HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

La historia se escribe con fuego: todo sobre operaciones militares, tácticas, estrategias y otras curiosidades
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 01 Jul 2015 23:39

D. JOSE NAVARRO Y TORRES Capitán de Navío de la Real Armada Española

El capitán de navío sevillano José Navarro y Torres, capturado en el combate de Jalapa, es fusilado en ciudad de México al haberse negado a reconocer al gobierno insurgente en el año 1822

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 01 Jul 2015 23:46

D. PEDRO NOVO Y COLSON Contralmirante de la Real Armada Española

Pedro de Novo y Colson (Cádiz, 1846 - 1931), historiador, poeta y dramaturgo español.

De antiguos ascendientes italianos radicados en Venecia, los Novo, fue Teniente de Navío y Contralmirante de la Armada Española, académico correspondiente de la Real de la Historia y numerario de la Real de la Lengua desde 1915. Sus mejores piezas dramáticas son Un archimillonario (1886) y La bofetada (1890). Escribió también obras sobre la historia de la Marina española, destacan Historia de la Guerra de España en el Pacífico y La Nao histórica "Santa María"

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:06

D. NICOLAS OTERO FIGUEROA Capitan de Navio de la Real Armada Española

capitán de fragata Nicolás Otero de Figueroa y de Cea, muerto heroicamente el 26 de junio de 1811 a bordo
de la goleta Ave Fénix, tras sostener un reñido combate al norte de la isla de Santo Domingo con un buque corsario al servicio de Francia
Gravemente herido, expiró diciendo «no me rindo», frase que no dejó de repetir durante la desigual lucha

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:13

D. MARTIN ALONSO PINZON Y YAÑEZ

Martín Alonso Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva; 1441 - ibídem; 31 de marzo de 1493) fue un navegante y explorador español, codescubridor de América.

Navegó junto con Cristóbal Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo, en 1492, como capitán de La Pinta. Martín Alonso nació en Palos de la Frontera, en el seno de una familia acomodada de marineros. Era el mayor de los hermanos Pinzón y arrendatario de las carabelas La Niña y La Pinta. Sus hermanos Vicente Yáñez y Francisco Martín Pinzón fueron en el primer viaje colombino como capitán de La Niña y maestre de La Pinta, respectivamente.

Entre las más destacadas familias que habitaban en Palos en el siglo XV encontramos a los Pinzón. Una familia de origen aragonés que llegó a Andalucía procedente de Asturias, siendo su apellido, según algunos, deformación del término Espinzas o Pinzas. Para otros, en cambio, el verdadero apellido familiar sería Martín, nombre del abuelo, marinero y buzo en Palos, al que apodaron Pinzón cuando quedó ciego, ya que era muy aficionado a cantar y recordaba a los palermos a los pájaros pinzones, a los cuales cegaban para que cantaran mejor. Su hijo, también marinero e igualmente llamado Martín, fue el padre de los tres hermanos que participaron en el Descubrimiento de América: Martín Alonso, Vicente Yáñez y Francisco Martín Pinzón.

Martín Alonso navegó desde niño en las carabelas palermas como grumete. Vivía en una casa situada en el antiguo camino real a la Rábida, y contrajo matrimonio con una vecina de la localidad llamada María Álvarez. Tuvieron cinco hijos. Dos varones: Arias Pérez y Juan Pinzón, que participarían en varias expediciones por tierras americanas, y tres niñas: Mayor, Catalina y Leonor, la pequeña, que sufría frecuentes ataques de lo que antiguamente llamaban "gota coral" y que actualmente se denomina epilepsia.

Su experiencia náutica y audacia le proporcionaron buenos rendimientos en sus viajes de cabotaje, llegando a tener una holgada situación económica. Tuvo embarcaciones propias en las cuales se enrolaban los marinos de toda la comarca. Su fama y prestigio crecieron gracias al éxito de sus expediciones comerciales y al valor que demostró en las armadas de guerra durante el conflicto entre Castilla y Portugal.

Cuando el 23 de mayo de 1492 se leyó a los vecinos de Palos la Real Provisión4 por la cual ordenaba a ciertos vecinos entregar dos carabelas a Colón y partir con él en el viaje que iba a realizar por mandado de Sus Altezas, la villa acata la decisión real pero no la cumple. Los marinos palermos no estaban dispuestos a embarcarse en aquella aventura con un desconocido sin prestigio. Independientemente de la mayor o menor credibilidad de las ideas colombinas, los hombres de Palos difícilmente secundarían al genovés a no ser que le acompañara algún navegante respetado en la villa. La aventura, arriesgada y, sobre todo, de ganancia incierta, no presentaba grandes atractivos. La oposición y la indiferencia por el proyecto colombino debieron ser generalizadas, ya que el mandamiento real implicaba suficientes razones para sembrar el descontento en el puerto palermo.

Esa era la situación cuando Martín Alonso Pinzón regresó de Roma de uno de sus habituales viajes comerciales. Como ya se ha apuntado, era un hombre pudiente, diestro en el arte de navegar y de gran prestigio en la comarca. En definitiva, Pinzón poseía los atributos de los que carecía Colón, presentándose, por tanto, como el complemento ideal del futuro Almirante para realizar la expedición. Fueron los franciscanos de La Rábida los que pusieron en contacto al genovés con el marino palermo. También Pero Vázquez de la Frontera, viejo marino de la villa muy respetado por su experiencia, y amigo de Martín Alonso, influyó de manera importante para que Pinzón se decidiera a apoyar la empresa. En los Pleitos colombinos, el testigo onubense Alonso Gallego recordaba haber oído decir a Colón:

Señor Martín Alonso Pinçón, vamos a este viage que, si salimos con él y Dios nos descubre tierras, yo os prometo por la Corona Real de partir con vos como un hermano.

Sea cual fuere el motivo del palermo, lo cierto es que, cuando decide incorporarse a la expedición, inicia una enérgica campaña de apoyo al viaje, animando a enrolarse a los más destacados marinos de la zona, entre otros a los Quintero de Palos o los hermanos Niño de Moguer. Desechó los barcos que había embargado Colón, contrató otros navíos más adecuados y aportó de su hacienda medio millón de maravedíes, la tercera parte de los gastos en metálico de la empresa.

Ultimados los preparativos, el 3 de agosto la Santa María, La Pinta y La Niña partieron del puerto de Palos. Colón en su Diario sólo tiene palabras de elogio para Pinzón, que se muestra muy eficaz en la resolución de los problemas que van surgiendo.

Iniciada la travesía, Martín Alonso asumió el mando de La Pinta y llevó consigo a su hermano Francisco como maestre. Su hermano Vicente iba como capitán de la carabela La Niña. Colón anotó en su diario palabras elogiosas al comprobar sus cualidades y eficacia ante los problemas. Durante la travesía, demostró sus habilidades de marinero cuando resolvió el problema de la rotura del timón de La Pinta y pudo seguir navegando

Entre el 6 y el 7 de octubre, cuando el malestar, el cansancio y los deseos de regresar, que el cauto ligur preveía, comenzaron a cundir entre los tripulantes de la Santa María, las dotes de mando y la capacidad resolutiva de Martín Alonso quedaron expuestas al abordar esta situación, que Colón no supo atajar. Cuando el futuro Almirante pregunta:

¿Qué hacemos Martín Alonso? Porque la gente no quiere seguir.
Pinzón le responde:
Ahorque Vuesa Merced a media docena de ellos, y, si no se atreve, mi hermano y yo barloaremos nuestras naves contra la Santa María.

De esta forma restableció la disciplina en la armada y propició decisivamente la continuación del viaje, cuando estaban a escasas jornadas de tierra americana.

En el siguiente motín, ya más serio, del 9 y 10 de octubre, cuando habían fallado ya todos los cálculos de distancias que había dicho Colón, los hermanos Pinzón sólo pudieron aplacar los ánimos de la tripulación poniendo una condición: navegarían con el mismo rumbo tan sólo tres días más; si durante ese tiempo no encontraban tierra, volverían a España.

La versión que se conoce del diario escrito por Cristóbal Colón del Primer viaje a las Indias es una transcripción de fray Bartolomé de Las Casas (1484-1566). A continuación, algunos fragmentos fechados el 11 de octubre de 1492:

"Tuvieron mucha mar y más que en todo el viaje habían tenido. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Con estas señales respiraron y se alegraron todos" ...

..."Después del sol puesto, navegó a su primer camino al Oeste. Andarían doce millas cada hora, y hasta dos horas después de media noche andarían 90 millas. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra fue vista primero por un marinero que se decía Rodrigo de Triana" ...

... "A las dos horas después de medianoche apareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas (...) hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña".
Diario de la primera navegación. Relación compendiada por fray Bartolomé de las Casas.

Martín Alonso había sugerido a Colón el cambio de rumbo el 6 de octubre de 1492.10 Este cambio llevó a la expedición a Guanahani, en las Bahamas, el 12 de octubre de 1492. Hasta ese momento, las relaciones entre ambos líderes eran buenas. Circunstancia que acabará cuando, tras el descubrimiento, el ya Almirante Colón se muestra excesivamente celoso de su gloria y privilegios. Así, al adelantarse el 21 de noviembre Pinzón con La Pinta, separándose de las otras naves y llegando antes a la isla que buscaban, en el diario de a bordo consta que Colón no duda en hacer contra él graves acusaciones, aunque según muchos testimonios de los pleitos colombinos parecen ser infundadas.

La enemistad entre ambos marinos se mantuvo ya hasta el regreso. Pinzón se reunió con Colón el 6 de enero de 1493, cuando la flota volvía a España. En la vuelta el barco de Pinzón se volvió a separar a causa de una tormenta, y Pinzón llegó al puerto de Bayona (España) antes de que Colón arribara a Lisboa. Desde Bayona se dirigió a Palos, donde llegó el 15 de marzo de 1493, coincidiendo en esa jornada con la llegada de la carabela La Niña procedente de Lisboa. Martín Alonso llegó a Palos muy enfermo y sin entrar directamente en Palos, es trasladado a una heredad que tenía en terrenos de Moguer. Los testimonios en los citados pleitos de Hernán Pérez Mateos y Francisco Medel indican que finalmente fue trasladado al Monasterio de La Rábida donde, según su voluntad, al morir es enterrado en la Iglesia de dicho convento franciscano.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:19

D. VICENTE YAÑEZ PINZON

Vicente Yáñez Pinzón (Palos de la Frontera, Huelva, aprox. 1462 - 1514) fue un navegante y explorador español, codescubridor de América y primer navegante europeo que llegó al Brasil. Navegó junto con Cristóbal Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo, en 1492, como capitán de la carabela La Niña. Descubrió las costas del extremo norte de Brasil en enero de 1500, tres meses antes de la llegada de Pedro Álvares Cabral a Porto Seguro.

Vicente Yáñez nació aproximadamente hacia 1462 en Palos de la Frontera, por lo que era el más joven, con diferencia, de los hermanos Pinzón, siendo muy probable que tomase el sobrenombre Yáñez de Rodrigo Yáñez, un alguacil de Palos que sería su padrino, como era la costumbre del lugar. La tradición en Palos señala su solar en la calle de la Ribera. Desde muy niño aprendió el arte de navegar de su hermano mayor, uno de los más destacados navegantes de la época, y participó desde su adolescencia, que fue tiempo de guerra, en combates y asaltos. Se casó dos veces, la primera con María Teresa Rodríguez, que le dio dos hijas: Ana Rodríguez y Juana González. La segunda, al regreso de su último viaje a Yucatán, en 1509, con Ana Núñez de Trujillo, con la que convivió en Triana hasta su muerte.

Las primeras noticias documentadas sobre Vicente Yáñez son varias denuncias sobre asaltos a naves catalanas y aragonesas que realizó, desde que tuvo sólo 15 años, entre 1477 y 1479, una época de guerra con Portugal, en la que Palos participó activamente y que agravó su habitual escasez de trigo. Sus vecinos se quejaban de pasar hambre, y las órdenes reales a varios lugares de que permitieran el abastecimiento de cereales a Palos fueron desobedecidas. Los Pinzón, asumiendo sus responsabilidades como líderes naturales de la comarca, atacaron carabelas que transportaban fundamentalmente trigo.

Vicente Yáñez fue el primero en aceptar la invitación de enrolamiento de su hermano cuando Martín Alonso decide apoyar la expedición de Cristóbal Colón. Juntos fueron visitando, casa por casa, a sus parientes, amigos y conocidos, animando a embarcarse a los más destacados marinos de la zona. Rechazaron los barcos embargados por Colón, contratando navíos más adecuados, y aportaron de su hacienda medio millón de maravedíes.

Como capitán de la Niña, sus intervenciones fueron fundamentales durante el viaje, animando a proseguir la expedición cuando hasta el propio Colón quería volverse. Sofocó las protestas de los marinos de la nao Santa María, acudiendo al salvamento de éstos cuando la nao naufragó y trayendo al Almirante de regreso a España.

En 1495 preparó dos carabelas, la Vicente Yáñez y la Fraila, para participar en la armada que Alonso de Aguilar, hermano mayor del Gran Capitán, iba a dirigir contra el Norte de África, pero sobrevinieron las guerras de Nápoles y se dirigieron a Italia, desde donde no retornaron hasta 1498, recorriendo de paso las costas de Argel y Túnez.

Ese mismo año, la Corona decide permitir a particulares que realicen viajes de descubrimiento. Después de capitular en Sevilla con el todopoderoso obispo Fonseca en nombre de los Reyes Católicos, el 19 de noviembre de 1499, salió Yáñez del Puerto de Palos con cuatro pequeñas carabelas, por propia iniciativa y a sus expensas. Le acompañaban gran cantidad de parientes y amigos, entre ellos, como escribano, Garcí Fernández, el famoso físico de Palos que apoyó a Colón cuando nadie lo hacía, sus sobrinos y capitanes Arias Pérez y Diego Hernández Colmenero, hijo primogénito y yerno, respectivamente, de Martín Alonso, su tío Diego Martín Pinzón con su primos Juan, Francisco y Bartolomé, los prestigiosos pilotos Juan Quintero Príncipe, Juan de Umbría, Alonso Núñez y Juan de Jerez, así como los marinos Cristóbal de Vega, García Alonso, Diego de Alfaro, Rodrigo Álvarez, Diego Prieto, Antón Fernández Colmenero, Juan Calvo, Juan de Palencia, Manuel Valdobinos, Pedro Ramírez, García Hernández y, por supuesto, su hermano Francisco Martín Pinzón.

Fue nombrado gobernador:
Conviene a saber: en remuneración de los seruicios e gastos e los daños que se vos recrecieron en el dicho viaje, vos el dicho Bicente Yáñes, quanto nuestra merced e voluntad fuere, seades nuestro Capitán e Governador de las dichas tierras de suso nonbradas, desde la dicha punta de Santa María de la Consolación seguyendo la costa fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Norueste hasta el dicho río que vos possistes nonbre Santa María de la Mar Dulce, con las yslas questán a la boca del dicho río, que se nonbra Mariatanbalo; el qual dicho oficio e cargo de Capitán e Governador podades vsar e exercer e vsedes e exercedes por vos o por quien vuestro poder oviere, con todas las cosas anexas e concernientes al dicho cargo, segund que lo vsan e lo pueden e deven usar los otros nuestros capitanes e governadores de las semejantes yslas e tierra nuevamente descubiertas.

