Keith20 escribió:Mikel
Lo del blanco en movimiento no es sabido para nada masivamente desde hace un siglo, si asi fuera quiere decir que nadie lee al respecto.
Ademas es en los ultimos años que en los foros y articulos se está tratando este tema.
Sucede que un par de ingleses como Burroughs por ejemplo se dieron cuenta de lo que describimos ya principios del siglo XX usaron un circulo giratorio para esos efectos que tampoco daba el resultado requerido en forma completa.
De ahi en adelante John Olin hizo pruebas mas profundas creando a la postre el cartucho Super X vendido a la Winchester quien a posterioridad profundizó las pruebas para demostrar la vital importancia que posee el tener un chorro mas corto, no es casualidad que los cartuchos con el chorro mas corto o Short Shot String sean los mas mortiferos y con mas alcance sin necesidad incluso de grandes cargas de plomo.
Incluso por los años 60´s y 70´s las marcas gringas promocionaban cartuchos con la leyenda "Short Shot String" de 32 y 36 grs de plomo.
Entremedio el genial Bob Brister hizo sus propias pruebas con la ayuda de su esposa y una station wagon para demostrar eso y muchas cosas mas como que el plomeo de 28 grs del 16 es el que posee dicho chorro mas corto de ahi que algunos sostengan que cazan mas lejos y mejor con el 16 que con el 12 y mas gramos.
Curiosamente el choke cilindrico alarga mas el chorro de plomos que los chokes cerrados, al reves de lo que dices tu, mientras si es cierto que los plomos blandos, la alta presion y la alta velocidad contribuyen a alargarlo tambien.
Los cartuchos modernos de taco de fieltro sobretodo ingleses tienden a copiar mejor el choke sobretodo si van con plomo endurecido y e sun mito que abren mas el plomeo.
En la revista The Field vi un articulo en el que no se apreciaba diferencia alguna entre fieltro y copa plastica con conteo de impactos y % claro que en planchas estaticas ambos.
keith20
Keith20,
No se de dónde te has sacado que yo he dicho que ese fenómeno fuera
“sabido masivamente desde hace un siglo”. Lo que he afirmado, y me ratifico en ello, es, y cito literalmente:
“Como eso es sabido desde hace bastante más de un siglo…” que es algo muy diferente. El común de los cazadores puede que no lo supiera entonces e incluso siga ignorándolo ahora, pero los especialistas y muchísimos cazadores o tiradores bien informados de los aspectos técnicos de su deporte, lo sabían entonces y lo saben ahora. El que algunos se acaben de enterar hace cuatro días o incluso ayer mismo no demuestra lo contrario.
Eso de que
“es en los ultimos años que en los foros y articulos se está tratando este tema” demuestra lo mismo que lo anterior: nada. En las revistas especializadas de cierto nivel se ha venido tratando desde hace también más de cien años. Incluso en alguna española recuerdo haber leído algo al respecto hace como mínimo 30 años (creo recordar que en Caza y Pesca). Otra cosa es que algunos que sólo han aprendido algo a través de Internet estén convencidos de que antes del nacimiento de los foros cibernéticos el mundo se encontraba sumido en la ignorancia, ya que previamente la gente sería incapaz de transmitirse los conocimientos.
También estás errado en que los ingleses descubrieron el fenómeno a principios del siglo XX. Por los franceses ya era conocido desde al menos el siglo XVIII, y entre los naturales de La Pérfida Albión ya lo menciona Hawker en
“Instructions to Young Sportsmen in All That Relates to Guns and Shooting“ (escrito en 1814, casi dos siglos atrás) pero sin haber sido estudiado en profundidad, que es lo que sí hacen más tarde también los ingleses, aunque en contra de lo que tú dices también equivocadamente, bastante antes de principios del siglo XX. Ya en 1890 fueron publicados artículos como el de Ivatt en
“The Field” de Septiembre de 1890 (¡hace 122 años!) en el cual describe como empleó blancos montados en vehículos sobre carriles viajando a alta velocidad. Como ves, esa idea es muy, pero que muy anterior a la del yanki con la ranchera. Pero ya mucho antes (desde 1875, o sea, hace la friolera de 137 años) lo había estudiado bastante bien utilizando sistemas como cilindros rotatorios primero, discos giratorios después, y por último bandas en movimiento Griffith, quien por entonces era el balístico jefe de la casa
Schultze Powder Company (estudios publicados en
“The Field”, en los números de Abril de 1887 y Noviembre de 1888). Este Griffith es el de los discos giratorios, al que tú confundes con un supuesto Burroughs, y como ves los discos no son tampoco de principios del XX.
