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Con su permiso don Arturo :

Publicado: 07 Oct 2012 14:36
por psancor
Me pide la afición otro de esos episodios históricos que cuento de vez en cuando, más que nada porque casi nadie habla de ellos. Bien mirado, si nos agrada que nuestras selecciones y equipos ganen partidos de fútbol, carreras ciclistas y medallas olímpicas, y recordamos con entusiasmo el gol de Zarra o el tour de Bahamontes, no veo por qué hemos de ignorar otra clase de confrontaciones y campeonatos donde nuestros paisanos, durante siglos, se estuvieron jugando algo más que una final de copa. A fin de cuentas, por poco que nos guste aquella España y lo que tenía dentro, los jugadores del equipo eran los nuestros. Tatarabuelos y gente así. Con nuestra camiseta.

Esta vez le toca al socorro de Goes, cuyo 440 aniversario se cumplirá el 20 de este mes. Corría el año 1572, y las provincias holandesas afirmaban su rebelión contra una España que, como de costumbre, luchaba sola contra medio mundo. Ocho mil soldados holandeses reforzados por los habituales ingleses, protestantes alemanes y hugonotes franceses, cercaban el pequeño enclave de Goes, entre las bocas del Escalda, donde cuatrocientos españoles aguantaban como podían, dientes apretados, esperando socorro. Correspondía éste a un ejército enviado por el duque de Alba, bajo el mando de don Sancho Dávila y el maestre de campo Cristóbal de Mondragón, que se había visto detenido por falta de embarcaciones y la solidez de la defensa enemiga. Goes iba a quedar abandonada a su suerte; y la guarnición española, mandada por un duro capitán llamado Isidro Pacheco que tenía orden de no rendirse ni harto de vino, sería pasada a cuchillo. La suerte parecía echada. Y entonces, a alguien se le ocurrió un plan.

Había un vado, contaron algunos pescadores. Un paso de tres leguas y media: diecisiete kilómetros que la marea baja descubría durante unas horas hasta la altura del pecho de un hombre. Echándole hígados al asunto, entre dos mareas podía intentarse cruzar de noche por ahí; con el peligro de que si quienes lo hicieran se retrasaban o quedaban atrapados en el fango, los pillaría la creciente y se ahogarían todos. Pero, como se decía entonces, no se pescaban peces a bragas enjutas; así que el maestre de campo Mondragón, un correoso veterano de los tiempos de Carlos V, las campañas de Italia, Túnez y Alemania, dispuso una fuerza de 2.500 españoles de los tercios viejos, reforzados por valones y tudescos. Luego los hizo formar en la playa al atardecer, y llamándolos «compañeros míos» -funesto halago que al soldado español siempre le anunciaba escabechina segura- largó un discurso con tres argumentos básicos: que él iba a ir delante dando ejemplo, que si no cruzaban rápido y en silencio se ahogarían todos, y que una vez al otro lado no iban a dejar un puto hereje vivo. Luego le dijo al capellán que diera a todos la absolución preventiva, por si las moscas. Y mientras la tropa se persignaba y blasfemaba por lo bajini, el maestre de campo se quitó la botas y se metió el primero en el agua.

La verdad es que fue admirable. Imaginen a dos mil quinientos tíos, la mayor parte morenos y bajitos -había entre ellos muchos arcabuceros vascos, por cierto-, protestando de todo, agarrados unos a otros para que no se los llevara el agua, con la marea por el pecho, llevando en alto los saquetes de pólvora, el pedernal y las mechas en la punta de picas y arcabuces. Diecisiete kilómetros de noche, chapoteando a oscuras, mojados hasta la barba, heridos los pies descalzos en las piedras y cascajos, fatigados por lo pegadizo del fango. Sintiendo subir poco a poco la marea mientras se preguntaban qué puñetas estaban haciendo allí, de noche y a remojo, en vez de estar pidiendo limosna como señores en la puerta de una iglesia de Talavera, Hernani o Sevilla. Pero hubo suerte: sólo se ahogaron nueve. Los menos altos.

Y ahora imaginen la escena. La mala hostia con que esas criaturas llegaron a la orilla. Esa luz gris y sucia del amanecer. Esos holandeses e ingleses que de pronto ven asomar a dos millares y medio de homicidas barbudos, sucios de barro, con ojos de locos y unas ganas desaforadas de quitarse el frío degollando a mansalva. Y claro. Por mucho que corrieron hacia sus embarcaciones, no les dio tiempo a todos. A pirarse. He buscado cantidades exactas: Fernández Duro habla de dos mil palmados y Bentivoglio se limita a decir «mataron muchos». La cifra más creíble son 800 holandeses e ingleses pasados por la piedra, entre los acuchillados y los que se ahogaron intentando salvarse. Y oigan. Parece un resultado más bien sangriento para cuartos de final. Tampoco estaba allí Manolo el del bombo, ni Iker Casillas con arcabuz. Pero qué quieren que les diga. Eran otras ligas. Eran otros tiempos.
De Arturo Pérez Reverte.

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 07 Oct 2012 14:44
por currita
Ya no queda gente con esos redaños, no hay más que mirar alrededor y comparar.

D.Arturo es mi ídolo, levanto mi copa por que nos dure muchos años. :birra^: :birra^: :birra^:

Un cordial saludo.

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 08 Oct 2012 09:58
por llana7
Y el mío tambíen, a veces se pasa los 7 pueblos, pero me da igual, las verdades que suelta duelen a muchos.

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 08 Oct 2012 10:29
por tokarev41
Muy bueno. Cada lunes leo sus artículos.

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 08 Oct 2012 11:28
por landriuk
Yo empecé ha leer las obras de este Autor y ya no he podido parar.
Ya me he leído todas las del Capitán Ala triste,el Maestro de esgrima.Ahora estoy con una obra en la que no deja títere sin comedia,muy bueno,cuenta verdades como puños,su título: "No me Cogeréis vivo"
No pararé hasta que me lea todo lo que esté a mi alcance de este Autor.

Bravo Arturo.

Un saludo.

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 08 Oct 2012 18:57
por litomac
Eso era cuando ganábamos la champions...

Re: Con su permiso don Arturo :

Publicado: 08 Oct 2012 19:01
por tsman
:apla: :apla: :apla:

Si cuando los españolitos nos ponemos en tarea lo hacemos a base de bien...