La Casa de Orleans, una dinastía de conspiradores

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JotaErre
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La Casa de Orleans, una dinastía de conspiradores

Mensajepor JotaErre » 04 Ago 2020 02:09

Entre las casas reales, la Casa de Orleans es una dinastía muy particular, pues pasó la mayor parte de la historia a la sombra de la rama principal, la Casa de Borbón. Sin embargo, muchos de los integrantes de la Casa de Orleans se resentían de dicho estado y pretendieron sustituir a la Casa de Borbón. El lema de los Orleans bien podría ser el del Gran Visir Iznogud: "¡Quiero ser califa en lugar del Califa!".

Tradicionalmente, el Ducado de Orleans era patrimonio de la corona francesa, y solía concederse a los hijos segundones del Rey. Así, Gastón de Orleans, hermano menor de Luís XIII, recibió el título de Duque de Orleans. Aunque Gastón no es pariente directo, sino colateral, de la actual Casa de Orleans, podemos empezar esta historia con él, ya que su actuación histórica contiene muchos de los rasgos que luego tendrían los posteriores Duques de Orleans: Gastón pasó la mayor parte de su vida conspirando o rebelándose abiertamente contra su hermano, Luís XIII. Luís, que debía de amar sinceramente a su hermano, se lo perdonaba todo.

Gastón murió sin herederos varones, por lo que el siguiente Duqie de Orleans fue Felipe, hermano menor de Luís XIV. Gastón le dejó en su testamento la mayor parte de su fortuna.

El caso del primer Felipe de Orleans es peculiar: Ana de Austria, esposa de Luis XIII y madre de Luís XIV quiso evitar a toda costa que a su hijo primogénito le saliera un hermano rebelde, como había sido Gastón. Para evitarlo, actuó más como reina que como madre, y crió a Felipe casi como si fuera una niña, con la idea de crearle un carácter débil y afeminado, que le invalidara como alternativa al trono. Ana de Austria tuvo pleno éxito: Felipe de Orleans era un hombre muy inteligente, pero también depravado, libertino, manirroto y homosexual. Las intrigas que protagonizó en la corte de Luís XIV no tuvieron el objetivo de ganar poder, sino de conseguir buenos puestos en la corte para sus favoritos.

Cuando Luís XIV murió, su heredero y bisnieto, Luís XV, tenía 6 años de edad. Según la costumbre, el regente debería ser el príncipe más cercano al rey, que en este caso era otro Felipe de Orleans, hijo del anterior. Pero este Felipe ya había dado muestras de sus carácter conspirador, y Luís XIV tenía miedo de que aprovechara la posición de regente para apropiarse del trono. Luís XIV se planteó muy seriamente conceder la regencia a alguno de sus hijos extramatrimoniales, pero esto hubiera sido un escándalo sin precedentes, así qur tuvo que desistir de la idea.

El segundo Felipe de Orleans solo heredó del carácter de su padre la tendencia a gastar en abundancia. Por lo demás, era un hombre inteligente y ambicioso. Se planteó más de una vez hacer lo que Luís XIV temía, es decir, apoderarse del trono, pero, si lo hacía, tenía un serio problema al sur: Felipe V, rey de España, tenía mejores derechos al trono de Francia (aunque hubiera renunciado a ellos por el Tratado de Utretch), y, si Felipe de Orleans intentaba usurpar el trono, era más que probable que Felipe V cruzara los Pirineos, para reclamarlo para sí mismo o para sus hijos, y que recibiera apoyos en Francia. Ante esta tesitura, Felipe decidió limitarse a su papel de regente.

Entonces llegamos a Luís XVI, sucesor de Luís XV, que también tiene a su lado a un Felipe de Orleans, bisnieto del fundador de la dinastía. Éste Felipe comparte la ambición y el carácter conspirativo de sus predecesores, y está dispuesto a actuar sin ningún tipo de miramientos.

La Revolución Francesa le proporciona su oportunidad: el Motín de Versalles, que obligó a Luís XVI a abandonar dicho palacio y pasar a residir en París, fue orquestado por el Duque de Orleans. Y el duque había incluído entre la muchedumbre a hombres suyos, que debían, en primer lugar, asesinar a la familia real, y luego, infiltrarse entre la multitud y empezar a gritar "¡Viva Orleans!". El plan fracasa, y entonces Felipe decide quitarse la careta: se une a los Jacobinos, y cambia su nombre por el de Felipe Igualdad ("Philippe Egalité"). Su voto es decisivo para conseguir la condena a muerte de Luís XVI...

... pero Felipe no puede disfrutar mucho tiempo de este triunfo: Robespierre no se fía de él, y Felipe sigue a su primo Luís en la guillotina poco tiempo después.

Felipe tenía un hijo, Luís Felipe, que en aquellos momentos servía como oficial en el Ejército del Norte, que defendía Francia de austríacos y prusianos. Luís Felipe, implicado en una conspiración, es llamado a París y, dándose cuenta de que la cita es con la guillotina, emprende el camino... hacia Prusia. Su exilio le llevará a Prusia, Austria, Rusia, los EE.UU. y, finalmente, Londres, donde reside hasta la caída definitiva de Napoleón.