Esos resultados fueron reflejados en libros técnicos popularísimos, como
“Modern Shot Guns” (Greener, 1891),
“The breech-Loader, and how to use it” (Greener, 1898) o
“The gun and his development” (Greener, 1910) además de las revistas más leídas de su tiempo, como la mentada
“The Field” o
“Land and Water”. Por tanto, ya en el siglo XIX decenas de miles de deportistas anglosajones y también de muchos otros países estaban perfectamente al tanto de la cuestión.
Sin llegar al nivel de artificiosidad de los citados, ya se habían efectuado experimentos para determinar el alargamiento del plomeo en Inglaterra desde 1859 y en USA desde 1873. En otros países, como Alemania y Francia también por entonces se hicieron estudios al respecto.
Experimentos tan sofisticados como fotografías para determinar con total exactitud el alargamiento de la plomada en vuelo se llevaron a cabo en fechas tan tempranas como 1891 por el científico inglés M. Boys. Si quieres ver esas fotografías, así como el procedimiento utilizado para su obtención, lo tienes en el nº correspondiente al 15 octubre de 1892 de la
“Revue Générale des Sciences”.Vamos, que eso de que un par de ingleses se dieron cuenta de la cosa a principios del siglo XX, es ignorar completamente el origen de la cuestión y el alcance de la extensión de su conocimiento ya en los tiempos de Maricastaña.
Y no hubo que esperar a Brister para hacer experimentos con blancos montados sobre automóviles. Ya Burrard los llevó a cabo en 1923 con planchas de hierro montadas sobre un Ford “T”. Precisamente esos experimentos son los que llevaron a hacer creer a mucha gente, entre los que parece que te incluyes, que los cañones cilíndricos siempre alargan más la plomada que los dotados de choke, lo cual sólo es cierto en ciertas circunstancias, aunque el aclarar este punto lo dejo para un poco más adelante. Burrard es quien puede haberte hecho inventar el nombre de Burroughs, ya que en inglés los dos nombres suenan de forma relativamente similar.
Los cartuchos con menor longitud de la plomada son efectivamente en principio algo más efectivos desde el punto de vista balístico en cuanto a alcance y energía media de todos los perdigones que los que la tienen mayor, y en ningún momento he dicho lo contrario, pero esto sólo lo es dando por supuesto que todos los demás factores se mantienen idénticos, lo cual no suele ser así, y además esa superioridad sólo lo es en cuantía muy ligera. Esencialmente esa ventaja teórica se debe a que una plomada más larga en la mayor parte de los casos implica que quellos perdigones que están retrasados respecto a la más corta (por detrás de los últimos de ésta) llevan una velocidad algo menor. Esto, en términos rigurosos, es así, pero en realidad esos perdigones sólo son un pequeño porcentaje del número total y la diferencia de velocidad no es muy acusada salvo a distancias extremas. Por tanto, sólo en cartuchos muy malos, que generan plomadas alargadísimas y en tiros a blancos muy distantes es un factor de significativa importancia. En los casos normales, dada la homogeneidad de la cartuchería moderna de calidad, ese factor es casi despreciable. Otra cosa es que la propaganda de las casas fabricantes, como en su día la de Winchester, lo venda como si fuera la solución a todas las piezas perdidas o platos no rotos. En ese tipo de mixtificaciones los departamentos de mercadotecnia son tan exitosos que muchas veces (aunque no es éste el caso) nos venden la moto de productos con nuevas características en las que tan sólo se ha buscado rebajar los costos de fabricación como si fueran una mejora técnica buscada exprofeso, cuando en realidad se limitan a resaltar las ventajas relativas menores (ya que todo tiene alguna ventaja relativa en comparación con cualquier otra cosa) sobre el producto antiguo, aunque en realidad, tomando todos los aspectos en cuenta, el viejo era muchas veces claramente mejor. Como ejemplo, el caso del Winchester 70 post-’64 es paradigmático.
