de saber que en cualquier momento pueden caer.
La de mi tío ya cayó hace 2 años, por varios impagos que les llevaron a pique (esta era del sector de la construcción), y no ha sido nada fácil para él.
y por desgracia este es el pan de cada día en nuestro país.
En la empresa de mi padre, no hay empleados, son socios, y aún así en que se ven de pagar su seguridad social, y sacar adelante la empresa, aguantando los impagos de muchos clientes, algunos de ellos amigos de toda la vida, que por circunstancias de esta puñetera crisis han quedado endeudados hasta el cuello. Están en la empresa perdiendo dinero, con la esperanza de que la cosa mejore, y aguantando, si hay que pasa el més con 200 euros porque el resto de ganancias se han ido para pagar deudas de la empresa, pues se pasa que remedio, y aún así las deudas se los comen, están día a día en la cuerda floja, con la esperanza de alcanzar el final de esa cuerda, pero con el mal trago diario de saber que en cualquier momento pueden caer.
La de mi tío ya cayó hace 2 años, por varios impagos que les llevaron a pique (esta era del sector de la construcción), y no ha sido nada fácil para él.
y por desgracia este es el pan de cada día en nuestro país.
- Nikii
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
dilingues escribió:No, lo triste de España, no es que nadie quiera contratar a gente con experiencia, es que la mayoría no pueden, aunque quisiesen contratar ni a gente mayor, ni a jovenes, por que la mayoría en que se ven de mantener a los empleados que tienen.
En la empresa de mi padre, no hay empleados, son socios, y aún así en que se ven de pagar su seguridad social, y sacar adelante la empresa, aguantando los impagos de muchos clientes, algunos de ellos amigos de toda la vida, que por circunstancias de esta puñetera crisis han quedado endeudados hasta el cuello. Están en la empresa perdiendo dinero, con la esperanza de que la cosa mejore, y aguantando, si hay que pasa el més con 200 euros porque el resto de ganancias se han ido para pagar deudas de la empresa, pues se pasa que remedio, y aún así las deudas se los comen, están día a día en la cuerda floja, con la esperanza de alcanzar el final de esa cuerda, pero con el mal trago diario de saber que en cualquier momento pueden caer.
La de mi tío ya cayó hace 2 años, por varios impagos que les llevaron a pique (esta era del sector de la construcción), y no ha sido nada fácil para él.
y por desgracia este es el pan de cada día en nuestro país.
Hola compañero, vale que hay casos y casos, pero cuando todo se supone iba bien, a los mayores de 45 años no se los rifaban precisamente, por lo menos en los sectores en los que yo me movía.
Y lo peor, tampoco se les promocionaba, era mejor promocionar a la gente joven, para poderlos manejar como a plastilina y hacer de ellos lo que la "corporacion" queria, así les ha ido, por cierto...
No digo que haya excepciones, pero la verdad, siendo fieles a la realidad, es que todos arrugaban el ceño al recibir un curriculum de una persona mayor de 45 años ...
En cuanto al articulo, pues triste realidad, pero como lo bueno pasa, espero que esto tambien pase, mientras tanto, a sobrevivir nos toca... y si tocaramos fondo, pues ya solo podemos cojer impulso e ir hacia arriba... eso si no nos ahogamos, que mira que hemos tragado mentiras y mirabamos para otra parte, ahora no podemos quejarnos, tenemos lo que hemos elegido... ya sabes a que me refiero... "hemos tropezado dos veces con el mismo zapato".
Un saludo
"La ventaja de ser inteligente es que se puede pasar por imbécil, mientras que al revés es imposible." - Woody Allen
Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Nikii escribió:Es lo triste de este pais, no que todo se caiga como un castillo de naipes, sino la dictadura laboral que existe, que nadie quiera contratar a una persona con experiencia, porque es mayor. Que prefieran gente joven, docil, maleable, sin cargas familiares y a la que puedan hacer trabajar mas de ocho horas por la mitad de sueldo que a un señor con años, experiencia y cargas familiares.