Con la Restauración Borbónica de Luís XVIII, Luís Felipe recupera sus títulos, posesiones y fortuna, y se convierte en uno de los hombres más influyentes de Francia. Su oportunidad llega cuando una serie de maniobras absolutistas de Carlos X (hermano y sucesor de Luís XVIII) le llevan ala cima de la impopularidad. Estalla la Revolución de 1830 (alentada, promovida y pagada por Luís Felipe), y Carlos X intenta una maniobra deseperada para salvar el futuro de su dinastía: abdica, convence para abdicar también a su hijo Luís, Duque de Angulema (también impopular por sus tendencias absolutistas, de hecho fue el comandante de los Cien Mil Hijos de San Luís), e intenta que el Parlamento reconozca como rey a su nieto Enrique, conde de Chambord, que es un niño. Pero Luís Felipe controla el Parlamento y consigue que, tras una semana de deliberaciones, le proclame rey como Luís Felipe I. Tras casi dos siglos de existencia y siglo y medio de conspiración, la Casa de Orleans ha conseguido su objetivo.

Sin embargo, el que a hierro mata, a hierro muere: la monarquía de Luís Felipe no es aristocrática pero sí oligárquica, dominada por una alianza de la alta nobleza y la alta burguesía. Solo el 5% más rico de la población masculina tenía derecho a voto. El proletariado y, sobre todo, la mediana y pequeña burguesía se hartan de esta situación y, en 1848 estalla de nuevo la revolución, y Luís Felipe pierde la corona.

A mediados de la década de 1870, parecen darse de nuevo las condiciones para una restauración monárquica en Francia, pero... ¿a qué candidato escoger, al legitimista (Enrique de Borbón, conde de Chambord, del que ya hablamos antes) o al orleansista (Felipe de Orleans, nieto de Luís Felipe)? Dado que el conde de Chambord no tiene hijos, Felipe negocia un compromiso con él: el conde de Chambord ocupará el trono y el Duque de Orleans le sucederá a su muerte. Pero Enrique de Borbón exige como condición innegociable que se suprima la bandera tricolor, a la que él llama "la bandera de los asesinos de mis antepasados". El pueblo francés no traga con esa exigencia, y el proyecto se va al traste.

Y entonces llegamos a la Segunda Guerra Mundial, la derrota francesa de 1940, e, inevitablemente, aparece otro Orleans, Enrique, conde de París. Enrique quiere aprovechar la situación para restaurar la monarquía (en su persona, evidentemente), y no tiene ningún recato en jugar a dos barajas, ofreciéndose tanto a De Gaulle como a Petáin. El argumento es el mismo en ambos casos: el nuevo régimen necesita un símbolo, un estandarte tras el que los franceses puedan alinearse. ¿Y cuál mejor que un rey? ... pero, a pícaro, pícaro y medio: De Gaulle se finge receptivo a las ideas del conde de París para atraer a parte de los monárquicos hacia su bando, y, una vez consolidado como jefe indiscutible de los franceses Libres, rechaza sus exigencias y hace público el doble juego del conde.

Y así, hasta la actualidad: el actual conde de París es nieto de ese Enrique, y pretendiente orleansista al trono de Francia.
Última edición por JotaErre el 04 Ago 2020 02:27, editado 2 veces en total.

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La Casa de Orleans, una dinastía de conspiradores: The Spanish Connection

Mensajepor JotaErre » 04 Ago 2020 02:24

Pero la tradición conspiratoria de los Orleans no solo se limita a Francia, sino que va a tener unos efectos muy importantes sobre la historia de España: a mediados de la década de 1840, Luís Felipe I planea buscar una alianza con España. Dado que se le está buscando marido a Isabel II, ¿por qué no casarla con uno de sus hijos?

Sin embargo, Gran Bretaña tiene pánico a la idea de que las coronas española y francesa puedan reunirse en la misma cabeza, por lo que discreta pero firmemente, veta esa idea. Finalmente, se decide el matrimonio de Isabel II con su primo Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz, dado que al ser un personaje insignificante, no molesta a nadie. Y, como compensación a Luís Felipe, se acuerda el matrimonio de su hijo menor, Antonio, Duque de Montpensier, con Luísa Fernanda, hermana pequeña de Isabel II.

El Duque de Montpensier es todo lo contrario a don Francisco de Asís: es un hombre bien plantado, con carácter, inteligente, y que ha demostrado valor y dotes de mando en su servicio en Argelia con el Ejército francés... pero, como buen Orleans, también es ambicioso y con tendencia a la conspiración. Y enseguida llega a la siguiente conclusión: "Si yo soy hijo de rey y mi mujer es hija de rey, ¿por qué no podemos ser reyes?" E inmediatamente aplica toda su fortuna (que es mucha) y toda su inteligencia (que no es poca) a dicho objetivo: en todas las conspiraciones, revuletas y pronunciamientos del reinado de Isable II aparece implicado, de una manera o de otra, el Duque de Montpensier.

Finalmente parece que consigue su objetivo: la "Gloriosa Revolución" de 1868, que destrona a Isabel II, está financiada directamente por el Duque de Montpensier. Antonio cree que recibirá la corona de España como pago por sus servicios, pero el general Prim, que es en esos momentos el hombre fuerte en España, tiene otros planes. Y aprovecha un grave paso en falso de Montpensier para desacreditarle:

Enrique de Borbón, Duque de Sevilla, hermano menor de Francisco de Asís, es un liberal exaltado, y escribe una serie de artículos en periódicos madrileños descalificando la candidatura al trono del duque de Montpensier. Éste le exige una rectificación pública, Enrique se niega, y el asunto termina concertándose un desafío. EN el duelo a pistola, Montpensier mata al Duque de Sevilla.

El Congreso rechaza la candidatura de Montpensier (obtiene 27 votos de 300 posibles) y éste culpa a Prim de su derrota y jura venganza, que obtendrá muy pronto: todos los indicios hacen pensar que el asesinato de Prim fue organizado y pagado por Montpensier.


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