Eso que decía Brister (un magnífico tirador y divulgador, por otro lado) de que el plomeo generado por el cartucho 16 con carga de 28 gramos es el más corto de todos, es una chorrada como un castillo. Aunque no voy a ponerme a demostrarlo aquí, porque eso llevaría muchas páginas, cualquier calibre con una misma relación de longitud de la columna de plomos dentro del cartucho en relación a su calibre (R=H/D), da por principio resultados balísticos exactamente iguales respecto a los efectos de plomeo, siempre que todos los demás factores permanezcan iguales. Esto es impepinablemente así por razones físicas, materia que no era precisamente la fuerte de Brister. Y era ya sobradamente conocido desde el punto de vista teórico desde finales del XIX, momento desde la cual millares de pruebas no han hecho más que confirmarlo una y otra vez. De ahí viene que los ingleses ya entonces establecieran como los cartuchos más equilibrados del 12 aquellos que llevaban una carga de 32 gramos, del 16 los de 28 gramos, del 20 los de 24 gramos, etc. Y la prueba definitiva de ello es la siguiente: cuando ya hace bastantes años se limitó la carga de perdigón en algunas modalidades olímpicas primero, y en muchas otras después a 28 gramos, ¿Cuántos tiradores cambiaron sus armas del 12 por otras del 16?... ¿acaso miles? ¿cientos? ¿decenas? ¿uno? … ¿ninguno…?. No. No cambiaron al 16, como después tampoco lo han hecho al rebajarse nuevamente la carga a 24 gramos. ¿Y sabes porqué? Porque con los modernos cartuchos especializados y sus estudiadísimos tacos contenedores los plomeos son mejores con columnas de perdigón más cortas en el cartucho incluso que las establecidas por los ingleses un siglo atrás. La regla de oro inglesa había sido deducida tras estudiar el comportamiento de las cargas en armas de la época, con cartuchos de la época, y tacos de fieltro de la época, que representan la diferencia fundamental. Modernamente, y también por razones físicas perfectamente explicadas, se sabe que es mejor seguir tirando con el 12 y columnas de perdigón más cortas. Y los palmarés deportivos de varias décadas lo confirman sin sombra de duda. Brister estaba errado, y tú también al hacerle caso.
También erraba, entre otras cosas cuando aseguraba que el primero en tomar fotografías en vuelo de la plomada fue Quayle, técnico de la Peters Cartridge Company, en 1928. Como ya dije antes, el primero fue Boys treinta años antes, y de esto estoy seguro porque yo sí he visto las fotos del artículo. Otra vez yerra Brister cuando dice que en los experimentos de Ivatt la vagoneta tan sólo iba a 11 millas por hora. Con eso me terminó de convencer de que muchas veces no hablaba más que de oídas, y que seguro que muchas veces ni siquiera había oído bien. Yo tengo el artículo original de Ivatt, y se efectuaron pruebas a 11’4, 22’8, 28’25 y 32 millas por hora. Esta última velocidad es equivalente casi a unos 15 m/s, similar a la de muchas aves.
Cuando me he referido a las cargas para cartuchos más equilibradas según los ingleses decimonónicos me he querido referir a los de caza. Por un montón de razones perfectamente racionales en su tiempo, modalidades de caza principales en la época, y estado de la técnica de su tiempo, ellos llegaron a la conclusión de que los cartuchos más efectivos para sus ojeos eran los cargados con 28 gramos de perdigón a una velocidad inicial de unos 370 m/s. Esto, con los modernos componentes, ya hace tiempo que perdió su validez. Y por eso se fue abandonando paulatinamente el calibre 16 en favor del 12, aun cuando se dispararan cargas de 28 gramos.