El relato de este viaje aparece en varias crónicas. De ellas, las Décadas del Nuevo Mundo, escritas en 1501 por el milanés Pedro Mártir de Anglería, son las más cercanas en el tiempo y basadas en informes de testigos presenciales, entre ellos el propio Vicente Yáñez, pero, sobre todo, Diego de Lepe, el capitán palermo que hizo un viaje "gemelo" del de Pinzón, salió de Palos un mes y medio o dos meses después y siguió su rumbo hasta adelantarle en el río Amazonas. También es bastante interesante la versión del Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia General y Natural de las Indias, pues "conoció y trató" a Pinzón que le proporcionó muchos de los datos que narra. En cuanto a las respectivas Crónicas del padre Bartolomé de las Casas y Antonio de Herrera, se basan la de fray Bartolomé en Anglería y la de Herrera en el dominico .

En su peculiar y florido lenguaje, Anglería informa de que, pasadas las Canarias y las islas de Cabo Verde, las naves de Vicente Yáñez tomaron rumbo sudoeste hasta perder de vista la Estrella Polar. Por primera vez, los marinos españoles pasaban el ecuador y se adentraban en el Hemisferio Sur. Contingencia grave, porque lógicamente no sabían guiarse por las estrellas del cielo austral.

Oviedo no relata el viaje. En cuanto a Las Casas, sigue sustancialmente a Anglería, aunque con más austeras expresiones, afirmando que "tomado el camino de las Canarias y de allí a las de Cabo Verde, y salido de la de Santiago, que es una dellas, a 13 días de enero de 1500 años, tomaron la vía del Austro y después al Levante, y andadas, según dijeron, 700 leguas, perdieron el Norte y pasaron la línea equinoccial. Pasados della, tuvieron una terribilísima tormenta que pensaron perecer; anduvieron por aquella vía del Oriente o Levante otras 240 leguas". Herrera dice lo mismo, pero hace constar, cuando narra el paso de la línea equinoccial, que Vicente Yáñez fue «el primer súbdito de la Corona de Castilla y de León que la atravesó». Por fin, nos dice Anglería:

(...) el 26 de enero vieron tierra desde lejos, y observando la turbiedad del agua del mar, echaron la sonda y hallaron una profundidad de 16 codos, que vulgarmente llaman brazadas. Acercáronse y desembarcaron y, habiendo permanecido allí dos días, pues no encontraron en ese tiempo hombre alguno por más que vieron huellas suyas en la playa, grabaron en los árboles y rocas próximas al litoral los nombres de los Reyes y los propios, con noticia de su llegada, y se marcharon.
Pedro Mártir de Anglería (Décadas del Nuevo Mundo, 1501)

Nada más. Asombrosa la parquedad de palabras del exuberante Pedro Mártir, sobre todo comparada con la anterior parrafada y con lo que del mismo hecho dice Las Casas cuando afirma que el "26 de enero vieron tierra bien lejos; ésta fue el cabo que agora se llama de Sant Agustín, y los portugueses la Tierra del Brasil: púsole Vicente Yáñez entonces por nombre cabo de Consolación".

El fraile sevillano insertó en su obra dos afirmaciones muy importantes: primero, que el cabo al que llegó Pinzón y bautizó como Consolación era el cabo conocido como San Agustín. Segundo, que Vicente Yáñez tomó posesión de la tierra. Fray Bartolomé sigue el relato del milanés, pero no duda en completarlo con las informaciones y convicciones que ha ido recopilando en el transcurrir de los años. Para él no existía la menor duda: el cabo de Santa María de la Consolación era el de San Agustín, primera tierra descubierta en el Brasil por Vicente Yáñez Pinzón, que tomó posesión de ella. Ante la actitud hostil de los indígenas, deciden izar las velas y seguir navegando hasta que llegaron a:

(...) otro río, pero no con suficiente profundidad para ser recorrido con las carabelas por lo cual enviaron a tierra para reconocerla cuatro esquifes de servicio con hombres armados. Éstos vieron sobre una eminencia próxima a la costa una multitud de indígenas, a quienes, enviando delante un soldado de infantería invitaron a tratar. Pareció que ellos intentaban apoderarse y llevarse consigo a nuestro hombre, pues así como éste les había arrojado para atraerlos un cascabel, ellos, desde lejos, hicieron otro tanto con un palito dorado de un codo; y al inclinarse el español para cogerlo, rodeáronlo rápidamente con ánimo de apresarlo; pero nuestro infante, protegiéndose con el escudo y la espada de que estaba armado, se defendió hasta que sus compañeros lo ayudaron con los botes.

El triste resultado de este primer enfrentamiento cruento fueron, según todos los cronistas, ocho españoles muertos y más de una docena de heridos, siendo entre los indígenas bastante más numerosas las bajas. Los cronistas coinciden en la narración, con la matización de Oviedo, quien dice que fue una «pieza de oro labrada» lo que usaron los indios como cebo.

De este episodio deducen algunos autores, aventuradamente, que los indígenas conocían la ambición de oro de los cristianos. En primer lugar, el «palito de oro» que, poco a poco, de cronista en cronista, pasó a ser «pieza de oro labrada» no fue recuperado, por lo que nunca sabremos si de verdad era oro o no. Sin embargo, este hecho, así como una cruz encontrada por la expedición de Diego de Lepe, y que según el profesor Juan Manzano no les hubiera sorprendido tanto, ni Juan de la Cosa la hubiera reseñado en su famoso mapa, si hubieran creído que la habían colocado allí los hombres de Yáñez, son los endebles argumentos con los que este autor pone en duda que el verdadero descubridor del Brasil fuera Pinzón, y atribuya, sin más, dicho mérito a la expedición del portugués Duarte Pacheco en 1498, que nadie sabe exactamente a dónde fue, porque las circunstancias políticas aconsejaron mantenerla en secreto.

Una hipótesis con la que, según el historiador Julio Izquierdo Labrado, no podemos estar de acuerdo por ser demasiado aventurada y gratuita, no sólo porque los argumentos, repetimos, son muy endebles, sino porque el secreto y el descubrimiento no son conceptos que se lleven bien. Descubrir no es sólo llegar, es tomar posesión, grabar nombres, dejar constancia de que se ha llegado, hacer que un escribano levante acta del acontecimiento, saber con mayor o menor exactitud a dónde se ha llegado, medir, cartografiar y, sobre todo, informar a reyes, cosmógrafos, cronistas, marinos, por citar algunos oficios, y público en general, de tal manera que las tierras a las que se ha llegado se incorporen al general conocimiento de la cultura, de la civilización que envía esa expedición. Eso es descubrir. Y eso no sucedió a partir de la llegada, si es que llegó, de Duarte Pacheco a la costa brasileña, sino de Vicente Yáñez Pinzón, único marino que merece el título de descubridor del Brasil. Título que, por cierto, no le escatimaron ni discutieron, como veremos, sus contemporáneos, ni españoles, ni portugueses.

Tampoco nadie le disputó el título de descubridor y primer explorador del río Amazonas, lugar donde tuvo lugar el enfrentamiento relatado, en la boca del Pará, y del que se marcharon entristecidos a causa de los muertos, hasta llegar a lo que creyeron otro río que se encontraba a 40 leguas. En realidad, como ya afirma Oviedo en su crónica, se trataba de la otra orilla, la otra boca del inmenso Amazonas. Asombrados comprueban que el agua dulce se introduce 40 leguas en la mar, y renuevan toda el agua de sus vasijas. Decididos a investigar el secreto de un río tan poderoso, se dirigen hacia él y, según Anglería:

descubrieron que desde unos grandes montes se precipitaban con gran ímpetu ríos de rápidas corrientes. Dicen que dentro de aquel piélago hay numerosas islas feraces por la riqueza de su suelo y llenas de pueblos. Cuentan que los indígenas de esta región son pacíficos y sociables, pero poco útiles para los nuestros, ya que no consiguieron de ellos ningún provecho apetecible, como oro o piedras preciosas; en vista de ello, se llevaron de allí 30 cautivos. Los indígenas llaman a dicha región Mariatambal; empero, la situada al oriente del río se dice Camamoro, y la occidental Paricora. Los indígenas indicaban que en el interior de aquella costa existía cantidad no despreciable de oro.
Pedro Mártir de Anglería (Décadas del Nuevo Mundo, 1501)

Antiguo mapa del Brasil.

Oviedo afirma categóricamente que fue Vicente Yáñez Pinzón «el primero cristiano y español que dio noticia deste grand río», al que ya denomina Marañón, nombre que también utiliza Las Casas, aunque afirma no saber quién y por qué lo bautizaron así. Además el dominico añade la sorpresa que les produjo el fenómeno del macareo, «pues estando en el río con el gran ímpetu y fuerza del agua dulce y la de la mar que le resistía, hacían un terrible ruido y levantaba los navíos cuatro estados en alto, donde no padecieron chico peligro».

Entretenidos en esta exploración del Amazonas, fueron sobrepasados por la expedición de Diego de Lepe, que les venía siguiendo desde Palos. Así pues, en el Amazonas concluyeron los descubrimientos, estrictamente hablando, de Pinzón por tierras brasileñas. Desde allí, nos dice Anglería, que siguieron la costa con rumbo «al occidente hacia Paria, en un espacio de 300 leguas, hasta la punta de tierra donde se pierde el polo ártico». Este punto es especialmente interesante y sobre él volveremos más adelante, al tratar sobre la polémica en torno a la situación del cabo de Santa María de la Consolación.

Anglería sigue informando sobre el viaje de Pinzón, su llegada al Marañón (el Orinoco, aunque Las Casas llame así al Amazonas). Desde allí continuaron hasta el golfo de Paria (actual Venezuela), donde precisamente cargaron tres mil libras de palo brasil, uno de los pocos productos que reportaron beneficios en este viaje. Con viento noroeste navegan entre varias islas, muy fértiles pero poco pobladas por la crueldad de los caníbales. Desembarcan en varias de ellas, descubriendo la isla de Mayo, pero los indígenas huyen. Encuentran enormes árboles y, entre ellos, un asombroso animal marsupial.

Habían recorrido ya 600 leguas, y pasado ya por la isla La Española, cuando en el mes de julio sufrieron una terrible tempestad, que hizo naufragar dos de las cuatro carabelas que llevaban en los bajos de Babueca, y se llevó a otra, arrancándola con violencia de sus anclas y haciéndola perderse de vista. Estaban desesperados cuando, afortunadamente, al cesar la tempestad volvió la carabela que creían perdida, tripulada por 18 hombres. «Con estas dos naves hicieron rumbo a España. Maltratados por las olas y habiendo perdido no pocos compañeros regresaron al suelo natal de Palos, junto a sus mujeres y a sus hijos, el 30 de septiembre».

Este viaje, que fue el más largo e importante realizado en la época por sus resultados geográficos, fue en cambio un desastre económico.3 1 Pese a todo, los Reyes se mostraron muy interesados por la posesión de la inmensa costa descubierta por Pinzón, así que trataron de estimularle para que volviera a ella, por lo que el 5 de septiembre de 1501 firmaron con él una capitulación en la que, entre otras cosas, le nombran Capitán y Gobernador de «la dicha punta de Santa María de la Consolación y seguyendo la costa fasta Rostro Fermoso, e de allí toda la costa que se corre al Norueste hasta el dicho río que vos possisteis nonbre Santa María de la Mar Dulce, con las yslas questán a la boca del dicho río, que se nonbra Mariatanbalo». Y además le concedían la sexta parte de todos los productos que se obtuvieran de aquella tierra, siempre que volviera a ella «dentro de un año, que se cuente del día de la fecha desta capitulaçión e asiento».

Indudablemente, los Reyes Católicos demuestran que conceden mucha importancia a los descubrimientos de Pinzón y que confían en su valía para seguir prestándoles servicios. Por eso, para premiarle por lo que había conseguido, al mismo tiempo que lo animaban y ayudaban para seguir sirviéndoles, el viernes 8 de octubre de 1501 fue nombrado caballero por el rey Fernando el Católico en la torre de Comares de la Alhambra, el Palacio Real de Granada.

Todo fue inútil, Vicente Yáñez Pinzón no pudo o no quiso realizar este viaje. Generalmente se suele decir que la falta de recursos del capitán palermo le impidió realizarlo. Seguramente fue así. Sin embargo, Yáñez podía conseguir crédito cuando era necesario, aunque fuera a muy altos intereses. Por tanto, no conviene desechar la posibilidad de que ya en fecha tan temprana dudara, a raíz de los viajes portugueses a esas costas, de la soberanía de los reyes españoles sobre ella en razón del Tratado de Tordesillas y, por consiguiente, de su facultad para otorgarle a él su gobernación.

Juan Manzano y Manzano intenta demostrar que Pinzón volvió a esas tierras por él descubiertas en 1504, en un gran esfuerzo por aclarar la confusa narración de Anglería sobre el último viaje de Vicente Yáñez donde mezcla sus andanzas con Solís por el golfo de México con una vuelta a las tierras halladas en 1500, en un periplo absurdo y sin sentido. ¿Para qué había de volver Pinzón al Brasil? ¿Para verificar que los cálculos de los portugueses eran correctos e informar sobre ellos a los Reyes? Esto es posible, pero la capitulación de 1501 decía que Pinzón fuera a sus expensas, corriendo con unos gastos que su penosa situación económica hacían muy gravosos, y ese esfuerzo ¿para qué? ¿Para comprobar que ni él ni España tenían derechos sobre esta tierra? ¿Navegando con tanto secreto que ninguno de sus contemporáneos se enteró? ¿Arriesgando su vida y la de su tripulación más de lo normal por llevar sólo una carabela? ¿Acaso no había anotado bien los datos en su primer viaje que tuvo que repetirlo, pasar por los mismos sitios de nuevo? Y cuando en 1513 prestó declaración, con tanta exactitud y honradez que delimitó perfectamente entre la costa que había descubierto de la que simplemente había "corrido", ya que admitía que su hallazgo correspondía a su paisano Diego de Lepe, ¿por qué no se muestra tan concreto sobre su llegada al Cabo de San Agustín, sin la más mínima referencia a que hubiera estado allí en la segunda y no en la primera vez?

Demasiadas preguntas sin respuestas en este supuesto segundo viaje de Pinzón al Brasil, demasiadas interrogantes a partir de un relato confuso y desordenado de Anglería. La verdad es que las andanzas de Vicente Yáñez entre 1502 y 1504 aún no están aclaradas.
Expedición a Centroamérica

Sí quedó constatada su presencia en América durante esos años, probablemente para cumplir con sus obligaciones como Capitán General y Gobernador de Puerto Rico, la isla que había descubierto su hermano Martín Alonso Pinzón durante el segundo viaje de 1493. En cambio, desde la primavera de 1505 lo volvemos a encontrar en España, concretamente en la Junta de Navegantes de Toro, en la que, por una capitulación fechada el 24 de abril se le nombró capitán y corregidor de la isla de San Juan o Puerto Rico. También participó como experto convocado por la Corona en la Junta de Navegantes de Burgos de 1508 para retomar de nuevo el tema de la búsqueda de un paso hacia las islas de las Especias. En su ultimo viaje a las Indias en 1508 el capitán Pinzón junto a Juan Diaz de Solís recorrieron las costas de Paria, Darién y Veragua, actuales de Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Al no encontrar el paso buscado, rodean la península de Yucatán y se adentran en el golfo de México hasta los 23,5º de latitud Norte, protagonizando uno de los primeros contactos con la civilización azteca.