Eso es lo verdaderamente triste de España, la mentalidad de pueblerinos que tenemos. Espero, que seamos lo suficientemente inteligentes para sacar lo bueno de lo malo y aprendamos algo... aunque sinceramente, lo dudo mucho.
Un saludo.
Me parece que no eres empresario ni has contratado nunca a nadie. Lo que se busca es buen hacer y experiencia, si un empresario sabe las cualidades de una persona y la necesita te aseguro que no es ningún impedimento la edad.
Saludos y buenos tiros.
Un hombre no vale tanto cuanto tiene,
si no tanto cuanto ha valido su palabra.
si no tanto cuanto ha valido su palabra.
-
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
Malditos sean.
Ellos han montado este desastre. Porque lo han montado. Lo han montado porque son insaciables, y porque no tienen corazón alguno. Su egoismo, su insaciabilidad, no tiene ni conoce límites.
Y los inútiles de mierda que pululan por ahí, encima lo agravan. Y van TODOS de salvapatrias. Todos dicen saber como solucionarlo, todos tienen la razón, todos dicen que el contrario se equivoca, y todos tienen un nivel de vida que ni soñamos el resto de mortales. ¿CÓMO ME VA A REPRESENTAR CUALQUIERA DE ESTOS A MI? ¿PERO... TENEMOS ALGO EN COMÚN? Mentira cochina, no valen una mierda todos juntos, ni los verdes, ni los blancos, ni los rosas. En un barco había que meterlos a todos y hundirlo en alta mar.
Dan ganas de ponerse a llorar de asco, y son las 7 y pico de la mañana de un sábado.
No me viene a la mente conocer a NADIE que no esté jodido o tenga a alguien jodido... jodidos de veras, y sin visos de solución.
Ellos han montado este desastre. Porque lo han montado. Lo han montado porque son insaciables, y porque no tienen corazón alguno. Su egoismo, su insaciabilidad, no tiene ni conoce límites.
Y los inútiles de mierda que pululan por ahí, encima lo agravan. Y van TODOS de salvapatrias. Todos dicen saber como solucionarlo, todos tienen la razón, todos dicen que el contrario se equivoca, y todos tienen un nivel de vida que ni soñamos el resto de mortales. ¿CÓMO ME VA A REPRESENTAR CUALQUIERA DE ESTOS A MI? ¿PERO... TENEMOS ALGO EN COMÚN? Mentira cochina, no valen una mierda todos juntos, ni los verdes, ni los blancos, ni los rosas. En un barco había que meterlos a todos y hundirlo en alta mar.
Dan ganas de ponerse a llorar de asco, y son las 7 y pico de la mañana de un sábado.
No me viene a la mente conocer a NADIE que no esté jodido o tenga a alguien jodido... jodidos de veras, y sin visos de solución.
- Nikii
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
NicolasGY escribió:
Me parece que no eres empresario ni has contratado nunca a nadie. Lo que se busca es buen hacer y experiencia, si un empresario sabe las cualidades de una persona y la necesita te aseguro que no es ningún impedimento la edad.
Saludos y buenos tiros.
Hola compañero, ójala todos pensaran como vosotros, no, no soy empresario, pero si conoces la empresa Metrolico, a mi me tocó hacer selección de personal en ella, y solo hablo por mi experiencia y por lo que he visto. Y he defendido lo indefendible, cuando veia curriculums de personas con sus añitos, todo eran pegas. No se contrataba a gente a partir de determindada edad y lo peor, he visto como les daban "boleta" a compañeros que iban cumpliendo años

Me imagino, que dependerá del sector en que te muevas.
Un saludo.

"La ventaja de ser inteligente es que se puede pasar por imbécil, mientras que al revés es imposible." - Woody Allen
- homer
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Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
me encanta como escribe 

Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado,sucio,con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él,es un héroe, es un español(Jí¼rgens Comandante General del XXXVIII - Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht)
Re: "¿qué voy a hacer ahora?" el magnífico artículo de D. Arturo
homer escribió:me encanta como escribe
A mí también
La lástima es que en este caso no es una novela.. si no la dura realidad
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