El problema de Brister, como el de muchos otros, es que como simple particular no puede disponer del tiempo, dinero y recursos técnicos, así como tampoco de la formación adecuada en todas las áreas implicadas como para realizar pruebas absolutamente exhaustivas, libres de todo sesgo, y con la interpretación de los resultados fuera de todo reproche que sería de desear. El, como cualquier otro aficionado, efectúa unas pruebas que aunque pueden parecerle amplísimas y perfectamente diseñadas, son en realidad muy limitadas y defectuosas. Pero en cuanto alcanza en unas cuantas algún resultado concordante con algún tipo de explicación seudocientífica, ya creen haber descubierto una ley universal. Y eso no es así.
El escollo fundamental en experimentación balística es la increíble cantidad de variables, muchas de ellas de función exponencial, que se encuentran siempre presentes en cada experimento. El simple aficionado, e incluso un aficionado relativamente avanzado, no tienen ni la más remota idea de ello. La amplitud de las consecuencias de un detalle menor puede llegar a ser pasmosa. El resultado es que tras cientos de años de ciencia balística, billones (sí, billones) invertidos en investigación, un tiempo incalculable invertido por decenas de mentes preparadísimas, y un conocimiento acumulado que llenaría decenas de bibliotecas, aún seguimos ignorando muchísimas cosas.
De ahí que el pontificar sobre cualquier cosa en esta materia es muy, muy arriesgado. Como por ejemplo, sobre la influencia del grado de choke en la profundidad de la plomada en vuelo. Al exponer las causas principales que influyen en el alargamiento, yo afirmé que un mayor estrechamiento en la boca del cañón tenía como consecuencia el
alargamiento del huso. Bien, esto es así
siempre. Y existen razones físicas para ello, corroboradas por multitud de experiencias prácticas a lo largo de los años. La primera explicación completa y satisfactoria que yo conocí venía explicada en la obra
“La cartuccia a pallini”, de Granelli. La obra, editada en 1987, es la más completa que conozco, tocando en profundidad todos los aspectos relevantes a esta materia, a la que está dedicada en exclusividad. Dada la aseveración que hiciste, supongo que tampoco la has leído. Si lo haces algún día, ahí encontrarás unas bonitas fotos de plomadas en vuelo, tomadas en un laboratorio balístico alemán, en las que la única variable es la el grado de choke, y donde se aprecia palmariamente que el cañón cilíndrico genera un menor alargamiento de la plomada que el estrangulado (están en las páginas 206 y 207). Esa diferencia es especialmente notable a distancias cortas, reduciéndose a las medias, y aproximándose más aún a las largas, como demuestra Lowry en su artículo
“Shotshell Ballistics Reconsidered”, publicado en el número de Diciembre de 1989 de
“American Rifleman”. Pero el hecho es que es el propio efecto del choke, que se inventó precisamente para disminuir el diámetro de la plomada en vuelo, el que hace que a la salida del cañón el chorro de perdigones se alargue, esto es, aumente su longitud en relación a su diámetro, que es lo que se pretende con su diseño. Es el propio choke el que induce un diferencial mayor de velocidades entre los perdigones delanteros sobre los traseros que el que poseen los disparados en tubos sin choke, y por eso ya desde la boca, el chorro se alarga cada vez más.