Al regreso de ese viaje, Vicente Yáñez se casa por segunda vez y se establece en Triana, testificando en 1513 en los Pleitos colombinos contra el Almirante con su acostumbrada moderación. En 1514 se le ordena acompañar a Pedrarias Dávila al Darién, pero Vicente Yáñez se encuentra enfermo y pide que se le excuse. Era el 14 de marzo de 1514, y éste es el último documento en que se le menciona. Según su amigo, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, Vicente Yáñez murió este mismo año, probablemente a fines de septiembre, con la misma discreción que vivió, sin que se sepa el lugar donde fue enterrado, seguramente en el cementerio de Triana. Un triste y oscuro final para el más grande de los grandes navegantes de su época.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:23

D. ROSENDO PORLIER ASTEGUIETA

Brigadier de la Real Armada Española.

Nació en la ciudad de Lima, perteneciendo a una de las más nobles familias, se le otorgó siendo muy joven la merced del Hábito de la Real y Militar Orden de Santiago..

Sentó plaza de guardiamarina en la compañía del departamento de Cádiz, en el mes de enero del año de 1786. En el año de 1789, fue ascendido a alférez de fragata.

Fue ascendido en el año de 1791 a alférez de navío.

De subordinado navegó en las escuadras del marqués del Socorro, y de el general don Federico Gravina, participando en diferentes combates y practicando el corso. A finales del año se le volvió a ascender a teniente de fragata.

Participó en las expediciones a Orán y al cabo de Rosas.

En el año de 1794, se le ascendió a teniente de navío.

En el año de 1795, se le otorgó, por méritos de guerra el ascenso a capitán de fragata.

Tomó parte muy activa, en la defensa de la bahía de Cádiz, como ayudante del general don Federico Gravina, en el año de 1798, cuando esta fue atacada por las fuerzas navales británicas al mando de Horacio Nelson.

Realizando una salida el día seis de febrero de 1798, en persecución de los bloqueadores.

En el mes de mayo del año de 1799 se incorporó en el arsenal de Cartagena a la escuadra francesa del almirante Bruix, con la que realizó la salida para la bahía de Cádiz, continuando al puerto de Brest. Poco después desde Brest, transbordó junto con su general al navío Neptuno.

Se hicieron a la mar con una flota compuesta de cinco navíos, una fragata y un bergantín, juntándose con la escuadra francesa del almirante Villaret, prestando escolta y protección, en la expedición que transportaba tropas para sofocar la rebelión de la isla de Santo Domingo.

Participando a su vez, en las operaciones realizadas, en Puerto Príncipe y Guarico, pasando por La Habana y regresando a la península, donde por primera vez en su carrera, se le ordeno el desembarque a mediados del año de 1802.

Fue llamado al servicio, en el año de 1804, otorgándosele el mando de las fuerzas sutiles del arsenal de Cádiz, aunque en este puesto estuvo poco tiempo.

A principios del año de 1805, se le ordenó embarcar en el navío Argonauta, que pertenecía a la escuadra combinada, por lo que participó en la expedición a la Martinica y en ella a la recuperación del fuerte e isla del Diamante.

Estuvo en el apresamiento de un convoy británico.

Participó en el combate del cabo Finisterre, en el que la escuadra combinada se enfrentó a la británica del almirante Calder.

En el combate de Trafalgar, como ayudante del general don Federico Gravina, formando parte de su plana mayor, combatió a bordo del navío Príncipe de Asturias.

Por su comportamiento demostrado en el referido combate, se le ascendió a capitán de navío.

Concurrió, en el año de 1808, al ataque de las fuerzas sutiles, contra la escuadra francesa del almirante Rosily, como jefe de una batería de morteros, consiguiendo la rendición de ésta, el día catorce de junio.

En la guerra de la Independencia, contra la invasión francesa de la península y al mando de la fragata Atocha, apoyó con sus cañones en diferentes combates, a las fuerzas del ejército en las aguas del
Mediterráneo, así como empleándose en inutilizar las baterías enemigas, que le hostigaban.

En el año de 1810, pasó a América, al puerto de Veracruz, llevando de viajero al nuevo virrey de Nueva España, donde tomó parte activa en las guerras de emancipación, de aquellas tierras y realizando transportes de plata, gentes y efectos.

Una de sus más destacadas actuaciones fue la defensa de la ciudad de Toluca, enfrentándose al ataque realizado por más de veinte mil efectivos.

Después se dirigió a la plaza de Tenango y Tenansingo, donde la atacó y se apoderó de ella, defendiéndola después de los insistentes intentos de recuperación, por parte de los insurgentes, fue tan distinguida su acción y con tan sobresaliente éxito, que se acreditó de ser un militar entendido y
valiente.

Regresó a La Habana y entregó el mando de su fragata, regresando a Cádiz, cubierto de laureles, a fines del año de 1815.

En el mes de marzo del año de 1819, se le otorgó el mando del navío San Telmo y el día once del mes de mayo del año de 1819, se hizo a la vela desde la bahía de Cádiz, con el navío de su mando, siendo destinado a las fuerzas navales del mar del Sur, navegando junto con el navío Alejandro y las fragatas Prueba y Mariana.

Lo buques estaban en muy mal estado y pronto comenzaron a manifestar sus graves averías.

El navío Alejandro, ex-ruso, se vió forzado a regresar a Cádiz, por estar podrido su casco y embarcando mucha agua, cuando se encontraba a la altura del ecuador.

Prosiguieron viaje el San Telmo y las dos fragatas, que sufrieron muy malos tiempos, lo que obligó a que las fragatas, se separaran del navío.

Llegó primero al Perú la fragata Prueba, un tiempo después lo realizó la fragata Mariana y lanzó el ancla en el puerto del El Callao, al costado de su compañera de tragedias, el día nueve de octubre, el comandante y la tripulación, expresaron, que al separarse del navío, el día dos de septiembre, éste tenía graves averías en el timón tajamar y verga mayor, sufridos por los tempestuosos vientos reinantes en el cabo de Hornos.

En un principio y queriendo prensar bien, se suponía que habría puesto rumbo a Río de Janeiro, por lo que desde allí se estuvo mucho tiempo esperando noticias.

Del navío San Telmo, no se volvió a saber nada de él y de ninguno de sus seiscientos cuarenta y cuatro tripulantes, suponiéndose que se iría a pique en el cabo de Hornos, sepultura de muchos otros buques. Aunque es posible que pudieran llegar hasta la Antártida, por los restos que encontraron los balleneros ingleses que posteriormente arribaron a dichas aguas.

Así terminó, la carrera y su vida el ilustre brigadier don Rosendo Porlier, esclarecido marino de altas prendas y de valer marinero, militar y científico.

La Armada guarda con religioso cariño su memoria, habiendo colocado una lápida, en el Panteón de Marinos Ilustras de San Fernando, que dice:

A la memoria del Brigadier de la Armada
D. Rosendo Porlier
Muerto en el navío de su mando << San Telmo
en un naufragio en el cabo de Hornos 1819.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:25

D. CECILIO PUJAZON GARCIA

Cecilio Pujazón y García fue un capitán de navío y astrónomo español nacido en San Fernando (Cádiz) el 22 de noviembre de 1833 y fallecido en París el 15 de abril de 1891.
Tumba de Cecilio Pujazón en el Panteón de Marinos Ilustres. San Fernando (Cádiz).

En 1875 asistió al Congreso Internacional de Meteorología en Londres; en 1878 se trasladó a Cuba para observar un eclipse de Sol. En 1879 asiste a otro congreso meteorológico en Roma. En 1882 acude a París a la Conferencia Internacional que estudió el paso de Venus por el disco solar, en cuya ocasión no sólo contribuyó al éxito de dicha investigación, sino que se desplazó a Puerto Rico y La Habana para crear estaciones que observaran y estudiasen las diferentes fases del fenómeno.

En 1884 volvió a Roma con ocasión de una conferencia geodésica internacional, y en 1887 acudió de nuevo a París, como uno de los principales colaboradores, para levantar el mapa del cielo, en cuya labor le sorprendió la muerte en 1891. Sus restos se encuentran enterrados en el Panteón de Marinos Ilustres, en la ciudad española de San Fernando (Cádiz

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:27

D. ANDRES REGGIO Y BRACHIFORTE

Andrés Reggio y Brachiforte (1692-1780) fue un oficial de la Armada Española, nacido en la ciudad siciliana de Palermo. Su primer apellido es castellanizado ocasionalmente como Regio.

De ascendencia noble, desde muy joven sirvió en las galeras de Malta, desde donde pasaría a la Marina de Guerra. En 1715 participó en la invasión de Mallorca, último reducto de los partidarios del Archiduque Carlos en suelo español. Seguidamente, sirvió en las campañas de Cerdeña (1717) y Sicilia (1718) como capitán de navío. En esta última estuvo presente en la batalla de cabo Passaro contra los ingleses, en la que su buque quedó aislado del resto de la escuadra española y tras enconada resistencia, hubo de rendirse.

En 1720 combatió en la expedición de socorro a Ceuta y luego marchó a América, integrándose en la flota de galeones encargados de llevar la plata al puerto de Cádiz. Regresó al Mediterráneo en 1730, donde tomaría parte en la reconquista de Orán (1732) y la mucho menos duradera de Nápoles (1733). Por estas acciones el Rey Carlos III le concedió la recién creada Gran Cruz de la Orden de San Jenaro en 1739. En junio de 1740 fue designado Comandante General del departamento marítimo de Ferrol, aunque apenas un mes más tarde dejó el cargo para enrolarse en la escuadra de Rodrigo de Bastidas como segundo al mando, con la que visitaría las costas de América del Norte y las Antillas.

En lugar de retornar a España, accedió al cargo de comandante de las fuerzas navales en las Antillas y Tierra Firme (Nueva Granada), desde el que impulsó la construcción del arsenal de La Habana en 1741. En 1746 alcanzó el grado de Teniente General.

Durante el último año de la Guerra de Sucesión Austríaca (1740-1748) hubo de hacer frente a la expedición de Charles Knowles a La Habana, que consiguió rechazar. Sin embargo, su conducta fue objeto de un juicio militar debido a que los combates con Knowles habían tenido lugar unos meses después del Tratado de Aquisgrán (1748), que sancionaba la paz entre Gran Bretaña y España. No obstante, se le declaró inocente y completamente libre de cargos, al considerarse que había obrado correctamente y que quien había puesto en peligro la paz era únicamente Knowles. El propio Fernando VI declaró su aprecio a Reggio por el notorio valor y conducta con que sostuvo el honor del pabellón de España.

En 1749 regresó por última vez a España, donde fue nombrado Capitán General del Departamento de Cádiz y Director General de la Armada, cargos que desempeñaría hasta su muerte en 1780, a los 88 años de edad.

Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de los Descalzos, donde permaneció hasta el derribo de ésta en 1868. Fue trasladado entonces al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz), donde permanece hoy en día y puede leerse su lápida que reza así:

Aquí yace el Excmo. Sr. Don Andrés Regio Brachiforte Saladino y Coloma. Cavallero de la Real Orden de San Genaro y de la de San Juan, Teniente General de la Real Armada, Director General de ella y Comandante General del Departamento de Cádiz. Murió a los 88 años de su edad en 10 de febrero de 1780. R. I. P. A.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:33

D. FRANCISCO RIQUELME PONCE DE LEON

Brigadier de la Real Armada Española.

Vino al mundo en la ciudad de Jerez de la Frontera, en la provincia de Cádiz, en el año 1765, sus padres fueron don Pedro José Riquelme y Morla y doña María Ponce de León y Auñón, siendo los dos naturales de la misma ciudad de Jerez de la Frontera, provenían de familia noble y acomodada, contándose en ella con varios marinos.


Sentó plaza de guardiamarina el día 14 de enero del año 1779, en la Compañía del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 1.600.
En sus prácticas de navegación, realizó navegaciones por las aguas del Mediterráneo y seno mejicano. Realizando el corso en la escuadra de don Antonio de Ulloa, por las aguas de las islas Terceras y protección a las Flotas de Indias.

Al terminar sus estudios, se le otorgó el grado de alférez de fragata, el día 3 de febrero del año 1780, recibiendo la orden de embarcar como oficial subordinado en el navío Fénix, perteneciente a la escuadra de del general don Juan de Lángara.

Con ésta se encontró en el combate naval del cabo de Santa María, el día 14 de enero del año 1780 en el que se enfrentó a la escuadra británica al mando del almirante Rodney, siendo hecho prisionero y canjeado poco tiempo después.

Al reincorporarse al servicio, fue asignado a la escuadra del mando del general don Luís de Córdova, en la división del general don Buenaventura Moreno, siendo ésta destinada a la expedición que conquistó la plaza de Mahón, participando muy activamente en la toma del castillo de San Felipe y con él la isla de Menorca quedó para España, dominada, se ordenó el reembarque de parte de las tropas el día 25 de marzo del año 1782, zarpando con rumbo a Algeciras. Por esta acción fue ascendido al grado de alférez de navío por Real orden del día 2 de marzo próximo pasado, siéndole comunicado al arribar, pues las noticias y ascensos llegaron antes que los agraciados.

Regresó y se incorporó su división de nuevo a la escuadra de don Luis de Córdova, destinada a dar apoyo al gran bloqueo de Gibraltar, el día 9 de septiembre del año de 1782 se llevó a cabo el ataque con las baterías flotantes, invento del ingeniero francés D’Arçon, en la que según él estaban protegidas de los incendios por tener un sistema de circulación de agua ‹ como la sangre por el cuerpo humano ›, pero falló el sistema y el resto lo hizo las ‹ balas rojas › que disparaban los defensores, provocando los incendios al ver la situación tan complicada se dió orden de acudir con los botes de la toda la escuadra en su socorro, intentando rescatar al máximo posible de sus dotaciones, en las que se sufrieron las bajas de trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros con su infructuoso ataque al Peñón.

Tampoco se perdió la participación en el combate de cabo Espartel, teniendo lugar el día 20 de octubre del año 1782, en el que la escuadra española, se enfrentó a la británica del almirante Howe.

Los británicos admiraron: « el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias » El combate tuvo una duración de cinco largas horas.

Los buques enemigos por llevar ya forradas sus obras vivas de cobre tenían mayor andar, permitiéndoles mantenerse en todo momento la distancia conveniente, cuando el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, viraron y cazaron el viento enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española. El coloso español, el navío Santísima Trinidad, del porte de 130 cañones sólo pudo hacer una descarga completa de todas sus baterías, su lentitud le impidió poder hacer más. Regresando la escuadra a la bahía de Cádiz en día 28 siguiente.

Después de éste combate, realizó un viaje redondo a Puerto Rico y a la Habana embarcado en la urca Santa Justa, del cual regresó a Cádiz embarcado en la fragata Santa Rosalía, por quedar asignada la anterior al Apostadero y estar cargada con situado la fragata.

Al arribar por orden trasbordó a la fragata Santa Águeda, con la que efectuó un viaje en comisión ante la regencia de Tánger. Eran tiempos de constantes arreglos con nuestros vecinos del Sur, con los que habíamos mantenido enfrentamientos que, si bien no fueron nunca importantes (en este siglo) si lo eran constantes por su típica piratería. Estos arreglos venían a fijar unas condiciones, pues habían sido convencidos y solucionados por las armas por la intervención de don Antonio Barceló, en sus dos bombardeos a la plaza y fortaleza de Argel de los años de 1783 y 1784.

Fue ascendido por Real orden del día 28 de abril del año 1787 al grado de teniente de fragata.