Insisto una vez más: el
alargamiento siempre es superior con chokes cerrados que con los abiertos, a todas las distancias de vuelo. Otra cosa completamente diferente es que la
longitud total de la plomada en vuelo pueda ser mayor en según que circunstancias al disparar con cilíndrico o cilíndrico modificado que con choke completo. El efecto de turbulencia que crean los perdigones que viajan en cabeza de la plomada hace que la resistencia aerodinámica encontrada por los perdigones que los siguen sea menor, por lo que la retardación aerodinámica del conjunto de los perdigones es menor en los primeros metros de vuelo, cuando los perdigones viajan aún muy agrupados. Una vez que empiezan a separarse, lo que ocurre entre los uno a tres metros en cañones cilíndricos y los cuatro a siete metros en los que tienen choke completo, ese efecto desaparece. Según en qué casos (tipo de taco o contenedor, presión de los gases en boca, tipo y dureza del perdigón, etc., etc., ) ese diferencial menor de retardación provocado por la menor resistencia aerodinámica sufrida por los perdigones más retrasados puede llegar a compensar el menor alargamiento de la perdigonada disparada por el cilíndrico igualando su distancia total a distancias tan cortas como seis metros, aunque otras veces no lo logra de manera manifiesta (en el grupo principal de perdigones o grupo efectivo) hasta ya pasados los quince o veinte. Hasta el propio Brister reconoce que la relación entre la longitud del huso y el Choke no están relacionados sistemáticamente a larga distancia a causa de las variables más arriba citadas. Pero la importancia de todo esto en la realidad es nula, ya que la pretendida superioridad de las columnas de perdigones más cortas provocadas por el choke, aún de existir la relación que tú erróneamente pareces dar como segura, se manifestaría de manera palpable tan sólo a distancias largas, esto es de 35 a 45 metros, y a esas distancias nunca se tira con cañón cilíndrico o chokes de la máxima apertura, a causa de la bajísima densidad de plomeo que tendrían a esas distancias. Repito: en la realidad su trascendencia es cero. No existe.
Ya el
“Flightometer” de Olin (que también conozco y sé como funciona) probó definitivamente que los perdigones deformados eran la principal causa del alargamiento de la longitud total de la plomada a largas distancias. Por cierto que su principio de funcionamiento está copiado del disco rotatorio de Griffith. Y he dicho definitivamente, porque ya Journeé en su obra
“Le tirs des fusils de chasse” publicado en 1888 explicaba perfectamente el alargamiento, el cual describía con exactitud y daba imágenes de su vista en vuelo, atribuyéndolo a la diferencia de peso entre perdigones, a sus diferentes diámetros dentro de la misma carga y las deformaciones que les restaban esfericidad. Fíjate lo que sabían ya del tema hace 124 años, y eso que no había Internet …
Por cierto, aquí tu admirado Brister vuelve a meter la pata, pues reclama lo que Journeé y otros ya sabían en 1888 como un descubrimiento de Olin treinta años después, y además dice ¡que con ello se adelantó muchos años a su tiempo!. Indudablemente, o Brister se tragaba toda la propaganda de Winchester como si fuera la palabra de Dios, o estaba patrocinado por la firma y se comportaba como un estómago agradecido. ¿Qué sería? ¿Tendría algo que ver que el Winchester le patrocinaba por entones como tirador? ¿Tendría algo que ver que Winchester fué quien publicó su libro? ¿Tendría algo que ver que John Olin era por entonces el propietario de Winchester? Aaaaahhh … Quizás nunca lo sabremos …
Precisamente fueron los técnicos de Winchester quienes refutaron algunas de las conclusiones de Burrard cuando usando fotografías estroboscópicas de la plomada en vuelo demostraron que los husos de perdigones eran mucho más largos con cargas comunes de la época de lo que Burrard manifestaba.
Por lo que veo, todo lo que te suena del tema parece haber sido extraído únicamente del libro
“Shotgunning, the Art and the Science“, de Brister (1976), con su limitada información, sus mixtificaciones interesadas y sus errores incluidos. Aunque también pudiera dar la impresión de que ni siquiera pareces haberlo leído de primera mano, dada la cantidad de confusiones respecto a lo realmente escrito en su texto. ¿No habrá sido que lo has leído en algún foro o reseña de la red?. Internet a veces es muy tramposa, y aquí tampoco puede uno creerse todo lo que otros cuentan. En todo caso, aunque en un principio pudiera parecerlo a quien no haya leído la obra de Brister, no has reflejado ni remotamente en su verdadera extensión el formidable peloteo que Brister le dedica a su “padrino”.
Curiosamente, el mismo Brister está en desacuerdo, al menos parcialmente, con esa afirmación tuya de
“la vital importancia que posee el tener un chorro mas corto”, señalando las ventajas intrínsecas que posee el tenerlo más alargado al ayudar a compensar de manera automática los errores de adelantamiento, aunque en su opinión sí pudiera suponer cierta desventaja en los tiros muy lejanos a blancos muy rápidos en trayectoria ortogonal, como la caza de patos al paso. Por su lado, Burrard, como la casi totalidad de los que han estudiado este fenómeno de manera algo más que superficial, está completamente en desacuerdo contigo. Afirma que en la práctica, los efectos del alargamiento de la plomada son casi insignificantes y carecen de consecuencias para el tirador. Y así casi todos, menos, por supuesto, algunos fabricantes de cartuchos caros, como Winchester. O al menos así lo hacen en su propaganda, porque a lo mejor, de puertas a dentro, sus ingenieros opinan lo contrario …
Existe un magnífico artículo escrito por Edward D. Lowry en el número de noviembre de 1979 de
“American Rifleman”, con el título
“The effect of a Shot String” en el que se describe un método cuantitativo para la determinación de las consecuencias de la profundidad de la plomada en el patrón de plomeo. En ese artículo, se aborda con métodos científicos rigurosos la influencia real de ese efecto en la efectividad terminal del tiro. Al final, el autor termina concluyendo que en la práctica, ni siquiera en tiros al paso a los patos a máxima distancia tiene una importancia apreciable. Lowry, mira tú por donde, era ni mas ni menos que el técnico balístico de que se encargó precisamente de la determinación científica de esa efectividad, partiendo de las filmaciones cinematográficas a cámara lenta de la plomada en vuelo, cuando trabajaba para la casa Winchester/Olin, donde llegó a ser el Jefe del departamento de Investigación.
Oberfell y Thompson, científicos de la Universidad de Oklahoma, escribieron en 1957 el libro
“Mysteries of Shotgun Patterns”, considerada universalmente la obra con diferencia más completa y fundamentada sobre el plomeo de las escopetas y sus efectos. En ella concluyen también que el efecto de la longitud de la plomada sobre la efectividad del tiro es despreciable.
En cuanto a mi opinión sobre
“la vital importancia” del fenómeno, creo que en mi mensaje anterior al respecto dejé bien demostrado porqué carece en la práctica de importancia, fundamentándolo desde un punto de vista analítico que asimismo considero irrebatible. Ahora, si después de lo que expuesto hasta aquí estás dispuesto a intentarlo, acepto encantado el reto.
Personalmente no tengo ni por asomo ningún motivo para creer que Brister tuviera la genialidad que tú le atribuyes, ni muchísimo menos. Es más, además de sus groseros fallos metodológicos y su ignorancia, pienso que fue bastante deshonesto. Y no sólo me refiero al tema Olin/Winchester. Me parece que el intentar atribuir a toda costa cierta relevancia deletérea a la longitud total de la plomada no fue más que un modo de justificarse ante sí mismo y su esposa ante la inmensa cantidad de tiempo y esfuerzo dedicado a “descubrir la pólvora”, como decimos por aquí, con resultados que él mismo reconoce cómo más bien decepcionantes. No procede a ninguna justificación analítica (léase matemática) rigurosa de aquella conclusión, acudiendo a los argumentos semi-intuitivos comunes a todos los que han tratado de adjudicar importancia al fenómeno, con los pobres resultados siempre inherentes a ese tipo de aproximación.
Vamos por fin a tus últimas aseveraciones:
No es para nada un mito el que los tacos de fieltro tiendan a abrir los plomeos más que los tacos contenedores. Si ambos están perfectamente adaptados a función de cerrar el plomeo al máximo, el taco contenedor siempre cerrará más el plomeo que el de fieltro. Y esto es así porque el taco-contenedor evita el rozamiento de los perdigones contra el cono de forzamiento, las paredes interiores del ánima, e incluso contra la zona de agolletamiento del choke, de estar presente éste. Todos éstos rozamientos siempre generan deformaciones en los perdigones de plomo, por muy endurecidos que sean éstos, aunque es verdad que en los de máxima calidad la deformación es mucho menor. Tan sólo en los de acero y algunos modernos de aleaciones especiales para la caza de acuáticas la deformación por rozamiento es casi inapreciable. La deformación de los perdigones es una de las causas principales de que el plomeo tienda a abrirse (y a chorrear más) a pesar de que tales perdigones sean por demás perfectamente esféricos y de dimensión uniforme antes del tiro. Bien es verdad que la mayor causa de deformación es la presión que ejercen los situados más adelantados en el cartucho sobre los que se encuentran debajo en virtud del empuje reactivo inercial, pero este efecto se puede mitigar enormemente utilizando materiales sintéticos de amortiguación como el “Super Grex”. Este tipo de compuestos, sin embargo, no inhibe en manera alguna el rozamiento de los perdigones contra el ánima, cosa que sí hace el taco-contenedor.