Al ser firmada la paz con el Reino Unido, se le destinó a la escuadra al mando del teniente general don Juan de Lángara, pasando a embarcar en el buque insignia de ella, siendo el navío Conde de Regla, de tres baterías y 118 cañones de porte.

Por Real orden fechada el día 17 de enero del año 1792, se le notificó su ascenso al grado de teniente de navío.

Al declararse la guerra contra la república francesa, transbordó al navío Concepción de la escuadra del general don Juan de Lángara, en concepto de Ayudante de ella, siendo el insignia el navío Reina Luisa, zarpando la escuadra del Arsenal de Cartagena a mediados del año 1793 con rumbo a Tolón, uniéndose a la escuadra británica del almirante Hood, arribaron a la base francesa y el día 27 de agosto desembarcó la tropa y tomó el puerto, arsenal, fortalezas y plaza. De la escuadra británica entraron en él veintiún navío, de la española diecisiete y en su fondeadero se encontraban veintiuno de Francia, más los que estaban en grada construyéndose.

La plaza fue contraatacada por el ejército revolucionario francés, estando al mando del general Dugommier y entre sus jefes un joven comandante de Artillería llamado Napoleón Bonaparte, quienes atacaron con tantas unidades y fuerza, por medio de la artillería en tierra que inutilizó la de los buques, siendo tomados los fuertes de Faraón, Malburque, Artiga y otros, obligando al ejército aliado a reembarcar, siendo dirigida esta maniobra con el mayor de los aciertos por el Mayor General de la Escuadra española, el general don Ignacio María de Álava.

Por los hechos realizados, su comportamiento y valor demostrados; por las indicaciones de su comandante general de la escuadra, fue propuesto para su ascenso por méritos de guerra, siéndole otorgado el grado de capitán de fragata por Real orden fechada el día 3 de enero del año 1794.

Con este grado se le nombró segundo comandante del navío San Agustín, manteniéndose en los combates del sitio de Rosas. Posteriormente con el mismo navío, continuaron la navegación asistiendo a los combates de la isla de Santa Margarita y de las islas Hyères.

En el mes de marzo del año 1795, se le otorgó el mando de la fragata Santa Lucía, entrando en la bahía de Cádiz para abastecerse, pues tenía orden de continuar viaje a las islas Filipinas, (esto cada vez que lo escribimos, casi nos suena a broma, pues con poco más de seis palabras se resume un viaje de ocho meses, con todos los peligros de una larga navegación y atravesando casi tres océanos, más el cabo de Buena Esperanza ¡y parece tan normal!) zarpando en el mes de abril y sin mayores problemas arribó a Manila, donde espero la incorporación de la escuadra del general don Ignacio María de Álava, permaneciendo en aquellas aguas y realizando distintas comisiones a China y Bengala, he iniciando el regreso a la península integrado en ésta escuadra, zarpando de Manila el día 7 de enero del año de 1803 con rumbo a la península arribando a la bahía de Cádiz el día 15 de mayo del año de 1803, por su pericia y buenas dotes marineras, fue propuesto por su general para el ascenso, otorgándosele el grado de capitán de navío por Real orden del día 5 de octubre del mismo año de 1803. (Aclarar que en este viaje como se podrá comprobar estuvo ausente de la península casi ocho años)

Vino una época de trasbordos y cambios, por la nefasta costumbre de desarmar los buques cuando se estaba en paz, por esta razón le fueron otorgados diferentes mandos de fragatas y navíos, con los que efectuó cruceros sobre las costas de la península, y en misión de corso contra las regencias norteafricanas, así como a la constante tropelías de los británicos, permaneciendo en esas comisiones hasta la declaración de guerra de nuevo a los británicos, siendo en el año 1805 cuando se le ordenó trasbordar a otro buque.

A principios de este año se le nombró segundo comandante del navío Santa Ana, era uno de tres baterías y 120 cañones, en el que enarbolaba su insignia el teniente general don Ignacio María de Álava.

Después de todos los avatares que tuvieron lugar en el fondeadero de la bahía de Cádiz, el almirante francés resolvió zarpar desoyendo los avisos de tener casi encima un temporal, así se fue haciendo a la mar la escuadra combinada franco-española el día 20 de octubre del año de 1805.

Dando pasó al conocido combate del día 21 de octubre, llamado de Trafalgar por hallarse frente al cabo de ese nombre en tan nefasta ocasión, en el transcurso del enfrentamiento, fueron siendo heridos tanto el general Álava, como el comandante del buque, el brigadier don José Gardoquí, por ello tuvo que hacerse cargo del mando del buque, en el que se comporto de manera heroica, guiado por su bravura y energía.

Era el fatídico día 21 de octubre, cuando el almirante británico Nelson consiguió una gran victoria sobre la escuadra combinada, aunque él también perdió la vida. En realidad pasados unos meses los tres generales al mando de las respectivas escuadras fallecieron. Por Real orden del día 9 de noviembre del mismo año 1805 se le ascendió al grado de brigadier, siendo esta una promoción para todos los oficiales y generales que habían participado en el combate anterior, como gracia Real de don Carlos IV.

Sobrevino la invasión napoleónica, se había firmado la paz con el Reino Unido y pasaban de ser enemigos a amigos y Francia no tenía escuadra, todo esto le llevó a decidir que no teniendo enemigos en la mar era mejor pasara tierra, para ello puso rumbo a Ferrol, donde al arribar ordenó desembarcar a todos sus hombres, pues sus buques ya estaban necesitando una carena, pero dada la escasez económica, decidió junto a sus hombres incorporarse al ejército de Galicia, al mando del general don Joaquín Blake.

Incorporado a éste ejército, en su ala izquierda se pusieron en camino, librándose el combate de Espinosa de los Monteros el día 11 de noviembre del mismo año 1808, estaba a la cabeza de una de las divisiones del ejército, en el enfrentamiento cayó mortalmente herido quedando su cuerpo sobre el mismo campo.

Fue uno más de los muchos Marinos, que al no tener buques se convirtió en combatiente de tierra y en ella se comportó como siempre lo hicieran los famosos Tercios de Mar y Tierra como cualquier infante más, dejando muy alto el lema del Real Cuerpo de Infantería de Marina « Bravos por la Mar y por Tierra »

Por toda su trayectoria, como oficial de Marina y su denodado espíritu de combatiente nato, valor, firmeza, lealtad y honor, la Armada quiso perpetuar su memoria, en el Panteón de Marinos Ilustres, por ello se colocó en el muro de la quinta capilla del Este, donde se encuentra el mausoleo del general Armero, una lápida recordándole, que dice:
Lápida en el Panteón de Marinos Ilustres del brigadier don Joaquín Riquelme y Ponce de León.

Joaquín Riquelme y Ponce de León
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


A la memoria

del Brigadier de la Armada

D. Joaquín Riquelme

Muerto gloriosamente en la batalla de Espinosa

de los Monteros contra el ejército francés

mandando una división del ejército
del General Blake. 11 noviembre 1808.

(Como puede observarse, en la inscripción se le cambia el nombre de Francisco, por el de Joaquín. No entendemos el porqué de este error, a no ser que llevara los dos nombres como ocurre con otros muchos y se eligiera el más familiar.)

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 02 Jul 2015 00:38

D. JOSE RODRIGUEZ DE ARIAS Y ALVAREZ DE LA CAMPANA Capitan General de la Real Armada Española

Vino al mundo el 26 de septiembre de 1761 en la ciudad de Palma de Mallorca, siendo sus padres don Sebastián Rodríguez de Arias y Mariño, Comisario de Marina de esta provincia y doña Josefa Álvarez Campana y La Vega.

Sentó plaza de guardiamarina el 13 de abril de 1776, en la Compañía del Departamento de Cádiz. Expediente N.º 1.445.

Al finalizar sus estudios teóricos, por orden superior del 12 de noviembre de 1776 embarcó en el navío San Dámaso, perteneciente a la escuadra del marqués de Casa Tilly, participando en misión de protección de los transportes que llevaban a las tropas del general Cevallos, en la expedición contra los portugueses de Brasil, quienes había ocupado tierras pertenecientes a la corona de España, participó en la toma de la isla de Santa Catalina y demás operaciones, hasta ser firmada la paz con éste país el 1 de octubre de 1777 en San Ildelfonso y otro de amistad y garantía firmado en el Pardo el 24 de marzo de 1778.

Regresó a la bahía de Cádiz en el mes de noviembre de 1778, recibiendo la orden de desembarcar para serle entregados sus primeros galones de oficial, alférez de fragata, pues lo era desde el 28 de febrero de 1777.

Se le ordenó embarcar en las fragatas Gertrudis y Bárbara, sucesivamente con las que realizó cruceros de protección del tráfico marítimo proveniente de ultramar, hasta recibir la orden en el mes de mayo de 1779 de trasbordar al navío Vencedor, participando en la campaña naval llevada a efecto por las escuadras combinadas española, al mando del general don Luis de Córdova y francesa, mandada por el conde d’Orvilliers, sobre el canal de la Mancha, obligando con su presencia a la escuadra británica a buscar refugio en sus puertos, razón por la que solo se pudo dar caza al navío Ardent del porte de 74 cañones.

Regresó la escuadra a la bahía de Cádiz, estando en ella se le entregó la Real orden del 16 de septiembre de 1781, siendo ascendido al grado de alférez de navío, en el mes de enero de 1784 se le ordena embarcar en la fragata Bibiana, zarpando rumbo a Tierra Firme donde quedó destinado su buque en comisiones de guardacostas, siéndole ordenado trasbordar a las fragatas Matilde y Rosalía, con las que prosiguió sus servicios en aquellas aguas.

Regresó a la bahía de Cádiz a finales de 1785, siéndole entregada la Real orden del 15 de noviembre de 1784 próximo pasado, comunicándole su ascenso al grado de teniente de fragata, por la misma se le destina a los Batallones del Departamento.

En el mes de febrero de 1787, se le ordena embarcar en la fragata Santa Cecilia, destinada a la escuadra llamada de Evoluciones, al mando del general don Juan de Lángara, realizando cruceros por el Mediterráneo y Atlántico, hasta principios de 1788 por ser desactivada la escuadra, recibiendo la orden en el mes de mayo de embarcar en el navío San Ildefonso, perteneciente a la escuadra del general don José de Córdova, participando en las pruebas de algunos de los navíos recién construidos.

Por Real orden del 12 de julio de 1790, se le ascendió al grado de teniente de navío, recibiendo poco después la orden de embarcar en el navío Miño, zarpando junto a la fragata Minerva con rumbo a Tierra Firme, donde realizó varios cruceros hasta el mes de marzo de 1791, al serle otorgado el mando de la goleta Magdalena continuó realizando misiones de guardacostas por el intenso contrabando, tanto de negros como de armas en las costas de la isla de Cuba, a su vez fue comisionado para verificar las zonas de corte de madera para nuevas construcciones en la zona, realizando la elección de ellas y designar las dársena apropiadas para su carga y transporte al Arsenal de la Habana.

A finales de 1792, se le ordenó embarcar de transporte en la urca Florentina, regresando a la bahía de Cádiz, al poco tiempo se le ordenó embarcar en la fragata Nuestra Señora de la O, perteneciente a la escuadra del general don Gabriel de Aristizábal, zarpando de la bahía de Cádiz con rumbo a Tierra Firme, en prevención de algún ataque a nuestro virreinatos por haberse declarado la guerra a la república francesa.

En el mes de enero de 1793, se le nombró segundo comandante del navío San Juan, en la misma escuadra del general don Gabriel de Aristizábal, participó en las operaciones muy señaladamente contra Bahiaja y Fuerte Delfín, en la isla de Santo Domingo.

En el mes de noviembre de 1795, el general de la escuadra le otorga el mando del bergantín Habanero, estando de crucero se enfrentó en combate contra doce lanchas y botes de un navío y una fragata británicos que le atacaron, siendo rechazados con graves pérdidas.

En el mes de abril de 1797 se le otorga el mando del bergantín Galgo, combatiendo contra uno británico llamado Héroe, posteriormente en noviembre se enfrenta a la fragata de la misma nación Crescent, de 44 cañones, resultando apresado por aplastante superioridad del enemigo, no sin antes haberle causado graves daños.

Se restituyo a la Habana como prisionero, donde se le formó el consabido consejo de guerra, con la sentencia de absuelto, sin menoscabo de su valor y lealtad, con todos los pronunciamientos favorables.

Regresó a la península en el mes de diciembre de 1801, comisionado con pliegos para el Gobierno, al entregarlos se le ordenó embarcar en la fragata Rufina, zarpando de la bahía de Cádiz el 20 de febrero de 1802, transportando los pliegos de la nueva paz con los británicos con rumbo a Valparaíso y el Callo.

Regresó a la bahía de Cádiz de su tornaviaje al mar del Sur, el 30 de mayo de 1803, al desembarcar le fue entregada la Real orden del 5 de octubre de 1802, próximo pasado notificándole su ascenso al grado de capitán de fragata, siendo destinado como sargento Mayor a las Brigadas de Infantería de Marina.

Cuando el 5 de octubre de 1804, fue ataca la división de fragatas del general don José de Bustamante, por otra británica, a la altura del cabo de Santa María, hallándonos en paz con el Reino Unido, España ante este acto de piratería declaró la guerra el 12 de diciembre siguiente.

Por éste motivo se activaron todos los mecanismos, para poner en orden de combate a los buques que se habían desarmado por la paz, por ello se le ordenó embarcar en el navío de tres baterías y 118 cañones, Santa Ana, como ayudante del general don Ignacio María de Álava, quien enarbolaba su insignia.

Participando muy honrosamente en el combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, en el que se batió valientemente al lado de su general, demostrando un gran valor ante causas tan adversas, su navío fue uno de los que logró regresar a la bahía de Cádiz el 23 siguiente.

Por Real orden del día 9 de noviembre del año 1805, por la promoción general para todos lo que había participado en el combate anterior, se le ascendió al grado de capitán de navío.

El 7 de de junio de 1806 se le nombró segundo comandante del navío de tres puentes Príncipe de Asturias, insignia del jefe de escuadra don Juan Ruiz de Apodaca, quien al producirse el alzamiento nacional del 2 de mayo de 1808, participó a su bordo en los combates entre los días 9 a 14 de junio a la escuadra francesa al mando del almirante Rosilly, compuesta por los restos del combate de Trafalgar, obteniéndose la rendición de los ahora enemigos de España.

En este mismo mes, el 16, se le otorgó el mando de uno de los navíos apresados, el Héroe, permaneciendo en él hasta el mes de julio siguiente, por haber sido nombrado encargado de negocios y cónsul General de España ante el Sultán de Marruecos, residiendo en la ciudad de Tánger, hasta el 16 de enero de 1809.

Por Real orden del 13 de febrero de 1809, se le otorga el mando de la fragata Cornelia, realizando un viaje de transporte con los prisioneros franceses con rumbo a las islas Baleares, a su regreso fue comisionado para embarcar en su buque al Ministro Plenipotenciario de España en Estados Unidos, don Luis Onís, zarpando de la bahía de Cádiz con rumbo a New York realizando previamente escalas en otros puertos de aquel país, al desembarcar en la ciudad de destino, zarpó de regreso a la península, fondeando en el bahía de Cádiz en el mes de diciembre seguido.

Unos días después volvía a hacerse a la vela desde la bahía de Cádiz cargado con situado con rumbo a Vigo, aquí después de desembarcar lo transportado abordó el buque el reverendo Obispo de Orense don Pedro de Quevedo y Quintano, por ser miembro del consejo de Regencia de España e Indias, transportándolo a la bahía de Cádiz, siendo de nuevo cargado con situado, zarpando con rumbo a Lisboa, donde lo entregó a los ejércitos aliados para su lucha en la península contra el invasor napoleónico. Así que el coste era a nuestra costa.

Volvió a hacerse a la mar en el 13 de septiembre de 1810 en derrota a Costa Firme, en cuyos mares estuvo al mando de una división naval de nueve buques, encontrándose aquí le fue entregada la Real orden del 24 de mayo de 1811, notificándole su ascenso al grado de brigadier, continuó con la misión encomendada del bloqueó de las costas de Venezuela, tomando una parte muy importante con sus decisiones al contribuir en la pacificación de aquellas tierras hasta 1812, por recibir la orden de regresar a la Habana, donde su fragata en muy malas condiciones pasó a desarme, regresando a la bahía de Cádiz de transporte en una fragata privada.

El 22 de agosto de 1814 fue nombrado Vocal del Consejo de Guerra de Oficiales Generales, para juzgar a todos los marinos que habían permanecido en las filas del Rey intruso o en territorio ocupado por el enemigo.

El 14 de noviembre de 1815, se le nombró comandante general de una división, compuesta por el navío Asía, fragatas Prueba y Esmeralda, más el bergantín Cazador, con una comisión diplomática ante las regencias de Argel, Trípoli y Túnez.

En la corte de Túnez por orden de su Sultán, estaba prohibido presentarse ante él con arma alguna y menos con espadas o puñales, de fácil manejo en espacios pequeños, por ello muy peligrosos en las cortas distancias, además el mencionado Sultán, a buen seguro que lo haría por su propia seguridad.

Pero Rodríguez de Arias hizo caso omiso de esta rigurosa orden, presentándose portando prendido de su cintura su sable de honor; el Sultán le recriminó su actitud y él parsimoniosamente pero con gran energía en sus palabras le respondió: «Siempre llevo mi espada para usarla contra los enemigos de mi Rey y de mi Patria, y contra cualquiera que directa o indirectamente me faltare.»

Ésta contestación fue del agrado del Sultán, permitiéndole permanecer en su presencia portando su espada, por la misma razón, no tuvo objeción en desprenderse de su yatagán [1] y entregárselo como regalo personal a su demostrado valor y como muestra de su aprecio y amistad. A su regreso se le comisionó con su división para realizar los típicos cruceros sobre los cabos de Santa María y San Vicente, en protección del tráfico marítimo proveniente de ultramar.

En el mes de enero de 1819 por pasar a desarme el navío Asía, trasbordó su insignia al Fernando VII, prosiguiendo en los cruceros anteriores, en una de sus arribadas se le comisionó para un viaje a Mahón, regresando a la bahía de Cádiz en el mes de mayo.

Por Real orden del 25 de octubre de 1820, S. M. le concedió por los distinguidos servicios prestados, la Gran Cruz de la Muy Distinguida Orden Española de Carlos III, pensionada.

En 1821 habiendo siendo nombrado comisario General de las Brigadas de Infantería de Marina, pues ya eran de su propiedad las del Departamento de Cádiz, permaneció al mando hasta el 4 de julio siguiente por ser destinado a las provincias de Ultramar como comisario regio, realizó viajes a Costa Firme durante algún tiempo, hasta recibir la orden de regresar, para ello embarcó de transporte en la fragata Pronta desembarcando en la bahía de Cádiz, donde regresó a su destino de las Brigadas de Infantería de Marina.

Por Real orden del 14 de enero de 1823, fue nombrado Comandante General del Arsenal de Ferrol, arribando de transporte en el bergantín Vengador, permaneciendo hasta el 1 de agosto siguiente regresando a Cádiz, donde volvió a tomar el mando de su Brigada el 20 de noviembre siguiente.

Fue ascendido a jefe de escuadra en la promoción del 6 de diciembre de 1829, como un regalo a la Corporación que se llevo a cabo por contraer matrimonio el rey don Fernando VII con la Princesa del reino de Nápoles doña María Cristina de Borbón. Nos dice mucho la situación de la Armada, al comprobar que un marino tan eficaz, horrado y demostrado valor, permaneciera solo dieciocho años con el grado de brigadier.

Redactó un reglamento de pertrechos para los buques de guerra de los diferentes portes, escrito en la ciudad de Cádiz donde tenía su residencia.

En 1829 por tener cumplidos todos los requisitos de la Orden S. M. le concedió la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

El 3 de noviembre de 1836, se le otorgó el mando interinamente del Departamento de Cádiz, por Real orden del 23 de julio de 1837, se le otorgó el ascenso a teniente general, siéndole concedido en propiedad el cargo que ocupaba, permaneciendo en él hasta el 7 de febrero de 1839.

Se retiro a descansar y recuperar su maltratada salud, por los graves sufrimientos padecidos, por los sinsabores de los acontecimientos, hasta ser llamado otra vez.

Como consecuencia del fallecimiento del capitán general del Departamento de Cádiz, por ser el más antiguo de los tenientes generales se le nombró el 20 de abril de 1840 para ocupar el cargo interinamente, al llegar su propietario le entregó el mando el 25 de junio siguiente.

Por los acontecimientos políticos de 1843, se le volvió a nombrar interinamente, Comandante General del Departamento de Cádiz, permaneciendo en el cargo unos pocos meses, pero en esta difícil época acrecentó más que nunca el aprecio y respeto, del que ya gozaba entre todos los miembros de la Corporación y del Gobierno.

En agradecimiento de S. M. doña Isabel II, por Real decreto del 9 de noviembre siguiente le concedió la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

El 15 de septiembre de 1847, fue ascendido a la máxima dignidad de la Armada con el grado-cargo de Capitán General y nombrado presidente de la Junta Directiva y Consultiva de la Armada, cargo que en atención a sus muchos años y achaques, sólo lo desempeñó de una forma nominal.

Falleció en la noche 26 de enero de 1852 en la ciudad de Cádiz, contando con noventa y un años de edad, de ellos setenta y seis de servicios, bien se puede afirmar fue toda una larga vida dedicada al servicio de la Armada y de España.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor IVAN-HK » 03 Jul 2015 20:42

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 04 Jul 2015 19:14

D. JUAN JOSE RUIZ DE APODACA Y ELIZA Capitán General de la Real Armada Española

Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza (Cádiz, 3 de febrero de 1754 - Madrid, 11 de enero de 1835), I conde del Venadito, fue un marino, militar y gobernador colonial español. Fue el 61º y último virrey de la Nueva España nombrado como tal (1816 - 1820), 3.er. jefe político superior de Nueva España (1820 - 1821) y 16º capitán general de la Real Armada Española.

Nació en Cádiz en el seno de una ilustre familia de cargadores a Indias. Fueron sus padres Tomás Ruiz de Apodaca y López de Letona (natural de la aldea alavesa de Ondátegui, donde había sido procurador general y regidor de su ayuntamiento) y Eusebia de Eliza y Lasquetti, gaditana aunque con ascendencia vasca.1 Juan entró como guardiamarina en la Compañía del Departamento de Cádiz el 7 de noviembre de 1767. El 19 de marzo de 1769, con 15 años, embarcó en el navío San Lorenzo para hacer el corso por el Mediterráneo, transbordando al Triunfante con el mismo cometido.

Ascendido a alférez de fragata el 22 de agosto de 1770, embarcó en el navío Atlante y fue a Ferrol, donde pasó a una fragata que lo llevaría a Puerto Rico. Cuando regresó a Ferrol al año siguiente, volvió a Cádiz en el navío América.

En la fragata Industria salió de Cádiz con un cargamento de azogue en 1772 con destino a El Callao, donde realizó varias comisiones en la mar y en tierra. Estuvo allí destinado en el navío Peruano en 1773. El 28 de abril de 1774 fue ascendido a alférez de navío y destinado en la fragata Águila, efectuando varias campañas de exploración y cartografía. En los dos años siguientes estuvo destinado en Lima, embarcado en el navío Astuto y cumpliendo otros servicios en tierra.

Se le ascendió a teniente de fragata con fecha del 16 de marzo de 1776, regresando a Cádiz con el Astuto el 12 de agosto de 1778. El 23 de mayo del mismo año fue ascendido in absentia a teniente de navío, embarcado en el navío Santa Isabel.

En guerra con los ingleses, desempeñó misiones en el campo de Gibraltar mandando varias cañoneras.

Ascendido al grado de capitán de fragata el 16 de septiembre de 1781, se le otorgó su primer mando en la fragata Nuestra Señora de la Asunción, con la que navegó hasta la paz de 1783, perteneciendo a la escuadra del general Luis de Córdova. Con la misma fragata hizo tornaviaje con destino a las islas Filipinas para llevar la noticia de la paz, regresando a Cádiz al año siguiente. Precisamente, cuando regresó a Cádiz desde las islas Filipinas en 1784, redactó una memoria sobre el modo de forrar de cobre los buques.

El 23 de octubre de 1783 fue aprobado su expediente para que profesara como caballero de la Orden de Calatrava, en donde llegaría a ser comendador de Ballaga y Algarga, pagos situados cerca del municipio de Illana.

El 28 de febrero de 1788 fue ascendido a capitán de navío y obtuvo al año siguiente el puesto de mayor general de la escuadra de evoluciones al mando del general Tejada, embarcado en el navío de línea San Telmo.

En 1790 dirigió las obras para reparar y ampliar los muelles del puerto de Tarragona. En 1793, al mando del San Francisco de Paula en la escuadra de Borja en el Mediterráneo, participó en las operaciones en torno a Cerdeña, pasando después con el mismo navío a la escuadra del general Juan de Lángara en la toma de Tolón en unión de la escuadra inglesa del almirante Hood.

El 1 de febrero de 1794 fue nombrado brigadier y recibió el mando del San Francisco de Paula, tomando parte en la escuadra de Gravina en las operaciones de la bahía de Rosas hasta su evacuación en el mes de febrero del año siguiente.

En 1796 se puso al mando del navío San Agustín al comenzar una nueva guerra contra los británicos. Uno de los hechos más sobresalientes de la biografía de Ruiz de Apodaca fue su odisea al mando de este navío. El 13 de febrero de 1797 se encontró rodeado por la escuadra de Jervis en el cabo de San Vicente, contando también con el bergantín Atocha, pero, aprovechando la niebla del amanecer, escaparon rumbo al norte y entraron en la ría de Vigo. En el mes de julio de ese año, entraron en la ría dos navíos, tres fragatas y dos bergantines británicos al mando del comodoro Samuel Hood. El británico pidió al brigadier Apodaca que se rindiera y entregara el navío, el bergantín y los demás buques que en ese momento se encontraban en el puerto de Vigo. Lejos de amilanarse, Apodaca dejó que el parlamentario británico observara las defensas que estaba preparando. La escuadra británica, abandonando sus planes de ataque, emprendió la salida de la ría, mientras el brigadier español, no contento con lo que había conseguido, mandó perseguirlos y logró represar un bergantín español que había tomado el enemigo cargado de provisiones.

El gobierno ordenó al brigadier que pasara a Ferrol. Aunque sabía que el departamento estaba bloqueado por una escuadra británica, zarpó de Vigo y burlando su vigilancia entró en Ferrol con el San Agustín, desarbolado del mastelero de gavia y tuvo que entrar en dique por el mal estado en que se encontraba.

Después recibió la orden de ir a Cádiz para ponerse al mando del navío Mejicano en la escuadra de Mazarredo. Posteriormente se le otorgó el mando del Reina María Luisa, perteneciente a la escuadra del general Nava. Realizó cruceros frente a Argel, se dirigió a Liorna para traer a España a los reyes de Etruria y fue ascendido a jefe de escuadra el 2 de octubre de 1802.

En el mes de julio de 1803 volvió a encargarse del arsenal de Cartagena, en el que ya había ocupado ese cargo en 1797. El 24 de marzo de 1807 se le concedió el mando de la escuadra del Océano, rindiendo al año siguiente a la escuadra francesa surta en Cádiz, mandada por el almirante Rosily.

Se le ascendió a teniente general el 23 de agosto de 1809, y en enero del mismo año Apodaca había sido enviado a Londres para entablar negociaciones de paz y crear una alianza para luchar contra el invasor francés (Tratado de Londres de 14 de enero de 1809). Regresó a Cádiz de su misión diplomática en Londres. Todo esto le valió unas singulares muestras de aprecio por parte del Gobierno y del Rey del Reino Unido, que le dio muestras ostensibles de ello al dejar el cargo el 15 de junio de 1811.

En febrero de 1812 pasó a La Habana como capitán general y gobernador de la isla de Cuba. En septiembre de 1816 fue nombrado virrey de Nueva España, sustituyendo a Félix María Calleja el 20 de septiembre. Recibió el mando de manos de su predecesor en un turbulento momento histórico en que los movimientos de independencia se extendían por los territorios ultramarinos de España.

El nuevo virrey ofreció el indulto a los insurrectos. Su carácter, inclinado a la comprensión y a la clemencia, produjo muy buenos resultados. Millares de insurgentes aceptaron el perdón, y tan sólo Vicente Guerrero en el sur y Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo en Veracruz perseveraron en su rebeldía contra la Corona. Apodaca dio la orden de que los rebeldes prisioneros bajo ninguna circunstancia debían ser ejecutados sumariamente. Prohibió que los muchachos volaran cometas, porque eso representaba un serio peligro, ya que lo hacían desde las azoteas. Revisó las cuentas y encontró que Calleja las había llevado con mucho cuidado. Pagó la deuda pública, suspendió los empréstitos y restringió los ingresos a la recaudación de aduanas, impuestos y otras cuentas normales de la Hacienda. Igualmente, revitalizó el comercio y la minería tanto como pudo.

La sociedad en general sintió simpatía por el virrey y parecía que la rebelión iba apagándose por completo cuando se supo en México que el 17 de abril de 1817 había desembarcado con tres barcos en Soto la Marina, Tamaulipas, el guerrillero liberal Francisco Xavier Mina y 308 voluntarios procedentes de Londres y Nueva Orleans. Mina hizo público un manifiesto afirmando que no combatía la soberanía española en sus territorios de Ultramar, sino la tiranía del rey Fernando VII. No obstante, se autoproclamó general del "Ejército Auxiliador de la República Mexicana" y el 24 de mayo empezó a avanzar hacia el interior del país para unirse a los insurgentes de Pedro Moreno en el fuerte del Sombrero, al noreste de Guanajuato.

Apodaca envió contra Mina y sus aliados una fuerte columna al mando del mariscal de campo Pascual Liñán, quien después de una activísima campaña hizo prisionero a Javier Mina en el rancho del Venadito, cerca de Silao, el 27 de octubre. Por esa victoria y siguiendo la costumbre napoleónica tan en boga, el virrey recibió el título de Conde del Venadito, título que suscitó numerosas burlas, incluyendo el de llamar a su esposa "la venadita".

Con Mina fusilado (11 de noviembre), la insurrección parecía nuevamente haber llegado a su fin. Las acciones de guerra en los tres primeros años de su mando las resume así un biógrafo suyo: Acciones de guerra y fuertes conquistados, 309; en las que tuvieron los insurgentes 10.000 muertos y 6.216 prisioneros; la artillería tomada ascendió a 255 cañones, 27 obuses de todos los calibres, 10.453 armas de fuego y 5.108 blancas; los caballos tomados fueron 5.678 ensillados y 11.780 en pelo; las cédulas expedidas de indulto por el general Apodaca en todo el tiempo de su virreinato, fueron de 55.000 a 60.000, cuyas cifras expresan por sí solas su política.