Ya desde finales del siglo XIX se vendían cartuchos con sistemas de protección de los perdigones contra el rozamiento del ánima, y ya también en esos tiempos disponían de perdigón de plomo esencialmente tan duro como los más duros de la actualidad.
El taco-contenedor de plástico es sin duda el mayor avance en la cartuchería semimetálica después de la percusión central y la pólvora sin humo. De ahí su casi universalidad. Si el taco-contenedor está perfectamente adaptado a la aplicación perseguida, no sólo logra los plomeos mas homogéneos posibles, sino que además es capaz hasta de suplir a los choques de la escopeta. Empleando distintos tipos de taco-contenedor se puede lograr casi cualquier dispersión de la plomada independientemente del choque que traiga la escopeta, ya que se pueden diseñar para prácticamente cualquier tipo de apertura controlada, aunque otra cosa es como después los cargue la fábrica, o que se disparen en un cañón para el que no resultan adaptados. Esta simulación del efecto del choke también es posible empleando diferentes tipos de tacos de fieltro y su combinación con discos de cartón duro, pero el efecto de modificación del plomeo logrado es muy inferior al que se puede obtener con los tacos contenedores.
Es cierto, hablando en términos generales, que los cartuchos cargados con taco de fieltro tienden a dar un plomeo más acorde con los chokes del cañón en que se disparan que los de plástico, Al fin y al cabo, los chokes se desarrollaron para ello, puesto que por aquel entonces los tacos-contenedores sintéticos aún no se habían inventado. En los sintéticos, por el contrario, suele ser el taco el que “manda” sobre el choke, y por la misma razón anterior: porque es una de las razones para las que se desarrolló. Los plomeos ultracerrados que es capaz de dar un taco-contenedor diseñado ex-profeso son simplemente imposibles para ningún taco de fieltro, en ninguna circunstancia, por razones técnicas que no voy abordar ahora. Pero como ya he dicho, la uniformidad en el plomeo tampoco puede ser igualada por los tacos de fieltro a que la que es posible con los de plástico bien adaptados, por razón de la inevitable deformación de los perdigones en el interior del cañón, aunque sí aproximada si el perdigón utilizado en ambos casos es de alta calidad.
Otra cosa es que en una prueba determinada, como la que tú citas de la revista inglesa, unos cartuchos cargados con taco de fieltro puedan dar iguales o incluso mejores resultados que otros cargados con taco-contenedor sintético. Eso no significa más que el tipo de cartucho de plástico estaba igual adaptado a la escopeta que el de fieltro a efectos de cerrar el plomeo. Si se hubieran llevado a cabo pruebas verdaderamente exhaustivas, probando muchísimos tipos de ambos, las conclusiones hubieran demostrado sin ningún género de duda que ciertos tipos de los de plástico hubieran resultado imposibles de igualar a efectos de concentración. Y es que esa es otra de las razones principales para las que se inventaron, ya que la necesidad ha existido desde siempre. El propio concepto del contenedor, como casi todos los que tienen que ver con cartuchería, no es en absoluto moderno. Ya Lancaster fabricaba cartuchos de espiga provistos de contenedor con vistas a concentrar el plomeo en fecha tan remota como 1867, aunque en ellos el contenedor era de papel y estaba invertido sobre la carga.
Saludos.
Mikel Etxaniz.