Apodaca, cuyas filiaciones ideológicas lo ponían en desacuerdo con la Constitución de Cádiz y los regímenes liberales, llegó a concebir la idea de amurallar la Ciudad de México para impedir que fuera capturada por los insurgentes. Una serie de acontecimientos se precipitaron entonces. En España triunfaba en 1820 la revolución liberal. Con esto quedó definitivamente extinguido el Virreinato de la Nueva España y resurgieron las provincias constitucionales establecidas en 1812. La constitución fue restablecida en Nueva España el 31 de mayo de 1820 por el virrey Apodaca. Ruiz de Apodaca pasó a ser Jefe Político Superior de Nueva España, con un ámbito jurisdiccional mucho más reducido que el del Virreinato, ya que solamente tenía autoridad sobre la Provincia de Nueva España.

En México, el coronel Agustín de Iturbide, que había estado luchando contra los insurgentes mexicanos, al enterarse, al igual que otros, del restablecimiento de la Constitución española de Cádiz, participó en la que se conoce como la Conspiración de la Profesa, dirigida a obstaculizar que dicha Constitución se implantara en México. Los conspiradores de la profesa lograron que Apodaca nombrara a Iturbide comandante de las tropas del sur, e Iturbide pacta con Vicente Guerrero por la independencia mexicana. Apodaca tuvo conocimiento de la sublevación de Iturbide en febrero de 1821.

El 5 de julio de 1821 Apodaca fue despuesto del cargo de jefe político superior mediante un golpe de estado efectuado por los mandos militares españoles, que de facto nombraron al mariscal de campo Francisco Novella como "virrey provisional". Con la retirada de los españoles de Ciudad de México, Apodaca tuvo que abandonar Nueva España y embarcar con su familia en Veracruz en el navío Asia, partiendo hacia La Habana en octubre de 1821.
Últimos años de su vida

Después de informar al Rey, permaneció en Madrid hasta 1823. Se le encomendó volver a La Habana para preparar la reconquista de México, pero su mala salud se lo impidió.

En 1826 fue nombrado consejero de Estado y el 1 de mayo de 1830 se le promovió a la dignidad de Capitán General y director de la Armada. Falleció en Madrid el 11 de enero de 1835 cuando estaba apunto de cumplir los 81 años de edad.

Causó su muerte un sentimiento general, disponiéndose que hubiera siempre en la Armada un buque llamado Conde de Venadito, y en el mes de septiembre de 1862, que los restos de tan esclarecido general y patricio reposaran en el Panteón de Marinos Ilustres, siendo autorizado su hijo a instalar un sarcófago para encerrar sus cenizas. Mientras se efectuaba, Gastón de Iriarte mandó colocar en el lugar correspondiente una lápida de recuerdo, que desapareció no bien se hizo el traslado de los restos, no faltando en la actualidad sino levantar un mausoleo digno depositario de tan admirables cenizas.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 00:02

D. FRANCISCO JAVIER DE SALAS Y RODRIGUEZ MORZO Capitán de Navío

Francisco Javier de Salas y Rodríguez-Morzo ( 21 de febrero de 1832 Jerez de la Frontera, Cádiz, España - 4 de abril de 1890 , Valencia, España ) fue un Marino español, Capitán de navío y académico de la Historia.

Graduado en Colegio Naval de San Fernando alcanzó el grado de Capitán de Navío. Fue redactor del Depósito Hidrográfico de la Marina y en 1867 miembro de número de la Real Academia de la Historia. Por sus méritos recibió la insignia de la Cruz de la Orden de Cristo portuguesa y la Cruz de la Diadema Real de Marina, así como la Cruz laureada de la Marina, ésta última por los servicios prestados en la guerra de África. En 1899 trasladaron sus restos al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, además una placa, colocada por el Ayuntamiento en 1932 en la casa donde nació, calle Porvera 38, le recuerda.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 00:23

D. VICTORIANO SANCHEZ BARCAIZTEGUI

Victoriano Sánchez Barcáiztegui (Ferrol, La Coruña, 23 de abril de 1826 - fallecido en combate naval frente a Motrico, Guipúzcoa, 26 de mayo de 1875) fue un militar y marino español.

Inició su carrera militar a los 13 años de edad, cuando sentó plaza de guardiamarina.

Estuvo al mando de la fragata Almansa de la escuadra de Casto Méndez Núñez en la campaña del Pacífico, recibiendo en su casco ciento sesenta proyectiles de las baterías del Callao, y cuando intentaban sofocar un incendio en el antepañol de pólvora, dijo la frase que haría inmortalizar su nombre a los que le aconsejaban inundar el pañol: «Hoy no es día de mojar la pólvora», con lo que demostró claramente su deseo de seguir combatiendo.

Por los méritos alcanzados en el combate de El Callao fue ascendido a capitán de navío de primera clase en 1868. Posteriormente fue el primer director de la Escuela Naval de Ferrol, habilitada en la antigua fragata Asturias y comandante general del Arsenal.

Fue nombrado jefe de las fuerzas navales del Cantábrico durante la Tercera Guerra Carlista. Sus fuerzas estuvieron inicialmente compuestas por el vapor Cádiz, la corbeta Consuelo, tres goletas, cuatro vapores pequeños y otros buques menores. Entre los elementos incorporados figuraban también dos mercantes vizcaínos, el Cuatro Amigos y el Bilbao, que habían sido militarizados en calidad de “Avisos”. A estos buques se les irían uniendo otros con el paso del tiempo.

Después de abandonar la ría, la escuadra se dedicó a bombardear las posiciones costeras carlistas con el fin de auxiliar al ejército en sus intentos por levantar el sitio de Bilbao. La escuadra de Sánchez Barcáiztegui apoyó el ataque a las posiciones de Saltacaballo el 16 de febrero de 1874, cañoneó Portugalete, Algorta, Las Arenas, Ciérvana y los montes de Somorrostro entre el 21 y el 25 de febrero de 1874, intentó un desembarco en Las Arenas que tuvo que suspenderse debido al mal tiempo el 20 de marzo de 1874, cañoneó de nuevo Portugalete, Santurce, Las Arenas y los montes de Somorrostro durante la batalla de San Pedro Abanto entre el 25 y el 27 de marzo de 1874 y de nuevo en los últimos días del sitio entre el 28 y el 30 de abril de 1874.

Una vez que las tropas carlistas se retiraron de Portugalete, la escuadra cortó las cadenas y volvió a entrar en la ría. En adelante la ría sería sólo escenario de combates esporádicos, como la toma por los carlistas del fuerte de Axpe el 12 de abril de 1875, que la Buenaventura bombardeó hasta que los ocupantes se retiraron al día siguiente.

En abril de 1875 se destinaron al río Nervión tres cañoneros recién terminados de la clase Somorrostro, los Arlanza, Turia y Segura, y en agosto el monitor acorazado Puigcerdá. En los últimos meses de la guerra sostuvieron frecuentes enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y carlistas para impedir que se cortara de nuevo el tráfico por la ría.

El 12 de mayo las tropas carlistas que tenían bloqueada Guetaria desde 1873, comenzaron a bombardearla con artillería situada en Monte Gárate. Al día siguiente acudió en su auxilio Sánchez Barcáiztegui con las corbetas África y Consuelo, el cañonero Segura y los vapores Gaditano y Nieves. Tras un fuerte cañoneo con las baterías carlistas, no se consiguió levantar el sitio.

El 24 de mayo de 1875 una batería carlista situada en Motrico lanzó unos disparos contra el vapor de ruedas Ferrolano. Sánchez Barcáiztegui decidió realizar un reconocimiento para localizar la batería y salió con los vapores de ruedas Colón y Ferrolano y la corbeta África. Al llegar ante Motrico y Deva, las baterías carlistas abrieron fuego, alcanzando al Ferrolano y al Colón. Sánchez Barcáiztegui resultó muerto en el acto.

Sus restos fueron trasladados al Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz) el 15 de junio de 1875.

Un destructor de la Armada Española llevó su nombre, el Sánchez Barcáiztegui de la Clase Churruca, que participó en la guerra civil en el bando republicano.
En la visita a Ferrol de 1881, el rey Alfonso XII inauguró en el Cantón de Molíns un monumento en su tierra natal a Victoriano Sánchez Barcáiztegui.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 00:26

D. PEDRO PABLO SANGUINETO Y BASSO

Pedro Pablo Sanguineto y Basso (Cartagena, España, 1760 – La Habana, Cuba, 1806), también conocido como Sanguineti, Sangineto o Sanguinetto, fue un marino, geógrafo y gobernador español de las islas Malvinas.

En el año 1790 destacó como uno de los comandantes con cuyas navegaciones contribuyó a rectificar las cartas de la zona de las Malvinas y del estrecho de Magallanes. Fue nombrado capitán de fragata en 1791 y estuvo al frente del gobierno de las islas Malvinas en tres ocasiones: del 1 de marzo de 1791 al 1 de marzo de 1792; del 1 de febrero de 1793 al 1 de abril de 1794; y del 15 de junio del 1795 al 15 de marzo de 1796

El Archivo General de la Nación Argentina conserva una carta de Sanguineto enviada al Virrey del Río de la Plata, Nicolás de Arredondo, informando de su actividad de control en las islas, desde Puerto Soledad, el 4 de marzo de 1791:

Excelentísimo señor:

En los cuarenta y dos días de mi navegación he encontrado nueve embarcaciones, las más de ellas desde los 38° a los 46°, y de 90 a 60 leguas de la costa. Una fragata con bandera francesa, dos goletas y tres bergantines, con la inglesa americana, y las tres restantes, realistas. A dos de ellas que pude hablar hice las amonestaciones atentas, y amistosas, que me prevenía V.E. en su instrucción. Ambos convienen en que pasan de sesenta los buques que se hallan en estas costas a la pesca de la ballena, los más ingleses americanos, algunos realistas, y uno u otro francés, que no saben haya establecimiento alguno, pues a su salida se les prohíbe por el gobierno, con el mayor rigor, y que solo en los casos de algún descalabro, o escasez de agua, se abrigan en uno, u otro surgidero. Incluyo a V.E. copia de sus roles, por lo que pueda convenir a esa superioridad.
Dios guarde a V.E. muchos años. Paquete Santa Eulalia en el Puerto de la Soledad de Malvinas a 4 de marzo de 1791.

Posteriormente fue comandante del séptimo Batallón de Cartagena en 1799 y capitán del puerto de Cartagena en 1802.2 Murió en La Habana en 1806, tras sufrir la fragata a la cual estaba al mando, la Pomona, un ataque de los británicos.

La actual bahía Sanguineto, en Argentina, fue nombrada con su nombre en su honor.

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Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 00:36

D. JOSE SOLANO Y BOTE Capitán General de la Real Armada Española

José de Solano y Bote Carrasco y Díaz, Marqués del Socorro (Zorita, Cáceres, 11 de marzo de 1726 - Madrid, 24 de abril de 1806), fue un militar y político español. Llegó a ser Brigadier y Capitán General de la Real Armada Española, Gobernador de la Provincia de Venezuela, Capitán General de Santo Domingo y Consejero de Estado.

Habiendo estudiado geografía y política, Solano ingresó en la Real Armada Española como Guardiamarina el 20 de abril de 1742. Al acabar sus estudios se embarcó a bordo del Soberbio, navío perteneciente a la escuadra del Mediterráneo, mandado por Juan José Navarro, futuro marqués de la Victoria. Solano participó en el combate naval que tuvo lugar en el cabo Sicié, (Tolón) el 22 de febrero de 1744 contra la Marina Real Británica comandada por el almirante Thomas Mathews. Esta batalla se produjo en la guerra que enfrentó a España y Francia contra Gran Bretaña en virtud de la firma del llamado Segundo Pacto de Familia. Solano fue ascendido por su actuación en aquel hecho a Alférez de Fragata. Posteriormente, fue escogido como uno de los oficiales que acompañarían a Jorge Juan y Santacilia en un viaje por Inglaterra y Rusia encargado por el Marqués de la Ensenada con el fin de estudiar los adelantos de su ciencia naval y organización de sus respectivas armadas con regreso a España en 1754.

Ascendió a Capitán de Fragata en 1754 y fue destinado a la Provincia de Venezuela como comisario nombrado por el Rey Fernando VI con el objeto de asistir a la demarcación de límites entre España y Portugal al norte del rio Amazonas, mediante Real cédula expedida en el Palacio del Buen Retiro el día 20 de diciembre de 1757. Dicho trabajo le ocupó siete años viajando por el rio Orinoco y sus tributarios y en varias oportunidades llegó a Santa Fe de Bogotá para rendir informes al Virrey de la Nueva Granada. A la conclusión de la expedición en 1761 fue ascendido a Capitán de Navío.

En 1762, al declararse la guerra con Inglaterra, se le dio el mando del navío Rayo y al firmarse la paz es nombrado al año siguiente Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, por Real Cédula del 12 de junio de 1763. Combatió el contrabando de ingleses y holandeses que azotaban las costas del litoral venezolano. Durante este esfuerzo logró apresar 103 embarcaciones y desalojó a los ingleses de las islas vecinas de Sotavento reduciendo el contrabando de tal manera que en 1770 cuando terminó su gobierno el ingreso de las rentas se había duplicado. Se le nombra Caballero de Santiago, por título extendido en San Lorenzo el 11 de noviembre de 1763.

Durante su periodo al mando de la Provincia de Venezuela dio la orden en 1766 para la construcción del Fortín Solano con la finalidad de reforzar la defensa de Puerto Cabello que ya contaba con el castillo San Felipe. Fundó la población de Chacao, hoy parte del área metropolitana de Caracas, en abril de 1768, con la intención de poblar el sitio y defender a sus pobladores e indígenas. Solano impartió justicia y por ello tuvo fama de ser un gobernante muy justo y respetado durante el periodo colonial venezolano. Fundó asimismo varias escuelas y fue un temible enemigo del contrabando y el vandalismo.

El 20 de septiembre de 1770 es nombrado Capitán General de Santo Domingo y presidente de su Real Audiencia. En 1773 fue ascendido a Brigadier de la Armada. Concluida la designación de límites con los franceses, que ocupaban el oeste de la isla, solicitó licencia para continuar sus servicios en la Armada, siendo promovido a Jefe de Escuadra en 1779.

Aliada como estaba España con Francia por los denominados Pactos de Familia, en plena guerra de independencia norteamericana la escuadra española debió unir fuerzas con la escuadra francesa de Orvilliers cuando en junio de 1779 fue declarada la guerra a Inglaterra. Solano fue destinado a la escuadra de Antonio González de Arce, saliendo con ella de Ferrol rumbo al Canal de la Mancha. La escuadra combinada franco-española, en la que se contaban 68 navíos, logró ejecutar un exitoso bloqueo naval a Gran Bretaña; los buques ingleses se refugiaron en sus puertos causando el colapso del comercio británico. Solano tomó parte en las acciones destinadas al apresamiento del poderoso navío de línea británico Ardent , de setenta y cuatro cañones.

El 22 de febrero de 1780 se le confiere el mando de una escuadra de 12 navíos para escoltar 140 velas con carga a los principales puertos de América y además los acompañaban otros con 12,000 tropas con sus equipos militares para la defensa de esas posesiones, zarpa de Cádiz el día 28 de abril y logra conducirlo y desembarcar el ejército sin novedad en La Habana el 4 de agosto. Contra esta expedición se encontraba una escuadra de 33 navíos ingleses al mando del general George Rodney a la cuales se logró burlar gracias a la pericia y arrojo del almirante Jose Solano.

Colaboró eficazmente en la conquista de la Florida y en la toma de Pensacola, donde acudió en ayuda de Bernardo de Gálvez, gobernador de la Luisiana, en marzo de 1781. En reconocimiento a dichos servicios, Solano fue ascendido a Teniente General de la Real Armada el 4 de agosto de 1781.

Solano volvió a España con sólo cuatro navíos y se trasladó a Madrid, donde en 1802 se le dio el encargo de ir a Nápoles para traer a Barcelona a María Antonia de Borbón-Dos Sicilias, prometida del príncipe Fernando, y a Francisco I de las Dos Sicilias, prometido de la infanta de España Isabel de Borbón. Por esta acción el Rey de Nápoles le nombró caballero de la Orden de San Jenaro. Fue ascendido a capitán general de la Armada y continuó en Madrid como consejero de Estado, falleciendo el 24 de abril de 1806.

Por concesión especial del rey Carlos IV, se le rindieron honores militares. Su muerte fue honrada a nivel nacional e incluso el rey levantó la prohibición de rendir honores fúnebres en la residencia del monarca, suponiendo un reconocimiento muy especial. Fue sepultado en una capilla del convento de los Carmelitas Descalzos de la Villa y Corte en Madrid en medio de una ceremonia de gran importancia. El convento fue destruido y en su lugar hoy sólo queda la Iglesia de San José en la calle de Alcalá. Sigue siendo un misterio si las bóvedas donde fue sepultado Solano se salvaron y sus restos fueron trasladados a la Parroquia; al parecer el sacristán de dicha iglesia dejó constancia escrita que todos los restos fueron reunidos y enterrados debajo del piso de la iglesia después de un incendio ocurrido en 1930.

A su regresó a España en 1782 y en fecha 1 de mayo de 1784, el rey Carlos III le concedió el título de Marqués del Socorro, con un documento en el cual se hace una exposición de los méritos y servicios prestados en la guerra contra Inglaterra, incluyendo lo siguiente: “que fue vuestro mando en la guerra de tanto acierto, que no solo impedisteis al enemigo de hacer aquella conquista, echando los enemigos del Seno mejicano y costas de Honduras y tomarles la isla de Providencia y demás Lucayas o de Bahamas; y además mantuvísteis el comercio marítimo de aquellos mis Dominios entre sí y con estos mis Reinos, ya con el todo de mi Escuadra o parte y ya con escoltas de ellas; habiendo sido vuestra conducta gran causa de la ventajosa paz con que he determinado la última guerra; y finalmente que finalizada habéis conducido de aquellos mis Dominios a estos la Escuadra que habéis mandado y cargada de tesoros míos y del Comercio”. Solano fue posteriormente condecorado con la gran cruz de la Orden de Carlos III el 9 de abril de 1791 y fue también nombrado caballero de la Orden de San Jenaro.

En Venezuela, el Municipio Chacao otorga desde 2010 la Condecoración "Orden Don José Solano y Bote" en reconocimiento a quienes se destacan en el ámbito de la defensa de los derechos sociales, la tecnología y el deporte en el municipio.

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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 01:10

D. ZENON SOMODEVILLA Y BENGOECHEA Marques de la Ensenada

Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1707-1781), fue un estadista y político ilustrado español. Llegó a ocupar los cargos de secretario de Hacienda, Guerra y Marina e Indias. Asimismo fue nombrado sucesivamente superintendente general de Rentas, lugarteniente general del Almirantazgo, secretario de Estado, notario de los reinos de España y Caballero del Toisón de Oro y de la Orden de Malta. Fue consejero de Estado durante tres reinados, los de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.

Nació en Hervías o Alesanco, ambas en la actual comunidad autónoma de La Rioja (España), probablemente el 20 de abril (día de san Zenón) de 1707, y murió en Medina del Campo, actualmente en la provincia de Valladolid (España), el 2 de diciembre de 1781.

Hijo de hidalgos riojanos venidos a menos, sus padres eran Francisco de Somodevilla y Francisca Bengoechea, de familia linajuda pero con problemas económicos. Nada se conoce de su vida antes de que José Patiño lo encontrara en Cádiz, en la Marina. Parece ser que a los 18 años Zenón estaba trabajando de escribiente en una compañía consignataria de buques en Cádiz. Bajo la protección de José Patiño fue escalando puestos en la administración naval y luego fue nombrado secretario del almirante infante don Felipe (1737). A la muerte de Campillo fue llamado al ministerio por Felipe V (1743).

Somodevilla se inició como marino participando en la conquista de Orán (1731-1732) y en las campañas del futuro Carlos III en el reino de Nápoles (1733-1736) durante la Guerra de Sucesión polaca, a causa de las cuales, y por recomendación del futuro Carlos III, sería nombrado por Felipe V marqués de La Ensenada en 1736. Sus primeros cargos de importancia los consiguió bajo el reinado de Felipe V. Ocupó distintos cargos durante el reinado de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.

En dicho reino italiano afianzó futuras amistades que, en el futuro, le resultarían de gran valor en su carrera política: el general Mina, el duque de Montemar o el marqués de Salas. Entre los primeros ensenadistas se cuentan sus amigos Alonso Pérez Delgado, oficial mayor en la secretaría de Marina desde 1747, o el bilbaíno Agustín Pablo de Ordeñana (1711-1747).

La Ensenada no era un gran reformista —de hecho, era más que nada un conservador—, pero impulsó con esfuerzo los cambios que sólo creía necesarios con tal de limar los problemas que afectaban al sistema político español. En esa tarea invirtió todos sus esfuerzos y sentó un precedente y favoreció la labor de otros muchos ministros ilustrados que vendrían tras él. Sin duda, Ensenada puso las bases para la creación de la potente y orgullosa armada española del siglo XVIII, que se hundiría décadas más tarde en Trafalgar.

Ministro clave del periodo junto con José de Carvajal y Lancaster, fue apoyado por el partido de la reina Bárbara de Braganza y de la familia de los Alba. Hombre prudente, halagó a los nuevos reyes con el apoyo del confesor padre Rávago y también gracias a su seductora presencia en la corte. Si bien su protagonismo fue superior en muchos aspectos al de Carvajal, se ganó bastante animadversión por parte del partido de la reina madre Isabel de Farnesio, aunque logró la exoneración de su rival el marqués de Villarías, Sebastián de la Cuadra y Llarena.

Era hombre —según dicen las crónicas— de carácter activo, inteligente, enérgico, responsable y muy autoexigente. Parece ser que mantenía un estricto horario, levantándose muy temprano y yendo a acostarse bastante tarde, lo que le permitía aprovechar sin dilaciones su tiempo al máximo. Ministro seductor y galán, se le atribuye una sentencia que afirma:

Los príncipes son todos buenos mientras no se les toca en sus antojos: quien quisiera cortarlos no lo logrará y perderá crédito.

Estas cualidades y otras muchas le valieron el interés del nuevo rey Fernando VI —segundo hijo de Felipe V y de María Luisa Gabriela de Saboya— para su promoción. También es cierto que el marqués fue amigo íntimo de la marquesa de la Torrecilla, dama de honor de la reina y amiga íntima de ésta, lo que le valió un seguro pase hacia el poder, y al año siguiente del ascenso de Fernando al trono, el marqués de La Ensenada fue nombrado secretario de la reina Bárbara de Braganza (esposa de Fernando) y capitán general. Sucesivamente ocupó las secretarías de Hacienda, Marina, Guerra y de Indias, casi todas las existentes.

En el primer gabinete de Fernando VI presidió la cartera de Estado el omnipresente Carvajal, La Ensenada se encargó de las de Hacienda, Guerra, Marina e Indias; Alonso Muñiz, marqués del Campo de Villar; y el general Mina (reconocido amigo de La Ensenada) en reformas internas del Ejército.

El objetivo de Carvajal fue desde siempre lograr un retorno a la católica y prestigiosa España de los Austrias, dándole al rey Borbón Fernando (nacido en España) una legitimidad paralela a la de grandes monarcas del pasado, como Carlos I o Felipe II. Con Felipe V eso fue totalmente imposible a causa de la perenne influencia francesa que tutelaba el país desde Versalles, aunque, como dijo un embajador francés de la época:

El gobierno de España ha sido francés en tiempo de Luis XIV, italiano durante el resto del reinado de Felipe V, y ahora será castellano y nacional.

El ministerio Carvajal-Ensenada nunca fue, a decir verdad, fuente de arduos conflictos. Si bien al final los reyes dieron mayor preeminencia a La Ensenada, siempre conservaron en un lugar de honor a Carvajal. Siendo éste hombre discreto, humilde, enemigo de excesivas confianzas y amigo de la austeridad, se desesperaba con el carácter festivo y más activo del marqués. Y es que La Ensenada siempre tuvo un trato exquisito con la corte, hasta el punto de hacer célebres sus cenas, en las que invitaba a lo mejor de Madrid. A diferencia del introspectivo Carvajal, La Ensenada no fue hombre de profundas reflexiones de autocrítica:

Si yo discurriese y fatigase las potencias como ustedes —le decía a su amiga, la marquesa de Salas, en 1745— no tendría tiempo para servir mis empleos, porque no me alcanzaría para reñir pendencias y dar suspiros, pero empléolo en lo que conduce a desempeñarme, no permito se me hable de mi persona y tiro adelante.

Tampoco eran Carvajal y Ensenada del mismo parecer respecto al castrato Farinelli, al que el marqués tenía en gran estima y simpatía mientras que, por el contrario, Carvajal nunca pudo acabar de soportar. El célebre cantante italiano fue amigo íntimo de la real pareja y labró su mayor fama en España organizando espectáculos para la corte con la colaboración de Ensenada. Por aquel entonces se podía decir que Madrid era la capital más culta de todo el continente, aunque estaba lejos de la dinámica que gozaba París, Ámsterdam, Florencia y las ciudades alemanas, bastante más cultas. Para los festejos reales en Aranjuez se enviaron múltiples partituras musicales a la corte española, siendo don Fernando y su esposa conocidos melómanos (en particular la reina, brillante alumna de Domenico Scarlatti tocando el clave).

Es a partir de 1752 cuando La Ensenada y el castrato italiano idean la llamada escuadra del Tajo, una flotilla de falúas reales inspirada en la música acuática de Händel que Farinelli había presenciado en su estancia en Inglaterra. Las naves desde donde los monarcas y sus cortesanos podían navegar entre música y caza por las aguas del río Tajo a su paso por el Real Sitio de Aranjuez fueron un símbolo de este reinado de cultura y refinamiento.

En 1748 el marqués asume y se hace cargo definitivamente de todas las riendas del gobierno de España. Junto al inestimable apoyo de Carvajal, que mantiene ante el rey su política neutral de pacifismo en una Europa en guerra, Ensenada reordena y organiza con óptimos resultados la Real Hacienda, la Justicia, los sistemas municipales, la gobernación de Ultramar y, sobre todo, la Marina.

La Marina le interesa enormemente, dado que es la llave del dominio colonial español y de la defensa de las costas peninsulares ante los ataques británicos y franceses. Además de su actividad diaria como ministro, sus proyectos experimentan una energía incansable: en un mismo año presenta ante el Rey unas interesantes reformas hidrológicas en el Canal de Castilla, el intercambio de sabios e intelectuales y la promoción de visitas científicas de extranjeros a España, la Academia de Medicina, el Observatorio Astronómico, la confección de un mapa exacto de la geografía española, la cría de mejores caballos para el ejército español, nuevas ordenanzas de Artillería y la supervisión de la imprescindible defensa de costas.

Con la autorización del Rey de España, Fernando VI, Ensenada organizó una operación secreta, ejecutada de manera sincronizada en todo el territorio español el miércoles 30 de agosto de 1749 y conocida como Gran Redada o Prisión General de Gitanos. Tuvo por objetivo arrestar (y finalmente eliminar) a todos los gitanos del reino. Ya en el primer día de la acción fueron detenidos entre 9000 y 12 000 gitanos. Los hombres gitanos mayores de siete años fueron encadenados e internados en arsenales donde realizaron trabajos forzados. Las mujeres y los niños lo fueron en cárceles y fábricas. Sus bienes fueron confiscados. Esta acción finalizó en 1763.

Apenas firmado un decreto, ya hay otro o más de uno esperando sobre la mesa de Fernando VI. El marqués se encarga de saberlo todo: sabe tratar con suma elegancia y picardía a los embajadores acreditados en Madrid; conoce al dedillo el estado de las fuerzas de infantería que están estacionadas en Nápoles o en cualquier otro punto de la Italia borbónica; de los navíos de línea que anclan en la bahía de Cádiz... Ensenada está en todo. Gracias a su labor, la política europea empieza a hacerse en Madrid. Las distintas cancillerías saben que es él quien manda, y con él negocian.

Será tras la firma de la Paz de Aquisgrán y el Segundo Pacto de Familia (1743) con los Borbones de Francia cuando Ensenada tendrá manos libres para dedicar todo su tiempo a los asuntos internos de España, acometiendo sus innovadores proyectos.

Las reformas de Ensenada son muestra perfecta de la labor de un ministro ilustrado:

Se aprueba un nuevo modelo de Hacienda en 1749 que sustituye los impuestos tradicionales por el impuesto único del catastro (catastro de Ensenada). Sin embargo, jamás llegó a aplicarse a causa de la oposición nobiliaria a tal medida. También se redujo la subvención del Estado a las Cortes y al Ejército, pero esta reforma tampoco se dio por completada a causa de la oposición de la nobleza.

Lógica abolición de las rentas provinciales y un nuevo decreto sobre baldíos, más reglamentos sobre casas y caballerizas reales y nuevas ordenanzas de obras y bosques. Los métodos ahorrativos de Ensenada lograron un oportuno excedente de trigo que, por ejemplo, fue vital para solucionar la mala cosecha en Andalucía en 1750.

Mejora de la carretera del puerto de Guadarrama a la altura de San Rafael (entre Madrid y Segovia) y fijación de aranceles.

Mejora de la navegación fluvial del Ebro hasta Tortosa y mejora, asimismo, de los puertos de Barcelona y de Palma de Mallorca.

Creación de fábricas de jarcia y lona, del Colegio de Cirujanos de Cádiz, impresión de códices en árabe o griego, un proyecto sobre la creación de un archivo histórico en Madrid.

Creación del Giro Real en 1752: se trata de una entidad bancaria que favorece las transferencias de fondos públicos y privados fuera del país. Todas las operaciones de intercambio con el extranjero quedan en manos de la Hacienda Real, y así sale beneficiado el Estado. El resultado fue inmejorable: al año de funcionar ya se habían recaudado 1 831 911 escudos, y sin necesitar las remesas de Indias que tanto auxiliaban la economía española con Felipe V. Sin duda éste es un claro antecedente del futuro Banco de San Carlos, que se instauró gracias a Carlos III. El desahogo de la Real Hacienda gracias a estas medidas es ya un hecho. De hecho, el marqués ya comentó en varias ocasiones:

Las monarquías bien gobernadas cuidan con preferencia a todo del Real Erario y de que todos los vasallos no sean pobres.

Se impulsa el comercio con las colonias de América. Su misión es acabar con el monopolio de Indias, así como eliminar la corrupción del comercio colonial. Así se incrementaron los ingresos y disminuyó el fraude. En los reinos de la península se eliminan las aduanas interiores y se liberaliza el comercio.

Creación en 1752 de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, enmarcada en plena Ilustración.

A sus 44 años, el marqués alcanzó la cima de su carrera. Había logrado que la monarquía española fuera recuperando un esplendor que tantos años de guerras inacabables habían ensombrecido:

Porque rica, la Monarquía respetada de todos será, y pobre, de todos será despreciada.

En 1750 recibe con todos los honores la Orden del Toisón de Oro y la Gran Cruz de Malta, pero eso no disminuye ni mucho menos su humildad y ritmo de trabajo: tres años más tarde ya logra encauzar con resultados satisfactorios las imprescindibles relaciones entre España y el Vaticano.

Son importantes sus relaciones con los Banfi, Orcasitas, Francia, Mogrovejo... y altos cargos, como el cardenal Valenti, secretario personal del papa, y el auditor Manuel Ventura Figueroa.

También trabó amistad con Antonio de Ulloa y Jorge Juan, que enviaron informes, técnicos navales, ingenieros de caminos, de canales y fabricantes textiles, vidrios, armas. El concordato con la Santa Sede (1753) garantizaba a la monarquía española el pleno apoyo de la Iglesia a cambio de beneficios económicos y el reforzamiento del poder papal sobre los clérigos españoles, aunque el Estado salía reforzado por encima del papa. Gracias al concordato incluso se le ofreció el cardenalato al marqués, pero éste lo rechazó.

En 1750 ya se había firmado también el Primer Tratado de Límites entre España y Portugal, un acuerdo que Ensenada logró paralizar solicitando el apoyo del rey de Nápoles, el futuro Carlos III de España, porque beneficiaba en demasía a Gran Bretaña a través de su tradicional alianza con Portugal.

Gracias al decisivo impulso de Ensenada se construyen también los tres grandes arsenales clásicos en que quedarán apoyadas para siempre la Marina y la flota de guerra españolas: Ferrol, Cartagena y La Carraca.

Compitiendo en el mar contra la poderosa flota británica, el marqués aconseja en 1748 que el experto marino Jorge Juan y Santacilia vaya de visita a Gran Bretaña para informarse y conocer a fondo a los mejores técnicos navales del momento. Será así como proyecte y haga realidad la construcción para España de una flota digna en calidad a la británica, con un aumento de por lo menos 60 navíos de línea y 65 fragatas listas para operar. Asimismo, Ensenada eleva el Ejército de tierra a 186 000 soldados y la Marina a 80 000.

Pese a las enormes e interesadas presiones de Gran Bretaña para lograr la destitución de tan competente ministro de Fernando VI, por vía del embajador español en Londres Ricardo Wall, el marqués de la Ensenada se adelanta y presenta su dimisión ante el Rey, aunque finalmente éste no se la acepte. El monarca se ha acostumbrado al eficaz trabajo de su primer ministro y ya no puede prescindir de él: leal, activo, cauto, incansable... manda un nuevo informe al Rey, previo a las Reales Órdenes de 1751, en donde le detalla cuáles son sus próximos proyectos:

Proponer que Vuestra Majestad tenga iguales fuerzas de tierra que la Francia y de mar que la Inglaterra, sería delito, porque ni la población de España lo permite ni el Erario puede suplir tan formidables gastos; pero proponer que no se aumente el ejército y que no se haga una marina decente sería querer que España continuase subordinada a la Francia por tierra y a la Inglaterra por mar. Consta el ejército de Vuestra Majestad de 133 batallones (sin ocho de marina) y 68 escuadrones: vista la distribución por plazas y guarniciones resulta que sólo vienen a quedar para campaña 57 batallones y 49 escuadrones. Francia tiene 377 batallones y 255 escuadrones, por lo que se halla con 244 batallones y 167 escuadrones más que Vuestra Majestad y a principios de 1728 llegaba su ejército a 435.000 infantes y 56.000 caballos. La Armada naval de Vuestra Majestad sólo tiene presentemente 18 navíos y 15 embarcaciones menores; Inglaterra tiene 100 navíos de línea y 188 embarcaciones menores. Yo estoy en el firme concepto de que no se podrá valer Vuestra Majestad de la Francia si no tiene 100 batallones y 100 escuadrones libres para poner en campaña, ni de la Inglaterra si no tiene 60 navíos de línea y 65 fragatas y embarcaciones menores.

Hay que tener en cuenta que la población española llegaba por aquel entonces a unos nueve millones cuatrocientos mil habitantes, según los estudios de Miguel Artola basados en el catastro que el mismo Ensenada encargó en 1756.

Por antipatía y por interés serán siempre los franceses e ingleses enemigos entre sí, porque unos y otros aspiran al comercio universal, y el de España con América es el que más les interesa.

Teniendo vuestra Majestad 60 navíos de línea y 65 fragatas, como propongo, y 100 batallones y 100 escuadrones, que propongo también, la Francia galanteará a nuestro gobierno para que juntos ataquemos a la Inglaterra, y la Inglaterra nos ofrecerá su alianza para atacar a la Francia, y de esta manera Francia y la Inglaterra perderán su dominio en tierra y mar y se convertirá Vuestra Majestad en el árbitro de la paz y de la guerra.
El marqués supo desde el primer día que lo vital para España era pues, saber con qué efectivos exactos se disponía para la defensa militar. Una potencia europea de aquel tiempo no podía dejar de ser menos que las poderosas Francia e Inglaterra. Decía el marqués que: "los soldados en tiempo de paz deben estar en los campos, trabajando y procreando".

El ministro inaugura un periodo de "paz con todos y guerra con nadie":

que conozcan las potencias extranjeras que hay igual disposición en el rey para empuñar la espada que para ceñir las sienes con oliva.

El marqués llegó a decantarse más por Francia que por Gran Bretaña, aunque los británicos lograron su final destitución en 1754 a causa de una serie de intrigas en palacio. El clima empezó a enfriarse desde 1750-51. La razón fue su actuación al margen del monarca, porque pretendía preparar en La Habana una flota dispuesta a asaltar las posesiones inglesas de Campeche y Belice.

Era su política francófila la que delataba sus intenciones, así que el Rey, mostrándose partidario de la máxima neutralidad posible, lo destituyó. Había demasiado riesgo ante un nuevo conflicto con Gran Bretaña en el Caribe. Las intrigas inglesas, del embajador Keene, y francesas, del embajador Duras, intentaban forzar una entrada en guerra de España, pues la Guerra de los Siete Años entre Francia y Gran Bretaña no se hacía esperar. Los incidentes diplomáticos de gran calado acabaron por afectar al mismo Ensenada, que sabía que el conflicto internacional no tardaría en estallar y que, sin duda, España debería contar con la flota ya lista para plantarle cara a Inglaterra.

Intentando forzar una guerra entre España y Gran Bretaña, Francia y sus agentes en Madrid dieron apoyo a la secreta intervención que preparaba el marqués para atacar a los colonos ingleses instalados en Belice y la Costa de los Mosquitos (Nicaragua).

Fernando VI recomendó a Carvajal hablar con Ensenada, mientras que la reina Bárbara sospechaba cada vez más de él a raíz de la pugna de éste con el embajador portugués, Vilanova de Cerveira, y sus diferencias en el conflicto con los jesuitas de Paraguay. La retirada del favor de la reina fue decisiva para la caída en desgracia del marqués.

El duque de Huéscar, amigo del soberano, presionó asimismo a Fernando, siguiendo las orientaciones de Carvajal para mantener una opción neutral a toda costa. Sin embargo, la repentina muerte en abril de 1754 de José de Carvajal y Lancaster propició aún más que los hechos se acelerasen. El embajador británico, Benjamin Keene, buscó pruebas incriminatorias contra Ensenada con la ayuda de Ricardo Wall (con ascendencia irlandesa y sucesor de Carvajal). Finalmente, parece ser que se hallaron las órdenes de guerra firmadas por el marqués sin conocimiento del rey, lo que acabó por llegar a conocimiento de Fernando.

A las 12 de la noche del 20 de julio de 1754, el marqués de la Ensenada fue arrestado en su casa de Madrid por orden del rey, acusado de alta traición a la Corona por ocultamiento de órdenes de guerra. Si bien no se le condenó al exilio, sí que fue desterrado a provincias, pasando a residir "bajo vigilancia" en Granada y, más tarde, logrando permiso regio, el 21 de diciembre de 1757, para instalarse en El Puerto de Santa María (Cádiz). En ambas localidades continuaría disfrutando, sin embargo, de influyentes amistades y apoyos, lo que le hizo su retiro algo más llevadero. Los objetivos ingleses de apartar a Ensenada del poder se habían cumplido; "no se construirán más buques en España" anotó satisfecho el embajador británico.

Sustituyeron al ministro el conde de Valdeparaíso (en Hacienda), Sebastián de Eslava (como Secretario de Guerra), Julián de Arriaga (en Marina) y Ricardo Wall (en Indias).

Mientras tanto, la mayoría de los ensenadistas de la Corte eran desterrados o apartados de los resortes del poder en que se habían instalado. Ricardo Wall siempre tuvo temores de posibles represalias por la conjura que había organizado junto al embajador británico para lograr la caída en desgracia del ministro, y por ello sembró Madrid de pasquines contra el marqués e inundó de rumores de conspiraciones con la Farnesio todos los círculos políticos. No le fue fácil acabar con el confesor padre Rávago, pero también éste fue apartado por orden del rey. Únicamente Farinelli mantuvo su lugar gracias al firme apoyo de Bárbara de Braganza, aunque nunca más quiso volver a inmiscuirse en política.

La llegada de Carlos III todavía le supondría un fugaz retorno a la corte española (1760), aunque contra lo que pronosticaron los ensenadistas, Carlos III jamás le hizo demasiado caso al retornado marqués, lo que sentenció definitivamente la etapa política de éste. El político trató de resumirle sus planes económicos en la Instrucción Reservada a la Junta de Estado, y de alguna manera logró que algunas de sus reformas se aplicaran hasta 1766. El estallido del célebre Motín de Esquilache le perjudicó gravemente, dado que fue un cabeza de turco más junto al ministro italiano. De hecho no está del todo clara su participación en la conjura que dio lugar al motín (tal vez obra de agentes británicos en Madrid), aunque Carlos III decidió destituirle también para acallar la protesta popular. Perdió entonces los cargos de consejero de Estado y Hacienda y miembro de la Junta del Catastro.

Ensenada nunca se casó, pero fueron muchos sus aliados y amigos: desde el padre Isla hasta Torres Villarroel pasando por Farinelli, Nicolás de Francia (marqués de San Nicolás), el arnedano Muro y el conde de Superunda (virrey del Perú). Tuvo fama de católico y jesuita, aunque un pasquín de 1754 decía que «no se le conoció confesor».

Exiliado por orden real a Medina del Campo, el marqués de la Ensenada falleció en dicha villa castellana el 2 de diciembre de 1781, sin poder salir jamás de allí y tras 15 años de inactividad política.

Elogiado por Cabarrús y Canga Argüelles, su política, en línea con la iniciada por Patiño y Campillo en el reinado de Felipe V y seguida por los colaboradores de Carlos III, fue reconocida con posterioridad a su defunción.

En 1869 sus restos mortales fueron trasladados al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, y empezaron a editarse obras retrospectivas sobre su labor al frente de la política española. Varios estudios de interés son los de Domínguez Ortiz –máximo especialista en la materia– o Rodríguez Casado en su Política y políticos de Carlos III, o Antonio Rodríguez Villa en su Don Cenon de Somodevilla, marqués de la Ensenada.

Otros títulos de fácil consulta en bibliotecas son una biografía de A. Manzanares (editada en Logroño en 1966) o el estudio sobre la reforma fiscal que publicó A. Matilla Tascón en El Catastro de Ensenada.

Actualmente, existe un Colegio Mayor Universitario en Madrid que lleva su nombre, que pertenece a la Real Asociación de Hidalgos de España.

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Aquí la más principal
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Re: HISTORIA DE MILITARES Y GUERREROS DE ESPAÑA

Mensajepor Rescoldo » 06 Jul 2015 01:28

D. VICENTE TOFIÑO DE SAN MIGUEL Y VANDELVALLE

(Cádiz, 1732 - San Fernando, 1795) Marino y cosmógrafo español. Director de las academias de guardias marinas de Cádiz, El Ferrol y Cartagena, participó en la expedición contra Argel (1773) y en el sitio de Gibraltar (1782). Autor de un Atlas marino de España, islas Azores y adyacentes (1765-1788), también se dedicó al estudio de las matemáticas y escribió un Tratado de geometría elemental. Publicó además una Colección de cartas esféricas de las costas de España y África, planos y vistas (1788).

Huérfano a los doce años, Vicente Tofiño de San Miguel sentó plaza de cadete en la Compañía de Guardias en 1747. En 1750 solicitó ser trasladado al regimiento de Murcia, donde ascendió a subteniente (1752) y teniente ayudante (1754). Con este grado pasó al regimiento de Soria y en Segovia pudo tratar al padre Isla, con el que perfeccionó sus conocimientos.

Regresó a su ciudad natal para ocupar una cátedra de matemáticas en la Real Academia de Guardias Marinas de Cádiz (1755); poco después pasó a la Armada en calidad de alférez de navio (1757), y ascendió a teniente en 1767. En 1768 fue nombrado director de la citada Academia de Guardias Marinas, en 1773 participó en la expedición contra Argel, y en 1776, recién ascendido a capitán, dirigió las academias de El Ferrol (A Coruña) y Cartagena (Murcia). Los ascensos de Tofiño continuaron en los años siguientes (brigadier en 1784, jefe de escuadra en 1789), mientras su prestigio como astrónomo se extendía por toda Europa.

Entre sus observaciones destaca la del eclipse anular de sol (1764) y la del paso de Venus por el Sol (1769), reseñada por el célebre astrónomo francés Joseph J. Lalande en la segunda edición de su Astronomie (1771). Otros astrónomos franceses, como Pingré, Borda o Verdun de la Crenne, visitaron a Tofiño en su observatorio gaditano y lo elogiaron en las relaciones de sus viajes. De sus prácticas con los alumnos salió toda una generación de marinos astrónomos (Mazarredo, Vargas Ponce, Alcalá Galiano, etc.) que le ayudaron en la ingente labor que Antonio Valdés, ministro de Marina, le encomendó en 1783: cartografiar las costas de España después de los trabajos científicos llevados a cabo por Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

Así, tras participar en el bombardeo de Gibraltar (1782) como ayudante del duque de Grillón, Vicente Tofiño de San Miguel emprendió sus famosas expediciones (1783-1788) a bordo de la fragata Santa Perpetua y los bergantines Vivo y Natalia. El resultado fue el Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo y su correspondiente de África (1787) y la que sería definida como la primera obra de la cartografía española moderna: Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico y de las islas Azores o Terceras, para inteligencia y uso de las cartas esféricas (1789). Se le debe asimismo un Atlas marítimo de España (1789) y una colección de cartas esféricas que guarda la Biblioteca Nacional de Madrid. Ilustrado, prototipo de soldado-científico, Vicente Tofiño fue el auténtico renovador de la cartografía española en el siglo XVIII; sus trabajos tuvieron vigencia hasta bien entrado el siglo XX.

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